El segundo principio
Es una ley política tan similar a las recias normas de la física que hasta se parece demasiado al segundo principio de la termodinámica: la oposición existe para provocar desorden y el poder se conserva creando orden.Hay maneras bastante más sencillas de explicar este fenómeno de la naturaleza, con lenguaje que ya se utiliza en el BUP: la misión de Fraga consiste en aumentar la entropía gubernamental (esa irremediable tendencia al desgaste, la degradación, el caos) y la primordial actitud de Felipe es la de mantenerse en los niveles más bajos de entropía, regenerándose para aplazar la desintegración, produciendo lo que en física han dado en llamar neguentropía por absorción continua de orden.
También a este diálogo eterno entre el orden y el desorden se reduce, en última instancia metafórica, la mayor parte de las leyes que regulan la actividad política. En todos los países y organizaciones la jerarquía se consolida como tal autoproduciendo acontecimientos ordenados; mientras que la alternativa al poder monopoliza el discurso de la catástrofe para acelerar la fatal tendencia al desgaste.
Pues aquí es precisamente al revés de como lo cuenta el segundo principio famoso. Tenemos una oposición que en lugar de producir desorden legal produce mucha risa cuando abre el pico o sale retratada. Y tenemos un poder que o se pone colorado cuando tiene que crear orden, o se pasa de la raya cuando manda a Barrionuevo a conjurar el caos. El desorden que inquieta al poder no es el que arma la oposición, sino el que organizan sus propios votantes y sindicatos de Vigo, Gijón o Sagunto. Y al contrario: no hay mejor procedimiento para evitar el deterioro gubernamental y perpetuarse en el poder que dejar a Fraga suelto ante las cámaras y los micrófonos.
No es que fallen las grandes leyes de la naturaleza. Es que la actual oposición tiene un código genético programado para fomentar el orden establecido, al 'cabo de medio siglo de práctica; y el aprendizaje político de los dirigentes de la mayoría se hizo tramando manifestaciones y huelgas como las que ahora movilizan esas ciudades de fatigada industrialización.
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