Jefe de Estado B
Es altamente preocupante la actitud de alejamiento público del presidente del Gobierno, a la manera como lo hacen, correctamente, y debidamente, los jefes de Estado. Adolfo Suárez no se está comportando como un presidente de Gobierno, ya que no es otra cosa, sino como un jefe de Estado. Y como ya hay Jefe de Estado constitucional, que es el Rey, se me ocurre llamarlo «jefe de Estado B». (...)Pero todavía ha hecho más el señor Suárez. Como se siente, u ejerce, de «jefe de Estado B», designó hace dos Gobiernos a un primer ministro en la práctica, y éste no es otro que Fernando Abril Martorell. Este es el hombre más arriesgado, más trabajado, más influyente, del Gabinete ministerial, y hasta la fecha los caudales de lealtad que ofrece al presidente Suárez son retribuidos espléndidamente con las asignaciones que recibe de autoridad y de permanencia. Luego resulta que, a veces, la lealtad en la vida política no es suficiente, y ocurre lo que sucedió con la presentación de la política económica, en una reciente sesión del Congreso, en la que hicieron el ridículo al mismo tiempo el ministro de Economía, señor Leal, y el vicepresidente para esos asuntos, que es el «primer ministro» del «jefe del Estado B», Fernando Abril Martorell. Se planteaba, nada menos, que otra de las políticas de las que depende el presente ni el futuro del país, que es la político econónica, y el presidente del Gobierno no abría la boca. Es de presumir que cuando se planteen los asuntos volcánicos de los estatutos de autonomía aparezca en la trihuna el ministro señor Fontán, dispuesto a padecer con paciencia rellinosa la crepitación parlamentaria. (...)
Estos espectáculos varnos a tenerlos todos los días, porque los problemas son muy graves. por lo menos media docena de ellos. Y lo que no parece de recibo en una democracia es que un presidente de Gobierno se aisle en un palacio acorazado, consuma su vida tejiendo destrezas secretas, o desenrrollando madejas con pericia de artesano habilidoso, mientras sus colaboradores, uno tras otro, van cayendo bajo la guillotina popular, y el país no recibe ninguna gratificación a su decepción y a su paciencia. Un «jefe de Estado B» es, además de un lujo, una seria desconsideración.
25 mayo
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