La oportunidad perdida
La vieja excusa de los aficionados culés de no ir al estadio por los precios o la falta de abonos ha quedado demolida en dos años y medio mientras la piqueta derruía el Camp Nou y no se llenaba Montjuic


Alguien publicó hace poco en X una imagen que partía el corazón. Y eso que la porquería cósmica que circula en la red social de Elon Musk puede provocar un infarto cada dos segundos. Una mujer con una suerte de peto gris se paseaba por la pista de atletismo que rodea el césped del estadio Lluís Companys. La empleada del club, gesticulaba con un brazo arriba y abajo animando a la grada y con el otro, sujetaba un cartel con los colores blaugrana donde se leía en catalán: “Levanta tu bufanda”. Como esos regidores de los programas de la tele que animan el cotarro para que parezca que todo el mundo lo pasa en grande con las ocurrencias del presentador. ¿Qué será lo siguiente, que regalen un bocadillo y paguen el autobús?
Todos los clubes se embarcan en su propio proyecto de recinto futurista. La NFL, los conciertos de Aitana, el mejor estadio Mundial de España, la velada de Ibai Llanos. Si fuera presidente, me preocuparía más el enganche de la grada con el equipo que rentabilizar el espacio el 90% del tiempo con asuntos ajenos al fútbol. Es una gran noticia el regreso del Barça al Camp Nou el próximo sábado, pero el periplo de dos años y medio oculta asuntos mucho más preocupantes que las deposiciones de paloma que se colaban en las planchas donde se preparaban los legendarios bocadillos de butifarra en el viejo estadio. Y, por supuesto, de la necesidad de generar todavía más ingresos.
El traslado a Montjuic, lejos de poder utilizarse como argumento factual para quedarse en casa (el frío, las escaleras mecánicas que no funcionan, el sursum corda...), ha demolido aquella vieja excusa de determinados culés para no ir al estadio. Es carísimo, no hay abonos, no hay entradas. Cualquiera podía haber sido socio estos dos años o ir a partidos puntuales. ¿Hay algo más emocionante que ver a tu equipo en directo? Especialmente si vives en la ciudad donde juega tu club, las entradas son accesibles, puedes ir andando o en transporte público con tu familia o amigos y los encuentros son de la magnitud de los que juega el Barça. ¿Cuál podría ser el obstáculo? ¿Un desapego a lo presencial? ¿Un rechazo a Montjuic, atalaya de la ciudad y corazón del glorioso momento de los Juegos Olímpicos del 92?
El Barça tiene 140.000 socios, de los cuales 80.000 tienen asiento. El traslado a Montjuic iba a dejar a la mitad sin abonos. Un problemón. Pero aún así, solo lo mantuvieron poco más de 21.000 y casi nunca se llenó el estadio. Hemos pasado de tener fondos infectados por mafias y delincuentes a convertirlos en “espacios de animación” sin alma. Sin aficionados. A veces, sin gente. Lo verdaderamente importante son los palcos VIP.
El año pasado, en una gran temporada, a punto de llegar a la final de Champions, con un Lamine Yamal en pleno apogeo y haciendo olvidar por primera vez la pesadilla de la marcha de Messi, muy pocos aprovecharon la oportunidad histórica que brindaban las calamidades de la constructora Limak. Tal vez se acuerden el sábado en el flamante regreso al Camp Nou contra el Athetic de Bilbao, cuando la entrada más barata cueste 199 euros y 589, la más cara.
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