Retorno al pasado en las pruebas de sexo para los Juegos Olímpicos: el COI planea vetar a las trans y otras atletas con elevados índices de testosterona
La presidenta del Comité Olímpico Internacional, Kirsty Coventry, dispuesta a retomar los test genéticos abandonados hace más de 30 años “para evitar sufrimiento humano”


Unos días antes de inaugurar en Milán el viernes 6 de febrero los Juegos Olímpicos de Invierno, la presidenta del Comité Olímpico Internacional (COI), Kirsty Coventry, tomará seguramente su primera gran decisión al poner en marcha un test genético mediante una prueba PCR que determine el sexo biológico de todas las mujeres que se clasifiquen para participar en futuros Juegos Olímpicos. Seguirá el COI la senda marcada en julio pasado por World Athletics (WA), la federación internacional de atletismo, que obligó a las 1.015 mujeres participantes en los pasados Mundiales de Tokio a superar un PCR SRY que identifica el gen del cromosoma Y, el que marca la masculinidad. Quedarán eliminadas de la competición deportiva a nivel internacional en la categoría femenina de cualquier deporte aquellas que no lo superen, sean atletas transgénero, sean atletas con variaciones de las características sexuales (DSD), mujeres a las que se asignó el sexo femenino al nacer pero poseen cromosomas masculinos, mujeres como Caster Semenya, la campeona olímpica surafricana, o Imane Khelif, la boxeadora argelina medallista de oro en los Juegos de París.
Justamente, la gran repercusión que tuvo en los pasados Juegos la victoria de la boxeadora argelina ha sido una de las razones por las que Coventry creó una comisión de estudio cuyos miembros son secreto y presidida por la nueva responsable médica del COI, la remera olímpica canadiense Jane Thornton. Su experiencia deportiva y la de Coventry, campeona olímpica de natación en 2004, también influye en su determinación reguladora.
“Nunca ha habido una mujer transgénero que haya tenido éxito a nivel internacional en el atletismo”, dice Joana Harper, atleta transexual canadiense, doctora en Ciencias del Deporte e investigadora en la Universidad de Ontario. “Creo que la razón de la política de WA y la posible ampliación al COI es más política que científica. En muchas partes del mundo, como el Reino Unido o Estados Unidos, donde Donald Trump ha anunciado que no dará visado de entrada para los Juegos de los Ángeles a deportistas trans, ha habido un movimiento político importante contra las mujeres transgénero y WA también ha utilizado ese entorno político que existe debido a eso para justificar la eliminación tanto de las mujeres trans como de las mujeres con DSD de su deporte”.
Uno de los puntos principales del programa de Coventry, que ganó en marzo las elecciones a la presidencia olímpica, era el de “protección de la categoría femenina”, es decir, acabar con la habitual política abierta del COI, que nunca imponía, sino que dejaba libertad a las diferentes federaciones para imponer sus reglas, y la norma más aceptada era un umbral de testosterona natural, la hormona masculina: quien lo superara quedaba excluida. Tanto las mujeres transgénero como las DSD debían medicarse con estrógenos para no superarlo. Si las mujeres trans lo hacían sin mayores problemas por su deseo de ser lo más mujeres posibles, las DSD, como Semenya, sufrían graves trastornos físicos y psicológicos, y terminaron abandonando la competición. Pese a eso, WA unificó ambas categorías en términos normativos, y el COI parece querer seguir la misma política. Hasta ahora, solo otras dos federaciones internacionales, la de esquí y la de boxeo, han anunciado su intención de hacer obligatorio el control de sexo, una práctica que el deporte olímpico había abandonado a principios de la década de los 90 del siglo pasado.
Las razones del abandono de las pruebas de sexo las sintetizaba el genetista finlandés Albert de la Chapelle en una carta privada enviada en 1988 a la atleta española María José Martínez Patiño, a quien se prohibió competir por tener un cromosoma Y pese a que su organismo es insensible a la testosterona, que no le proporcionó ningún efecto anabolizante ni de superioridad muscular, velocidad o potencia. “Su caso y el de muchos otros es un trágico ejemplo de la insuficiencia del procedimiento de detección sexual. Durante muchos años, yo y otros científicos hemos intentado convencer a las organizaciones deportivas de que abandonen la detección de cromatina sexual para evitar que se repitan errores de este tipo”, le escribió De La Chapelle a Patiño, que usó esta carta para lograr su rehabilitación por la federación de atletismo.
