Racismo en Melilla

El alcalde de Melilla, Gonzalo Hernández Martínez, ha salido al paso en defensa del buen nombre de la ciudad que representa a nivel municipal, tratando de rebatir la afirmación de racismo en Melilla por parte de su periódico, pero ha dejado meridianamente claro que en aquella ciudad "existen barrios marginales", uno de ellos levantado en una zona que "sigue siendo ilegal en términos urbanísticos" y que el problema tiene difícil solución por ocuparla "habitantes que no estamos seguros si son españoles o no". Si yo no conociera Melilla sacaría de las palabras del señor alcalde, si no la confirmación de un racismo, sí la de una situación aberrante en donde la nacionalidad de muchos de sus habitantes es desconocida por la máxima autoridad municipal y la pobreza y la ilegalidad se enseñorea de ciertas zonas. Y no me serviría de consuelo saber que "en otras ciudades ... no existen musulmanes, pero sí comunidades que son objeto de discriminación", ni mucho menos olvidaría que EL PAÍS ha delatado hechos semejantes y, cuando ha llegado el caso, ha calificado de racismo los comportamientos de una mayoría sobre la minoría. Recuérdese, por ejemplo, los enfrentamientos no lejanos entre gitanos y payos en ciertas ciudades españolas. Se pudiera aceptar que la situación es heredada, pero la Prensa no ha heredado el silencio del anterior régimen, por fortuna. Y la exposición de Melilla por su alcalde no sólo es contradicha por miembros de su propio partido socialista, sino también por Interviu, RTVE, Diario 16 y otros medios de comunicación quePasa a la página 12