Ir al contenido
_
_
_
_
Tribuna:La elipse
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

22 domingo

"Aquí veréis, hermanas, lo que importa vencer las batallas pasadas, porque tengo por cierto que nunca deja el Señor de ponerle en seguridad de conciencia". Enrejado de prosa, pura prosa, una cárcel de prosa, Quevedo y su mamá, dice un título de Alcorlo, la mamá de Quevedo es Teresa de Ávila, Teresa de Jesús, Santa Teresa, en quien está ya, muy por anticipado, el castellano a la vez lacónico y exagerado, vertiginoso, del barroco. Y del Barroco.Televisión se enfrenta a cosas que no sabe. Aquella monja se inventa el castellano moderno, el castellano sintético (todos los idiomas se sintetizan en el dialecto secreto de sus poetas) y ella y sus transportes y sus sermones y moradas son "un fuego enredado con su aire", como de sí mismo dijera otro místico español, JRJ, místico de niñodios que él mismo fue. "Lo que importa vencer las batallas pasadas". Eso no se pone en imágenes, aunque Concha Velasco sea santa castellana, aunque Teresa de Ávila sea actriz de Cristo. De modo que nos queda el travelling, la peripecia, el plano medio de la mediocridad. Cualquiera hubiese fracasado. como fracasa Bernini cuando representa a aquella mujer adorable, loca y volteante, transverberada de querubín -pasada por el verbo, por la verba/verga-, y todo el misticismo erótico, el erotismo místico de la escena romana y apócrifa queda colgando del pie desnudo de la santa, que cuelga por debajo de los hábitos, pies de la mujer, "como grandes lámparas", que cantó Neruda. Ahora han querido hacer un Bernini muy largo, por capítulos, en Prado del Rey, y quizá les resulte la santa, pero no la escritora. (Y ya reitera Gimferrer en su Dietari que la verdad profunda del artista es su arte, a propósito de Chaplin.) Me dice Otero Besteiro que hay un tipo de mariposa que se come la miel y las abejas. Esa mariposa fue Santa Teresa en sus colmenas/fundaciones, que hizo fabricar miel para su prosa, prosa para su miel, y devorándolo. TVE es que no se entera.

25 miércoles

Pitarch. Stop. Efectivamente, stop, tiene que investigar en Londres una materia, stop, para lo cual rellenó sus instancias y pólizas de reglamento, stop. Materia: "Militarismo/antimilitarismo del pueblo británico". Stop. Asimismo padece nefrología, repito, nefrología, stop. Niega/no niega haberse convertido en el relevo londinense de Vinader/Ruiz Mateos. Stop. Interesado ruega nota de Prensa. Paso y corto.

27 viernes

La otra noche, en el Progreso, teatro ganado al hampa para el progreso, Las mujeres sabias, de Molière, en una ya alcanforizada versión. Molière era palatino y homosexual. Hay en él un halago de palacio y un sátira -palabrera, numerera y aburrida- de la burguesía ascendente (mujeres incluidas) y la Ilustración. Y una burla de las mujeres, sabias o no. Consigue Molière aunar iras personales con iras políticas. El público del estreno/reestreno, en Madrid, le quita la razón, dos siglos más tarde. Entre el público muchas mujeres sabias: María Antonia Dans, Carmen Platero María, Liébana, Pilar Trenas: tantas. Mujeres sabias en la acepción de liberadas, que era la que inquietaba entonces e inquieta hoy. La burla palatina de las burguesas sabias ha perdido significación, y con la burla la comedia. Alicia Cid, que vive en General Díaz Porlier, me pregunta cosas de Kafka. Otras preguntan otras cosas. El homopalatino Poquelin no se salió con la suya. Los espermicidas más afinados científicamente comienzan a venderse en España con asiduidad, como variante de la píldora. Tomar la píldora es la Enciclopedia en acto, un acto escénico que le falta a Molière. Es sustituir la naturaleza por la ciencia. Ana Gracia, la progre de la vida, no de los libros, debiera haber salido a escena con tejanos.

29 domingo

La España eterna. Brazo de Santa Teresa, que acaudilló tantos discursos y pantanos de los ingenieros dóciles al Régimen (que aquello sí que era un Régimen), muchos, prácticamente todos. La leche de María Santísima, que también se conserva y se ordena en los establos del cielo y de alguna iglesia española. La fábula del falo fálico de San Gabriel, que se conserva en otra ermita del cuarentañismo/cuatrocentismo. Hay una España incorrupta en que precisamente el catolicismo ha llevado a mayor sacralidad los signos y símbolos sexuales, bajo capa de santidad. La sangre de San Pantaleón, que se licua todos los años, en un convento madrileño, menos cuando están los rojos en el Poder, que es una sangre contestataria. El corazón de Santa Gema Galgani, que motiva largas colas de personal en Doctor Arce. La incorruptibilidad de un miembro humano, sexual o no, supone un culto de la carne, una involuntaria trampa que el catolicismo se tiende a sí mismo. La carne de los puros se salva, se vuelve incorrupta. Luego la carne es lo que hay que glorificar. ¿Qué valor tendrían estas piltrafas incorruptas si de verdad creyésemos en el alma? Claro que falos incorruptos hay menos: el de Cristo en una ermita italiana y el de San Gabriel en una ermita española. Parece como si el falo fuese especialmente corruptible. El falo, tan sensible a enfermedades, no ha sido consagrado en la medida que otras piltrafas de la anatomía divinal. El brazo de Santa Teresa, que ha escrito las páginas más eróticas de mil años de castellano, ha sobrevivido a la utilización, ordenancista que Franco hizo de él. En una sociedad católica de dos mil años, la sacralización del sexo, en España, es hoy interior, secretamente icónica y, más que pagana, organicista. Pura ecología. El sexo es bello.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_