Río de Janeiro, la única ciudad que se pasea por el Mundial de Clubes con tres equipos: el Flamengo, el Botafogo y el Fluminense
Ninguna otra metropolis del mundo envía tantos clubes como la brasileña al campeonato que se celebra estos días en EEUU


Mientras la Canarinha se arrastra sin pena ni gloria por los codiciados Mundiales desde hace casi un cuarto de siglo, los clubes brasileños, especialmente los cariocas, viven una etapa de bonanza. Ninguna otra ciudad del mundo ha logrado tener más equipos que Río de Janeiro en el Mundial de Clubes. Tres de los cuatro grandes equipos de la ciudad más emblemática de Brasil disputarán en Mundial de Clubes que arrancó el sábado en Estados Unidos. La presencia del Flamengo, el Fluminense y el Botafogo —junto al Palmeiras, de São Paulo— refleja el aplastante dominio de los brasileños en las últimas ediciones de la sudamericana copa Libertadores. El Flamengo conquistó el campeonato continental en 2022; el Fluminense venció en 2023, y el Botafogo, en 2024. Cada uno alcanzó, por senderos bien distintos, la codiciada plaza para estar entre los 32 equipos del Mundial de Clubes. Pocos auguran un triunfo de cualquiera de ellos en el torneo.
El Flamengo vive en los últimos años una especie de resurrección y ha retomado su poderío como el club más rico y con más aficionados de Brasil; el Fluminense lo apostó todo a conquistar la Libertadores ese año porque vio una ocasión imperdible, aunque un año después a punto estuvo de bajar a segunda división. Mientras, el Botafogo se ha beneficiado de la conversión en sociedad anónima y del desembarco del polémico inversor estadounidense John Textor.
El Flamengo llega al Mundial con el clima interno agriado por el pulso que mantiene con Gerson, que está en proceso de marchar al Zenit ruso. Ahora mismo, el equipo lidera el Brasileirão (la liga brasileña), bajo la batuta del exatlético Filipe Luís, además de haber vencido la Libertadores tanto en 2019 como en 2022 (con 12 victorias y un empate). Los trofeos acumulados en los últimos años son los frutos de la reestructuración profunda que emprendió hace más de una década para sanear las cuentas cuando un administrador de empresas en quiebra, Bandeira de Mello, actual diputado, asumió la presidencia del club rubronegro. Acertó con los fichajes e hizo caja con ventas como la de Vinicius (que fue al Real Madrid en 2017 por 45 millones de euros) o Reinier (también al club blanco, en 2020, por 30 millones de euros). El equipo carioca vuelve a ser una de las grandes potencias futbolísticas sudamericanas, junto al Palmeiras de São Paulo. La temporada pasada se anotó la Copa de Brasil y el campeonato carioca, pero se le escaparon tanto la Libertadores como el Brasileirão.
El fútbol en Brasil tiene un fuerte componente regional, con campeonatos estatales (o regionales) muy disputados que se juegan antes del comienzo de la Liga nacional. Y uno de los grandes activos del Flamengo es su afición, que supera los 40 millones de fans, según las encuestas anuales que miden el apoyo a los principales equipos. En cualquier rincón del país, uno se encuentra con flamengistas.
El pasado fue un año glorioso para el club en el que militaron Garrincha y Didí, que conquistó la liga de Brasil tras casi 30 años sin alzarse con el trofeo. Y por primera vez en su historia se coronó como campeón en la Libertadores. Resultó una final épica en la que jugó casi todo el partido con solo 10 jugadores frente al Atlético Mineiro.
El Botafogo —centenario y nacido como club de remo en la carioca bahía de Guanabara, igual que el Flamengo— acababa de dejar de ser una sociedad sin ánimo de lucro para convertirse en sociedad anónima y fue comprado por el millonario Textor. Era un equipo carioca con solera, una marca potente venida a menos que ahora ocupa la sexta plaza en el Brasileirâo. El controvertido inversor, dueño también del Lyon francés, se ha centrado en la compraventa de jugadores, una constante en el fútbol brasileño.
El Fluminense, que va quinto en la Liga brasileña, llega al Mundial en EE UU gracias a un once repleto de veteranos mayores de 30 años, alineados por Fernando Diniz, que le consagró como campeón de América en Maracaná en 2023. El club creó un proyecto deportivo con la vista puesta en el trofeo en una especie de ahora o nunca. Tuvo éxito, pero las dificultades volvieron pronto. La temporada pasada se salvó del descenso en la última jornada, aunque ha sabido aprovechar su cantera, de las mejores, para ahorrar en fichajes y vender jugadores.
La ciudad de Río quiere aprovechar la presencia en el Mundial de Clubes para venderse a EE UU como destino turístico. El alcalde carioca, Eduardo Paes, ha apostado por eventos de masas como los conciertos gratuitos de Lady Gaga o Madonna en la playa de Copacabana para que la conocida como la ciudad maravillosa vuelva a brillar tras la crisis que se desató tras el Mundial de 2014 —de infausto recuerdo aquí por el 1-7 sufrido ante Alemania en Belo Horizaonte— y los Juegos Olímpicos de 2016.
Los trofeos han generado un potente flujo de dinero a los clubes brasileños, lo que les ha permitido mejorar sus finanzas y dominar el fútbol sudamericano en un momento en que la crisis económica argentina ha hundido a los clubes del vigente campeón del mundo. La disminución de la violencia en los estadios en los últimos años ha atraído a nuevos espectadores, lo que también contribuye a aumentar los ingresos.
La nutrida presencia de Brasil en este Mundial de Clubes contrasta con la mediocre participación en la Copa del Mundo y las sucesivas crisis que aquejan a la Confederación Brasileña de Fútbol. Desde que la Canarinha conquistó en 2002 su quinto Mundial, todo Brasil suspira por la sexta copa. En Qatar 2022 cayeron en cuartos de final y el camino para clasificarse para el Mundial de 2026 ha sido una agonía de la que esperan salir con la contratación de Carlo Ancelotti.
La frustración de los aficionados brasileños por esa prolongada sequía de títulos de la selección se ha mitigado en los últimos años con los triunfos internacionales de los clubes, sobre todo en la Copa Libertadores. Cuatro de las finales del último lustro fueron entre equipos brasileños. Pero con la entrada en escena de potentes clubes europeos, donde juegan muchos de los brasileños más cotizados, se antoja muy difícil que un conjunto carioca o paulista alcance el triunfo en Estados Unidos.
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