El placer de defraudar a Hacienda
Durante 1982, Hacienda se quedó, sin pedirme permiso y sin poderlo impedir, con un 16% de mis ingresos brutos, a base de descuentos por IRPF, Seguridad Social, Desempleo y Formación Profesional.Igualmente se quedó, con los mismos métodos, con otro 14% (aproximadamente) por medio de los numerosos impuestos indirectos que gravan los transportes, la alimentación, los vestidos, etcétera.
No está mal: un 30% visto y no visto. Sin remedio posible. Por eso, no saben el placer implícito en negarle a semejante manos largas la entrega voluntaria de ese 3% ó 4% que quieren recaudar con la declaración de la renta.
¡Que me lo quiten! Pero, ¿dárselo? Les recomiendo que prueben el pequeño placer de esta buena costumbre. Son cuatro años de irregularidades fiscales que no hacen daño. ¿Razones?
1. El sistema de recaudación es una grosería.
2. Todos los años entrego a grupos y entidades cantidades muy superiores a las defraudadas. Voluntariamente, aunque obligado en conciencia.
3. También en conciencia, no puedo aportar ni un duro voluntario para algunos de los gastos del Estado; por ejemplo, para los que alteran la convivencia nacional e internacional: gastos militares, OTAN, programa FACA (quién parió semejante juego de palabras tan sugerente?), actividades del MULA (¡por favor!), plan ZEN y similares.
Pienso que, si cabe la objeción de conciencia en otros órdenes de la legalidad -al servicio militar, a revelar fuentes de información, a declarar sin la presencia de un abogado, a ser interrogado sobre ideas, creencias, etcétera-, cabe también la objeción de conciencia fiscal no cooperar voluntariamente con los gastos completamente contrarios a las convicciones personales./ .
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