La llave del éxito

Un político muy sagaz y, aplicado, don Rómulo Cariaquito Martínez, un hombre que todavía no es ministro pero que aspira a serlo y está en el eficaz camino de conseguirlo, me invitó a almorzar la otra mañana, para explicarme su filosofía del triunfo; comimos pochas con chistorra y oreja, ventrisca de bonito y manitas de cerdo con garbanzos, porque al mediodía no es saludable abusar.-Mire usted, don Camilo: en España hay que tener paciencia y saber esperar; la ocasión pasa alguna vez al lado y lo único que hay que hacer es adivinar su presencia y asirla fuerte, para que no se escape con otro como si fuera una vecina cachonda, casquivana y no demasiado fiel.

-¡Diga usted que sí, don. Rómulo, diga usted que sí!

-Pues eso. Mi receta es fácil y ha sido utilizada por todos los grandes hombres públicos de ¡a historia, yo creo que es la llave del éxito: verlas venir, dejarlas pasar, pararse a tiempo y, si te mean por encima, decir que llueve.

-¡Qué gran sabiduría la suya, don Rómulo! ¡Qué atisbos más perspicaces y golimbrones!

-¿Golimbrones?

-Sí, señor, ¿a usted que más le da?

-¡También es cierto!

-Oiga, don Rómulo, ¿puedo pedir otro poco de vino?

-¡Cómo no, mi dilecto compatriota, cómo no! Mozo: otra botellita para don Camilo, que está poniendo cara de escucharme!