En la grada del estadio, allí donde vibra el espíritu berlinés
El fútbol no es un mal lugar para ir a buscar la esencia de la capital de Alemania, sus cicatrices y su historia


¿Dónde vibra el nervio de una ciudad? Este corresponsal ha dado mil vueltas por Berlín. A pie, en bici, en metro, en tranvía. El otro día dio por fin con el lugar.
A casi dos horas en transporte público del antiguo sector occidental, en el barrio obrero oriental de Köpenick, tras andar por un camino en el bosque, aparece el Estadio de la Antigua Casa del Guarda Forestal, 22.000 plazas, la mayoría de pie. Es de otro tiempo: el marcador manual y, detrás de la portería, los forofos del club de fútbol 1. FC Union, amontonados y felices. Los cánticos, las banderas, la cerveza. Algo quedó claro ahí, cuando el equipo visitante, el Heidenheim, remontó en el tiempo de descuento un 1-0 y acabó ganando 1-2, y los forofos locales siguieron animando como si nada. Es un lugar singular, un lugar desde el que entender Berlín. Sus cicatrices y su historia. El sentimiento de lo berlinés.
“Siempre a favor, aunque perdamos”, decía uno de estos forofos, Uwe. Vinne, eufórico pese al resultado, entonaba con toda la grada una canción que decía algo así como “amor, amor, amor”... por el club que acaba de perder.

Jack Lang, famoso ministro de Cultura francés, dijo una vez: “París siempre es París. Berlín nunca es Berlín”. En Berlín —capital del III Reich, campo de ruinas de 1945, partida por el Muro hasta 1989, después en perenne reinvención, “llena de vacío”, según el escritor Vincenzo Latronico—, lo permanente es el cambio. Durante la Guerra Fría, en el Berlín Occidental reinaba el Hertha BSC. En el Oriental, el Dynamo: el equipo de la Stasi, la policía secreta de la dictadura comunista. Pero había otro equipo en el sector oriental: la Union. Pequeño comparado con su intimidante rival, el Dynamo, el equipo del Gobierno, era el preferido de los disidentes y los rebotados del sistema.
“En Berlín nada está esculpido en piedra”, reflexiona en la grada vacía del FC Union, Jacob Sweetman. Este músico inglés se vino a Berlín hace años y cuenta que echó raíces gracias a la afición al club, para el que trabaja. “Todo es posible aquí”. Y todo ha cambiado. El Dynamo languidece en la categoría regional y desde los años 90 se le identifica con los hinchas neonazis. Hay un paralelismo con la Alemania oriental, antes comunista; ahora feudo de la extrema derecha. El Hertha bajó a Segunda, aunque juega en el imponente Olympiastadion, donde Hitler organizó los Juegos de 1936. Ya es historia... Moshe, turista israelí que asistía a un Hertha-Kaiserslautern, lo corroboraba: “Para mí es un estadio más. Estoy aquí por el deporte”.

Que todo es posible, lo demuestra que en 2025 el número 1 sea indiscutiblemente el FC Union, rara avis en el deporte globalizado y millonario. “Una comunidad que luchaba por mantener la esencia en un deporte que a pasos agigantados estaba perdiendo su autenticidad”, como escribe el zaragozano Alberto Doblaré al repasar su historia en el libro Pasión de hierro. Es el único equipo berlinés en Primera: el verdadero ganador de la reunificación. Quizá porque encarna el espíritu de la ciudad “pobre, pero sexy”, como decía un alcalde a principios del milenio. O representa su espíritu rebelde. ¿Político?
No hay una línea política, responde Christian Arbeit, director de comunicación del FC Union: “Cualquiera que siga los principios humanistas y democráticos es bienvenido”. El ambiente, un día de partido en las gradas de Köpenick —un posible lugar donde hallar la huidiza esencia de lo berlinés—, lo acredita.
Pero hoy todo es política, y algunos alegan que el club cultiva en exceso la identidad germano-oriental. O critican que, entre sus espónsores, figure un medio de comunicación como Berliner Zeitung, al que creen complaciente con el Kremlin.
“Para mí, hay límites”, se queja el historiador Ilko-Sascha Kowalczuk, hincha veterano, crítico con la línea del club y distanciado por estos motivos. “Como berlineses, no siempre lo tenemos fácil con el fútbol”.

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