Ideas como cuerpos
La llegada del Living Theatre a Europa -por España pasó en su primera gira furtivamente y casi tuvo que salir por pies tras su actuación en Valladolid- fue una sacudida feroz, con tonalidades bárbaras, a la refinada y difusa identidad de nuestros aprendices de vanguardistas de entonces.Andaba mediada la década de los años 60. Las vanguardias del llamado absurdo se estaban diluyendo en un bosque de palabras y las gentes inquietas del teatro comenzaban a mascar algo que se escapaba de la incapacidad de sus espectáculos de ruptura para romper nada. Circulaban algunas ideas, o ideillas, pero ninguna incardinada en actos, en cuerpos.
Hubo un redescubrimiento, forzado por el rechazo al teatro enunciativo y meramente verbal, de las bellas teorías utópicas de Artaud. La patraña del hecho escénico como sustituto del drama comenzó extenderse y a sembrar oportunismo a diestro y siniestro. Era un conato de relevo, de orden disfrazado de vanguardia.
Pero el Living de Beck sembró auténtico desorden. Nada volvió a ser lo mismo en el teatro europeo y, aunque en el furgón de cola, del español. Beck trajo menos ideas que las que aquí se cocían, pero a cambio trajo cuerpos y una manera insólita de incardinar en ellos actos teatrales puros. Casi con ingenuidad, Beck rompía, violentaba. Era otro lenguaje, al mismo tiempo nuevo y tan antiguo como el teatro. Este encontro en él su perdido entronque con las ceremonias bárbaras que había bajo sus pies calzados con seda.
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