Isodel: un mal ejemplo
(Diputado PSOE-Segovia)Nadie ha dejado de admitir la severidad de la crisis económica por la que atraviesa España. Todo el mundo acepta que han de plantearse profundas reestructuraciones sectoriales y empresariales. Pero las discrepancias empiezan cuando se habla de cómo ha de ser esta reestructuración y quiénes deben llevar a cabo tal reforma. Porque reestructurar quiere decir, para unos, exclusivamente puesta en rentabilidad económica, pero, para otros, tal criterio deberá compatibilizarse con muchos otros temas: orientación general de la producción, definición de empresas y sectores imprescindibles para un determinado grado de independencia, tragedia del desempleo, responsabilidad de los entes financieros, corresponsabilidad internacional y un largo etcétera que da idea de que mientras para unos rentabilidad es igual a eficacia, para otros, expresiones como colectividad y persona tienen aún primacía.
Y vamos a nuestro caso: Isodel-Sprecher, S. A.
Se trata de una empresa con 1.400 trabajadores, situada en Madrid y dedicada al aparellaje eléctrico. Cuenta con el apoyo tecnológico de suizos (Sprecher) y franceses (Alsthom) y con la financiación básica procedente del grupo Banesto.
Isodel, como tantas otras empresas, logró éxitos indudables durante los años del desarrollo desordenado. Incluso tejió una red de empresas dedicadas a funciones complementarias; el caso Isolux es el más evidente.
Pero, a la vez que se obtienen éxitos en las ventas, nacen los defectos que hoy la ahogan: estructura inapropiada y financiación defectuosa.
La dirección de Isodel, ciega posiblemente por los éxitos, empieza a olvidar problemas de estructura de costes y entra en uno de los más típicos defectos del empresario-nuevo-rico: incrementar los costes indirectos por encima de toda racionalidad. Es el crecimiento desequilibrado de personal de dirección, oficinas y servicios, mientras se mantiene el dedicado inmediatamente a producir. Es el lujo que parecía posible de una administración y dirección que crecían exponencialmente y una sección de producción que lo hacía aritméticamente.
Al mismo tiempo, la estructura financiera se hace depender básicamente del crédito, en vez de la auto financiación y el capital. La relación con un grupo bancario concreto facilitaba aún más el fomento del vicio. Mientras tanto, los beneficios salían de la empresa sin reforzar los cimientos económicos de una de tantas gallinas de los huevos de oro del momento.
Pero la crisis llegó. Los pedidos empezaron a descender mientras que los créditos se elevaban más y más. La respuesta inmediata del Consejo: redúzcanse los costes y replantéese la estructura. Lo triste es que ambas decisiones parece que sólo apuntan en una dirección, la de los trabajadores. Sobran por su alta incidencia en los costes y sobran por su desequilibrio directos-indirectos. Pero, ¿y de los costes financieros? ¿Y de los costes por dependencia tecnológica exterior? ¿Y los de los costes de una dirección ineficaz? De todo esto, nada.
Desgraciadamente, estamos ante una empresa tipo. Es un ejemplo, un triste ejemplo, de cómo se resuelven y se van a intentar resolver todas las crisis empresariales en España. Añádase unas gotas de INI para casos muy especiales, y se tendrá el cóctel capitalista más elemental y falto de generosidad e imaginación que pueda hacerse beber a la clase trabajadora hoy.
Sigamos con el ejemplo. Los propietarios de Isodel montan el sistema que ya ensayaron con Isolux. (Un paréntesis. Cómo me gustaría ver en moviola las caras de esperanza de un grupo de trabaja dores de Isolux. que fueron a entre vistarse con Adolfo Suárez con motivo del I Congreso de UCD. ¿Cuántos de ellos siguen siendo empleados de Isolux después de la suspensión de pagos que se produjo, tras la aparición de los apreto nes de manos obrero-presidenciales, en TVE?) Vuelvo atrás. Ya está montado el sistema para suspender pagos, ya está previsto el expediente de crisis, los despidos, el desmantelamiento de una de las estructuras sindicales más antiguas y la «entrada en rentabilidad».
Pero hay otra posibilidad, si los propietarios (Sprecher, Alsthom, Bandesco e Hidrola) son capaces de esa dosis de generosidad e imaginación que debe diferenciar a un capitalista moderno de aquéllos criados entre Adam Smith y Dickens, pasados por Harvard o Fontainebleau y reverdecidos en el servicio de estudios de algún banco. ¿Por qué no se dialoga? Si la crisis afecta al capital, a los acreedores y a los trabajadores, ¿por qué no se encuentran en una mesa, juntamente con la dirección actual, y se afronta juntamente la crisis? ¿Qué extraña obsesión sobre lo que es poseer una empresa lleva a este imposible diálogo entre todos los que van a soportar el drama?
Los trabajadores ni quieren hundir su empresa ni quieren perder su puesto de trabajo. Quieren saber exactamente qué ocurre, y no enterarse casi por los periódicos de que la suspensión de pagos está ya en un juzgado. Hay muchas formas de reducir los costes de mano de obra sin llevar adelante un expediente de crisis.
Los accionistas extranjeros y espafioles tienen que ampliar el capital. Y si los extranjeros no lo aceptan, dentro ya de las negociaciones generales, debe ser utilizada toda la fuerza del Estado para forzarlos. ¿Es que no tienen esas grandes empresas ninguna contrata o futura contrata con España? A ver si aprendemos todos a usar el poder que tenemos en un mundo económico interrelacionado.
Los acreedores, vista la coherencia del plan, que todos aceptan, tendrán que aplazar sus cobros.
En definitiva, se trata de dibujar una salida pactada al drama Isodel, para reducir los costes a los imprescindibles y no hacer caer sobre los trabajadores todo el peso de la recuperación del nivel empresarial de beneficios.
¿Será posible? ¿Estamos a tiempo? El Banesto e Hidrola tienen la primera palabra.
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