"El imperio de los sentidos", un problema para el certamen de La Coruña
Para bien o para mal, la película japonesa El imperio de los sentidos repite en el Festival de Cine de La Coruña sus aventuras anteriores de otros certámenes, en los que también gozó de la máxima expectación pública. Nuevamente se discute si el filme de Oshima es pornografía, o si, por el contrario, y como ha dicho su director, se trata «de un discurso sexual que,se desarrolla en el espacio del amor y de la muerte».
Esta obra japonesa motivó intervenciones judiciales en casi todos los países donde ha sido presentada. En Francia, República Federal de Alemania, Italia, Estados Unidos y Bélgica, las altas instancias de la justicia acabaron clasificándola como no pornográrica, y se da el caso curioso incluso de Portugal, donde se autorizó su proyección en todas las salas menos, precisamente, en las especiales de pornografía.
En España su caso es, hasta ahora, más problemático. Se exhibió en los Festivales de San Sebastián, Valladolid, Benalmádena y en la semana de color de Barcelona, sin problemas especiales, pero en la semana de Cádiz fue secuestrada la cinta y prohibida su proyección por el gobernador civil. En el caso de La Coruña los organizadores del festival no tienen autorización expresa, sino que cuentan simplemente con la inhibición de los organismos competentes, lo que no deja de significar aún el peligro cierto de que se pueda producir una intervención oficial de última hora.
Horas apagadas
El festival coruñés transcurrió ayer por otra parte en sus horas más apagadas. Causó buena impresión la película española Serenata a la luz de la luna, de José A. Salgot y Carles Jover, cómo aproximación crítica y humorística ala vida frívola: y pretenciosa de cierta alta burguesía española. Por el contrario, la cinta húngara El trueque, de Gyula Gardag, resultó aburrida y excesivamente cargada de contenido puramente anecdótico. Ha tenido dificultades de comprensión que provocaron la desatención del público, lo que ha hecho ya que los organizadoras del festival decidieran, ante esta experiencia, cambiar una de las películas de concurso, la alemana El pequeño Godard, de Helmunt Costard.Especial mención merece el ciclo paralelo que se le está dedicando al cineasta coruñés José Ernesto Díaz-Noriega, con el visionado de un buen número de cortometrajes realizados por él a lo largo de más de cuarenta años, y con la proyección de algunas piezas de filmoteca que ha recuperado, y sonorizado, como es el caso de Nosferatu, viejo filme alemán que ha vivido las más curiosas vicisitudes en manos de Díaz-Noriega.
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