“Lamentablemente, las organizaciones deportivas, en particular el COI y la IAAF [anteriores siglas de la internacional de atletismo], aún no han decidido abandonar la detección de cromatina sexual. Se han negado a hacerlo incluso después de haber recibido fuertes presiones por parte de organizaciones científicas, que han aprobado resoluciones pidiéndoles que reconsideren sus procedimientos para evitar más sufrimiento humano”. Respondía así De la Chapelle a la petición de ayuda de la atleta gallega, quien le había escrito unos días antes.
“Un médico, miembro de la expedición española, le contó a un periodista que había dado positivo en el control de sexo”, le relató Martínez Patiño. “El periodista publicó la noticia en periódicos y revistas, en la televisión, etc. Y, como resultado, todo el mundo se enteró. Mi federación no me apoyó y me expulsaron de la residencia deportiva (el lugar donde vivía). Dejé la universidad y tuve que ponerme a trabajar porque no tenía dinero para vivir. Perdí a mis amigos y mi novio me dejó cuando se supo lo ocurrido. Doce años de duro trabajo para nada. Pensé que me iba a morir. Perdí mi licencia y mis actuaciones. Parecía que era un hombre en lugar de una mujer... Entiendo que es muy difícil obtener una modificación de la IAAF, pero creo que no es imposible teniendo en cuenta los casos especiales. Espero que mi sacrificio no caiga en el olvido. Mientras viva, seguiré luchando. Pero estoy sola. Necesito su ayuda. Necesito su apoyo. Conozco profundamente sus trabajos basados en investigaciones médicas sobre el tema en Cell, JAMA, Lancet. He enviado una carta al Sr. Samaranch y tengo el reconocimiento del Rey de España. Me gustaría que este caso fuera conocido por especialistas en genética y medicina deportiva. Los médicos me han dado el impulso para seguir luchando y han dicho que mi descalificación no es justa; los resultados lo confirman: soy realmente una mujer, pero mi federación no me deja participar en competiciones con mujeres. Por favor, señor, necesito su ayuda... Me pregunto cuáles son mis posibilidades y si es posible, antes de morir, competir... Seguiré luchando y espero encontrar a alguien en el mundo que me ayude... Usted es mi mejor y más importante ayuda. No tengo nada que ocultar. No he engañado a nadie; y me sentí avergonzada y humillada... Lo he perdido todo y necesito su ayuda”.
Ambas cartas aparecen publicadas en un artículo en la revista científica Frontiers dirigido por la científica Silvia Camporesi, de la Universidad de Lovaina, y en el que ha colaborado el investigador de la Universidad de Valladolid Jonathan Ospina. Se oponen a las pruebas genéticas, y explican sus razones: “En primer lugar, al referirse a las pruebas femeninas específica y exclusivamente como pruebas para mujeres, se da a entender que la organización da prioridad al sexo biológico, y no al género, a la hora de considerar la elegibilidad. En segundo lugar, fusiona las normas para las mujeres con variaciones de las características sexuales y las mujeres transgénero en un único conjunto de normas, ignorando las diferencias entre estos dos grupos de atletas femeninas. Por último, supone el regreso de las pruebas de sexo sistemáticas para todas las atletas de élite que compiten en atletismo, una práctica que terminó en la década de 1990 por buenas razones, dadas las importantes objeciones legales, éticas y culturales expresadas por una miríada de organismos médicos y científicos, así como por atletas que compartieron valientemente sus experiencias”.
Si el COI aprueba la puesta en marcha de los controles en la sesión de Milán con vistas a los Juegos de los Ángeles 28, los problemas a los que se enfrentará, si supera los ideológicos, serán de tipo práctico, y con ellos ya ha chocado WA, que después de su éxito con los test a las atletas senior en Tokio ha debido retrasar hasta marzo la realización de las pruebas a las atletas que puedan participar este verano en el Mundial sub-20 de Oregón. Algunas de ellas no habrán cumplido los 18 años, por lo que la federación necesitará un protocolo para el consentimiento informado de su familia y la creación, como mínimo, de un equipo de consejo psicológico para atender a las jóvenes que descubran, como le ocurrió dolorosamente a Martínez Patiño en 1988, que para el deporte ellas no son mujeres como las demás.
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