Raúl Ramírez, un portero aplicado y un apasionado del deporte en todas sus facetas
El chico, fallecido el lunes, entrenaba a porteros, era monitor en campamentos de verano y estudiaba Ciencias del Deporte


Cuando a María José y a Emilio, los médicos, les comunicaron que su hijo, Raúl Ramírez, de 19 años, estaba en muerte cerebral después del golpe que sufrió en el campo del Crucero, durante el partido entre el Revilla y el Colindres, se les vino el mundo encima, pero también conservaron la entereza suficiente como para acceder a donar sus órganos, que podrán paliar el sufrimiento de otras familias angustiadas.
La muerte de un joven de su edad siempre parece antinatural, por eso ayer, a primera hora de la tarde, en las afueras de Santoña, sus amigos del pueblo y sus compañeros del equipo de Tercera Federación por el que había fichado este verano, seguían incrédulos, a las puertas del tanatorio en el que se vela su cuerpo, que será incinerado después del funeral en su recuerdo que se celebrará a mediodía de hoy en la parroquia de la Virgen del Mar de su localidad natal. La esquela en la que se daba cuenta del óbito lo anunciaba desde las cristaleras de tiendas y bares del pueblo.
Raúl, uno de los dos hijos de una familia de clase media de la localidad marinera de Cantabria, vivía en la actualidad en Santander, por motivos deportivos y académicos. Había comenzado a jugar al fútbol en el Santoña Club de Fútbol, el equipo de su pueblo, pero después fichó por el Atlético Perines, de Santander, y tras su último año de juvenil fue reclutado por el Colindres, en las cercanías de Laredo. No dejó de tener lazos con sus orígenes, ya que la temporada pasada compatibilizó la competición con el puesto de entrenador de porteros del club. En la actualidad hacía lo mismo con los jugadores del fútbol base de su nuevo equipo.
Raúl era además alumno de la Universidad Europea del Atlántico, donde estudiaba segundo curso de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Los profesores, entre ellos la campeona olímpica en Río de Janeiro, Ruth Beitia, sus compañeros y el resto de los alumnos del campus universitario, le despidieron ayer con una concentración silenciosa a las puertas de su facultad.
Las redes sociales muestran a un Raúl activo e inquieto, que entre las dos últimas campañas futbolísticas, y antes de coger unos días de vacaciones junto a su pareja Ariadna, participó como monitor en el campamento El Veranuco de Santoña. “Raúl llegó con paso discreto, pero enseguida mostró ser completo. Joven, brillante y siempre al cuidado, corrige, mejora… ¡y nunca desatado!”, escribían los responsables de las colonias veraniegas. “Con los peques juega sin descanso, y les da cariño a cada paso. Siempre presente, atento y leal, Raúl es, sin duda, un 10 total”.
El Ayuntamiento de Santoña, en el que su madre María trabaja como administrativa, también expresó sus condolencias, como el de Colindres, que decretó tres días de luto.
Tanto fuentes de la Federación de Cantabria, como de los clubes que jugaban el partido en el que Raúl perdió la vida, lo atribuyen la muerte de Ramírez a una fatalidad, y más todavía tras conocer que padecía una malformación no detectada previamente, dos aneurismas cerebrales, que precipitó el desenlace.
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