La emoción aérea

El cuento de Richard Bach Juan Salvador Gaviota dio la vuelta al mundo traducido a muchas lenguas y por ello es ocioso presentar a un autor bien conocido. Ahora, su libro El don de volar a través de cuarenta y seis relatos y dotado de sugestivas y cuidadas ilustraciones de K. O. Eckland, entra directamente en la ex posición de una pasión humana, la del vuelo, que es tan fuerte como la del mar. Pero si ésta ha tenido desarrollo mas antiguo, la conquista del aire es mas reciente, pero tan auténtica. Claro es que se trata de la pasión de volar, que es mucho más que la de conducir un avión, el puro placer de surcar el aire con la destreza y aventura que requiere el dominio de un artefacto con alas.Richard Bach acierta a desmenuzar en muchas anécdotas que jalonan sus narraciones una especie de mística del vuelo, con la sensación de mundo nuevo, virgen e intacto que se descubre y en el que la fascinación de los paisajes exteriores se complementa cory la no menor fascinación de los estados de ánimo que suscita el vuelo. La lectura de El don de volar hace comprender que el vuelo es mucho más que lo que siente el pasajero de una línea regular y hasta el técnico que navega de aeropuerto en aeropuerto. el descubrimiento de un secreto maravilloso superado, de una hermandad incomparable entre los que lo comparten, del reto del riesgo vencido y de una constante emoción. Leemos el libro con la sensación de que con la navegación aérea singular el navegante siente emociones de las que llenaron la vida de navegantes marítimos como Alain Gerbault y Francis Chichester todavía más íntimas y escondidas.