El Papa podría aceptar en breve la dimisión del padre Arrupe
Las sucesivas llamadas al orden de tres papas no han sido suficientes para modificar la actitud de la Compañía de Jesús, en su búsqueda, después del Concilio Vaticano II, de límites o fronteras más avanzados, y quizá más peligrosos, en los ámbitos teológico, moral, social y político.
El papa negro, el sacerdote jesuita español Pedro Arrupe, de 72 años de edad, ha hecho lo que ha podido para alentar a los más recalcitrantes de los 27.000 miembros de la Compañía de Jesús a someterse a la «autocrítica» y a las directivas de los jefes de la Iglesia.Los resultados de sus esfuerzos han debido desilusionarle hasta el punto de que está dispuesto a dimitir, se comenta en Roma. El pasado 21 de septiembre, el padre Arrupe escribió una carta a los superiores de la compañía en la que decía, tras la última llamada de atención del Papa: «No tengo la menor intención de descargar sobre otros la responsabilidad, pero son ustedes, los padres provinciales, quienes deben asumir su parte de responsabilidad en promover los cambios que se nos han ordenado ».
Pocos meses después, el vigésimo octavo sucesor de san Ignacio al frente de la compañía tomaba de nuevo la pluma para convocar unas reuniones preparatorias de la cumbre encargada de aceptar su dimisión, según las normas aprobadas en 1965, año de su elección.
La dimisión del padre Pedro Arrupe no tardará mucho en producirse. Juan Pablo II le ha pedido simplemente que se tome el tiempo necesario para reconsiderar la cuestión, que se plantea por vez primera en la historia de la compañía. Las relaciones entre el Pontífice y el papa negro son «excelentes», se asegura. El problema es que hace falta un hombre ruevo que lleve a la compañía a una fidelidad más rigurosa a un Papa empeñado en poner orden en la Iglesia tras el período de confusión posconciliar.
El padre Arrupe se identifica con este período, en el que encuentra más aspectos positivos que negativos. Pero sus hombres han ido a veces más lejos de lo que el superior general de la Compañía de Jesús podía aceptar y de lo que el soberano Pontífice podía tolerar.
En Roma se hace memoria estos días de los jesuítas que se han pronunciado a favor del divorcio, los teólogos de la compañía que han cuestionado la credibilidad del Papa o de otros que, como el jesuita norteamericano John McNeill, han aprobado la homosexualidad. Desde 1975, los tres últimos papas se han preguntado: ¿A dónde va la compañía?
Y los papas transmitieron la pregunta al padre Arrupe, que, tras consultar a sus colaboradores, no pudo encontrar una respuesta satisfactoria para el jefe de la Iglesia.
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