El Premio Cervantes
El 23 de diciembre del pasado año apareció en las páginas de EL PAIS un artículo titulado Felicitación navideña a José Bergamín, y firmado por Fernando Savater, en el cual se felicitaba a Bergamín porque a éste no le habían hecho la pascua: o sea, porque no le habían dado el Premio Miguel de Cervantes. Lo que resaltaba Savater era el hecho de que tampoco en ese año, como en ninguno de los precedentes, se hubiese manejado el nombre de Bergamín como candidato a dicho premio. No es que el premio que concede el Ministerio de Cultura sea intrínsecamente malo, "pues toda condecoración es bonito adorno y los escritores merecen", el subrayado es mío, "la ayuda económica bastante más que los fabricantes de misiles o que los arquitectos de cárceles". Savater tampoco objetaba nada contra los espléndidos e ilustres ganadores de tal premio, pero le decía a Bergamín que en su caso "hay algo inapreciable que se hubiera visto vulnerado por el simple hecho de que se hablase de usted como candidato al Cervantes". ¡Por el simple hecho!Y Savater se explicaba. "Es que José Bergamín es, pero no está".
Sermón del ser y el estar: para llegar a ser es imprescindible estar; si no estás, no eres en realidad. ¿Cómo llegar a ser completo sin el estar insoslayable? Decía Unamuno en uno de sus monodiálogos que "si quieres existir de veras, insiste, insiste"; también el que se empeñe en ser no tendrá más remedio que estar. Y Savater -que frecuentemente hace burla de los ingenuos y las bellas almas-, a pesar de sus escrúpulos antiestatales, quiere que el Estado, el monstruo más frío de todos los monstruos fríos, en la ayuda al buen estar de sus criaturas, prefiera a los escritores más que a los fabricantes de misiles y los arquitectos de cárceles. El espléndido poeta y ensayista Octavio Paz -al que le han sido concedidos este año los diez milloncejos- es, pero además está. Miel sobre hojuelas./
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