El industrial del juego Manuel Lao afirma ser "un inversor, no un evasor"

Manuel Lao Hernández, presidente del Grupo Cirsa, afirma ser "un inversor, no un evasor", y subraya que su éxito empresarial ha despertado no pocas envidias entre sus competidores. "Ha corrido un rumor absurdo sobre mi fuga de España. Está claro que estoy aquí y no tengo razones para irme. Por otra parte, ¿qué haría yo en el extranjero? Aquí tengo mis empresas y mi futuro. España es el lugar ideal para un empresario: está todo por hacer y hay tres millones de personas esperando un empleo. Este país tiene futuro. Y otra cosa: en el extranjero no sería nadie, y aquí soy el rey de Terrassa, mi pueblo. Eso me llena de orgullo".
Acerca de su declaración como testigo ante el juez Lerga, el pasado sábado, en relación a una presunta fuga de capitales interceptada en Irún, Lao acepta que 26 de los 30 millones ocultos en el automóvil de Antonio Sorozábal eran suyos. Señala, sin embargo, que se los entregó a una persona de confianza a cambio de información sobre un presunto espía industrial, y dice que cualquier hecho posterior le resulta totalmente ajeno. "Este asunto no tiene ninguna importancia. Quizá algún día mis enemigos puedan brindar por mi fracaso, pero no será por este caso", concluye.Manuel Lao habla en voz muy alta y golpea frecuentemente la mesa con los puños. Le gusta recordar que llegó a Terrassa procedente de su pueblo natal, en Almería, a los 12 años, sin familia ni otro equipaje que lo puesto. Intentó encontrar empleo infructuosamente -debido a su corta edad- en la industria hasta que logró colocarse como mozo en un bar. Dos años después, a los 14, ya era el encargado del establecimiento. Luego llegó su familia, compraron el bar y lo ampliaron con sus propias manos.
Las tragaperras
Su despegue llegó con las tragaperras. Con su hermano (ingeniero técnico) y un amigo mecánico desmontaron y estudiaron una máquina electromecánica y la copiaron pero introduciendo un circuito impreso. Era la primera máquina tragaperras electrónica del mundo. Su empresa Cirsa (Compañía de Inversiones, Sociedad Anónima) creció como la espuma aupada por el auge del juego en España.En 1981, el Ministerio del Interior estableció normas más rígidas sobre el juego. Todo el sector se tambaleó. Lao, sin embargo, no quiso abandonar, aunque su fortuna personal era suficien te como para permitirle vivir con holgura el resto de sus días. Había reinvertido hasta el último céntimo en su empresa, hasta el punto de que seguía viviendo en el modesto edificio con el que inició negocios inmobiliarios. Apostó fuerte y ganó: Cirsa es ahora un pequeño imperio introducido en varios sectores (construcción, electrónica, informática, servicios, juego y casinos, agricultura, diseño y mobiliario), con más de 2.500 trabajadores y una facturación próxima a los 20.000 millones anuales.
Aunque las cifras de su balance no son conocidas, el propio Lao afirma que, "todo me va bien, de momento", y no tiene empacho en declarar que paga a Hacienda "20 millones cada día". Ha recibido frecuentes inspecciones fiscales y, el mes pasado, una del Banco de España, que se realizó "sin ningún problema; al contrario: me felicitaron".
El estilo empresarial de Manuel Lao no es corriente. Valga como ejemplo su reciente incursión en el sector alimentario. "Creé unas máquinas para servir pistachos en los bares. Y me interesé por los pistachos. Llamé a dos de mis ejecutivos y les encargué que lo averiguaran todo sobre esta semilla. Después de un tiempo por Turquía, Irán y otros países, mis hombres volvieron y me dijeron: 'Señor Lao, en el mundo hay tantos pistachos, y valen tantos millones'. Les dí dinero y les ordené comprar toda la producción mundial. Ahora soy el amo de todos los pistachos del mundo", proclama.
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