Rembrandt y coordinación de horarios

En la exposición El siglo de Rembrandt, que con verdadero gusto selectivo y oportuno, como siempre, ha montado nuestro museo nacional y madrileño, se dan algunas anomalías que conviene subsanar para bien de todos.En primer lugar, un servicio de taquilla o entrada distinto para extranjeros y españoles. Sirviendo el carné de identidad y su presentación a la entrada como justificantes oficiales para el ingreso a los museos dependientes del Ministerio de Cultura, se reducirían y aligerarían más esas largas colas, que cansan y llegan a aburrir a los visitantes, por ir mezclados en las mismas grupos de distintas naciones, españoles y extranjeros: mientras se cobra la entrada de éstos, se detiene y entorpece la marcha de aquéllos.

En segundo lugar, más coordinación y uniformidad de horarios entre la apertura de la exposición -las exposiciones- y de los servicios auxiliares; por ejemplo, la venta de los catálogos. Las visitas a la exposición empiezan oficialmente a las nueve de la mañana, mientras que el servicio de venta de catálogos llega a las 10 o 10.30. Durante las horas de la comida este servicio vuelve a cerrarse, con la consiguiente decepción del público -que pregunta una y otra vez: "¿No hay catálogos?", y molestias a los amables y pacientes empleados, que se limitan a responder: "No ha llegado la señorita", o "se ha ido la señorita", pidiendo siempre las correspondientes excusas.-