Leyendas vivas en una gran noche
Cayó la lluvia. A raudales, relumbrando el cielo, atronando las nubes. Y justo en ese instante comenzaron a sonar las primeras notas de Take The A Trian, de Duke Ellington y Billy Straihorn. La cuenta atrás ya no podía pararse, la gente se excitaba aún más y los Stones, solidarios con su público aparecieron sobre el agua que regaba el inmenso escenario. Allí sonó Under My Thumb, allí comenzó la algarabía.Todavía andaban a vueltas con esa canción cuando la ristra de globos que se alzaba desde el escenario cayo aparatosamente sobre el mismo, complicando en su caída a los mismos Rolling, así como a los sufridos espectadores que habían logrado las primeras filas y ahora se veían cegados por cientos de globos multicolores. De todas formas, a grandes males mayores soluciones y, cuando ya iban por Let's Spend The Night Together, el racimo de globos se deshace a las bravas.
Claro, Mick Jagger no se atreve a hacer las locuras que todos le hemos visto alguna vez, pero es cierto que con el terreno en ese estado lo más fácil es que se hubiera dado un morrazo poco o nada aparente Pero de todas formas da gusto verle, con esos pantalones a rayas, con esa camiseta blanca que luego cambiaría por una roja, con boina reluciente o con chaleco multicolor. Da gusto pensar que tiene 38 tacos y que todavía tiene humor para estas cosas, resulta optimista, agradable y algo tierno.
Miles de manos
El sonido acaba de arreglarse completamente en Going To A Go Go, cuando los globos ya vuelan enloquecidos sobre Madrid. Ahora empieza de verdad la cosa, cuando ya no hace falta echarle la culpa a las condiciones acústicas del estadio (por cierto ¡qué imagen más bellísima la de tantos miles de manos agitandose!), cuando Mick Jagger le arrebata el artilugio a un secador y, en la banda que nos toca, se pone el mismo a limpiar para delitamos luego con una breve serie de esos gestos obscenos tan queridos y tan suyos. Es una lástima que Richard no parezca muy centrado o que Wood parezca un tonto de feria.
Es cierto que todo está muy preparado, pero eso es lo malo de los gigantismos, de manera que cuando cantan Our Love, Mick y Ron Wood se vienen para nosotros mientras Keith les hace carantoñas a los de la banda opuesta. No es tan frenético como esperabamos, pero sí lo suficientemente agitado. A todo esto llevamos casi una hora y la mejor música estaba por llegar. Fue enseguida, en You Can't Always Get What You Want con un solo estupendo de Ron Wood (algo tenía que hacer para justificar esa cara de hortera impenitente), seguido de otro menos técnico pero más conmovedor de Richard, que ahora si se ufana de su camiseta con tibias y calaveras.
Es también el momento de presentarnos a los dos saxos, al teclista Ian Stewart, a Bill Wyman que porta un moderno bajo de plástico, a Charlie Watts que aporrea su batería con interés, a los ya mentados Ronnie Wood y Keith Richard. El, Jagger, no se presenta, nos ha estado hablando desde el principio y ya debemos ser viejos amigos.
Mientras dura la presentación es cosa de reseñar lo que previamente y a lo largo de unos 45 minutos (que se hicieron cortísimos) realizó la J. Geils Band. Un grupo como no entran muchos en la docena, una gente imbuida de Rhythm and blues, que se mostró enorme, engrasada y capaz de levantar a unas masas que ya habían esperado una hora tonta de retraso y que deseaban ver a los Stones. Su actuación pasó como por ensalmo y eso es lo mejor que se puede decir de ellos en tal ocasión como esta.
La diferencia entre un grupo y otro no es musical. De hecho La J. Geils tal vez sean mejores instrumentistas y su sonido más compacto. Pero los Stones son todo el espectáculo, son la leyenda que camina, los generadores del inmenso tinglado del que formamos parte. Y eso se premia. Y se paga y se cobra. Por ejemplo, cuando Richard entona Little T.A., hubiera sido como para tirarle algo. Desafina como un salvaje pero da lo mismo, porque todos sabemos que es una muestra de buena voluntad, de ganas de expresar. Pero la sapiencia del grupo se muestra viva e inmediatamente comienzan Angie y todo se llena de lucecitas y las parejas tienen un momento para arrullarse. Momento breve porque la inteligencia sigue y se nos viene encima un Tumbling Dice brutal que acaba con Mick por el suelo.
Y luego más y más. Wyman hace un solito en Miss You y enfilamos la recta final subiendo sin esfuerzo por Honky Tonk Women, Brown Sugar o Star Me Up. Es lo último y la gente intuye que Jumpin Jack Flash va a contemplar la despedida de ésta gente hasta que una ritual petición de otra les trae de nuevo a nosotros a los sones de Satisfaction. Luego fuegos artificiales, después la vuelta a casa. Ha dejado de llover y ha sido una gran noche, una enorme maravilla, vida compartida y muchas cosas más. Cada cual puede ponerle un nombre. Al fin y al cabo, cada cual sintió algo.
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