Cómo Hansi Flick aprende a tomar el control: el técnico discreto que domina la escena
El preparador alemán, campeón de la Liga con el Barcelona, logra dominar la táctica del equipo y la autoestima del vestuario con su cercanía, gestionar la política del club y seducir al entorno azulgrana

Después de ordenar a todos sus jugadores que se marcharan a celebrar el título de la Liga al vestuario del estadio del Espanyol —al que derrotaron por 0-2 para ganar el campeonato—, Hansi Flick cedió el protagonismo a la plantilla. Se quedó en un segundo plano, sin más focos que cuando se dejó mantear por sus muchachos y que una conversación distendida con Joan Laporta sobre el distinto trato que le propició la plantilla: a uno, discreto, lo buscaron para elevarlo por el aire; al otro, omnipresente, lo encontraron para mojarlo. “Su relación con Jan explica cómo Hansi entendió el club. Con un presidente demasiado presente, Flick siempre mantuvo distancia. Laporta nunca le cuestionó nada”, explican desde la directiva.
Bastó la noche en la que se ganó la Liga para entender a Flick en el Barça: corrigió tácticamente al equipo tras un primer tiempo sin brillo, entendió cómo había que gestionar las celebraciones en el césped de Cornellà y conservó la distancia justa, ni tan cerca ni tan lejos, respecto de los mandamases, como también con los jugadores. Y, como si fuera poco, controló el discurso en la sala de prensa: “Es el triunfo de todos. Sabemos lo que había pasado aquí hace dos años [la invasión de campo de los radicales del Espanyol cuando el Barça de Xavi celebraba la Liga]. Había que tener respeto por los rivales”. Flick, en definitiva, controló la escena, la deportiva y la no deportiva, fundamentos indispensables para ganar en el Barça.
Flick cumplió 60 años al frente de un banquillo caliente como el culé. Un tipo experimentado con dos experiencias imposibles de no interiorizar para el técnico: la selección alemana y el Bayern.
En el Mundial de Qatar, obligó a un tipo hasta entonces apolítico a gestionar política: el brazalete del arcoíris de Manuel Neuer. “Es una pena que ya no podamos defender los derechos humanos”, se quejó antes del estreno de la Mannschaft ante Japón. A la expedición alemana la condicionó la carga ideológica y Flick lo padeció. Un aprendizaje clave para un club cargado de política e ideología como el Barça. El alemán sorteó cada uno de los conflictos extradeportivos: desde las polémicas inscripciones de Dani Olmo, hasta los embistes contra LaLiga.
Hansi Flick se enteraba de todo sin obsesionarse con nada. “Lee lo que se dice en Alemania y tiene gente que le controla lo más importante de lo que se dice aquí”, resumen desde el área deportiva. La relación con la prensa es otro de sus cambios. Mientras que su paso por Alemania era tan cercano como accesible, en Barcelona solo se ha limitado a ser cercano.
Igual de cálido con los periodistas que con los aficionados, ciudadano ejemplar del barrio de Sant Gervasi, Flick ha sido impenetrable. “En la intimidad ya puede hablar en castellano, pero prefiere manejarse en inglés”, cuenta un empleado. Es su manera de mantenerse presuntamente aislado, cuando sabe que no lo está.
Si en Alemania padeció la política externa, en el Bayern, la interna. Su enfrentamiento a Hasan Salihamidzic, director deportivo, precipitó la salida de un club en el que había conseguido el sextete en 2020. “Piensan de forma demasiado diferente”, reveló, en su momento, su amigo Matthäus.
En el Barça ocurrió justo lo contrario: es clave su relación con Deco. “Sabíamos que, mejorando el entrenador, la cosa podría cambiar”, alertó el director deportivo. Fue justamente Deco el primero en tomar contacto con Flick. En mayo de 2024, Deco viajó a Londres para encontrarse con él. En esa reunión, Flick se presentó con un informe detallado de la plantilla azulgrana. Explicó los detalles y roles a cambiar, además de mostrar un conocimiento profundo de los canteranos más importantes. Flick no solo había estudiado al Barça, también había pasado por el oráculo: visitó a Guardiola en Mánchester. Cuando regresó a Barcelona, Deco concluyó: “Este tipo es un entrenador de fútbol”.
