Equilibrio en las relaciones laborales

«(...) Se entiende, tras la lectura del Estatuto, que ninguna de las dos partes se hayan sentido totalmente satisfechas de su redacción, y el mayor mérito del legislador ha sido, en esta ocasión, haber oído a las dos partes y no haber pactado con nadie. De haber hecho un pacto, éste no cabía llevarlo a cabo con sólo una de las partes, porque en este caso el Estatuto se hubiera inclinado, necesariamente, a favor de una de las dos partes. Y negociar con empresarios y trabajadores, al mismo tiempo, una norma legal de este rango hubiera sido un trabajo condenado al fracaso, cuando la experiencia demuestra que ni en la fijación de la autoridad laboral ni en la subida salarial son capaces de ponerse de acuerdo.En el fondo, quizá lo que más molesta a los empresarios y a la izquierda parlamentaria más radical es que este Estatuto va a forzar a ambas partes a un diálogo y a una negociación sujetos a unas reglas del juego; diálogo y negociación a los que no son excesivamente aficionados, aunque en los dos últimos años hayan adquirido alguna práctica. Lo que supone el Estatuto -lo que va a suponer- para ambos interlocutores es que cada uno de ellos se verá sometido a unas funciones y a unas responsabilidades que anteriormente la intervención de la autoridad laboral dejaba diluidas (...).»