Había aspectos, en cualquier caso, que le inquietaban a los responsables de la dirección deportiva: “Según los informes, no era un genio táctico”, cuenta un empleado del área deportiva azulgrana. Gündogan, por entonces, en el club, y Ter Stegen validaban esta teoría. El fuerte de Flick, en cambio, era la gestión del vestuario. Pero en los despachos surgió otra pregunta: “¿Un gestor que no habla español?”. La distancia del idioma la acortó con el lenguaje no verbal: cariñoso, cercano, sincero. “A un grupo de jóvenes con un hambre de locos, los lideró un técnico paternalista, ambicioso y trabajador. La tormenta perfecta”, explica un directivo.
De entrada, reinaron las reglas claras. A jugadores como Koundé, Iñaki Peña y Fort se los sancionó por llegar tarde a tiempo a las charlas técnicas. Después, tejió un contacto individual. A Ansu Fati, por ejemplo, le preparó un vídeo motivacional tras el mercado de invierno; mientras que, a jugadores como Araujo y Eric García, habituales suplentes, siempre les fue honesto y claro respecto de sus intenciones. “No puedo quejarme de nada. Siempre me fue de cara”, le comentó el uruguayo a su entorno.
En un grupo de 23 jugadores, sin embargo, no faltan los discrepantes. Están los que creen que las normas eran estrictas hasta que las rompía Lamine Yamal —“¿Qué hubieras hecho tú? ¿Dejabas fuera al niño?”, replican desde la directiva—, como también los que se sintieron traicionados como Iñaki Peña. “Lo defendió más de la cuenta. Los informes decían que Szczęsny tenía mejores números. Iñaki le dio la excusa perfecta cuando llegó tarde”, aclaran desde el área deportiva. También alzaron la voz los conocidos como las cuatro F (Ferran, Fati, Fermín y Fort). “Hay un grupo de 13 o 14 jugadores en los que confía y el resto vamos por detrás”, se quejaba uno de los relegados.
Solo nueve jugadores disputaron más del 50% de los minutos. Es decir, más de 2.610 minutos. Flick, por su parte, no lo analiza de la misma manera. “Tenemos a 17 o 18 jugadores enchufados”, comentó. Y, según refuerzan desde el área deportiva, bastaba con ver la calidad e intensidad de los entrenamientos para refrendar la tesis del técnico. “Por más buen ambiente que haya en una plantilla, los suplentes siempre quieren jugar más. Es normal”, concluían desde la dirección deportiva.
Más allá de Lewandowski, un tipo solitario hasta que apareció Szczęsny, el grupo azulgrana siempre se ha mostrado unido. Pocos ejemplos más claros que el paseo público en bicicleta de Olmo, Eric, Iñigo y Pedri tras ganar la Liga para visitar a Ferran Torres, operado de apendicitis en el Hospital de Barcelona. También hay otros menos virales, como los consejos de vida de Araujo y Raphinha a Lamine o el apoyo incondicional de Balde a Ansu Fati. “En el vestuario hay un ambiente especial. Se cuidan entre ellos y eso me encanta”, concluye Flick.
A nadie le sorprendió la capacidad del técnico para regenerar un vestuario hundido con Xavi. “Hansi ha cambiado a este equipo”, coinciden los líderes del grupo. Pero resultó que el cambio fue anímico, pero también táctico. Y, en ese aspecto, sí se sorprenden. “Es verdad que algunos de nosotros contactamos con jugadores del Bayern y de la selección que conocíamos para preguntar por Hansi. Las referencias no eras espectaculares, pero aquí hemos trabajado muy bien”, explican las mismas fuentes del vestuario.
Flick ha dedicado muchas horas a plantar una línea defensiva con una altura media de 34 metros. “Al principio, daba vértigo. Pero creo que lo hacemos muy bien”, dice Pedri. Y, como si fuera poco, a partir de esfuerzos colectivos y charlas individuales, Flick ha logrado explotar la mejor versión de Raphinha, De Jong y Koundé en el Barcelona. Pedri volvió a ser Pedri, protegió a Lamine y Lewandowski recordó su relación con el gol (40).
Ha dominado la táctica del equipo y la autoestima del vestuario, ha gestionado la política del club y ha seducido al entorno. Todo con la misma receta con la que ha controlado a un tipo difícil de controlar como Laporta: un poco lejos, un poco cerca. Lo que no pudieron hacer dos leyendas como Koeman y Xavi, lo hizo un técnico alemán sin más pasado como azulgrana que su admiración por Cruyff: para dominar la escena del Barcelona, Laporta descansó en Hansi Flick.
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