Sydney McLaughlin y las otras dos campeonas del mundo de velocidad que amenazan el récord prodigioso de Marita Koch
La estadounidense, Paulino y Naser, tres de las mejores de la especialidad, se empujarán en la final de los 400m para batir una plusmarca que va a cumplir 40 años: 47,60s


Cuando llegan los tiempos más oscuros, y desactivado el choque de los siglos de los siglos del 1.500m masculino, el 400m femenino es un rayo de luz y de contraste de bellezas atléticas que este jueves (15.24 en España, siete horas más, noche cerrada y asfixiante, en Tokio) deslumbrará con brillo LED. Entre las ocho finalistas, tres de las mejores siete de la historia, tres que han descendido por debajo de 48,50s (y solo ocho lo han logrado en los últimos 42 años), tres estilos, tres vidas, tres mujeres capaces de conseguir, tres semanas antes de que cumpla 40 años, batir el récord imposible de Marita Koch, gacela de la RDA que el 6 de octubre de 1985, en Canberra, lo dejó en 47,60s. Un logro que va mucho más allá de la consecución de un título mundial que las tres, además, ya poseen. Tokio, el mundo del atletismo, contiene la respiración.
Se trata, por orden de presentación, de Marileidy Paulino, calle 9, la dominicana de largas piernas a lo Marie José Pérec y carrera natural y expresiva. Su rival, dice Paulino, de 28 años, doble campeona mundial de 400m y actual campeona olímpica, que en la final de París se acercó hasta a 57 centésimas del récord (48,17s), se llaman Omega y Seiko, los cronómetros de los grandes campeonatos. Su sueño, los 46s utópicos.
Por la calle siete, Salwa Naser, nigeriana con pasaporte de Bahrein, velocista de carrera mecánica, casi prusiana, atenta a la geometría del cuerpo, casi marioneta, que para ganar el Mundial de Doha de 2019 se acercó al récord casi hasta quemarse con 48,14s, tercera mejor marca de la historia desde entonces.

Por la calle cinco, con visión perfecta de las otras dos, que parten más adelantadas en la curva, la favorita de la afición y de los especialistas, la norteamericana Sydney McLaughlin, de 26 años, que en las semifinales del martes, dejándose ir los últimos 30 metros para guardar fuerzas para el empeño final del jueves, batió el récord de Estados Unidos de la gran Sanya Richards con una marca de 48,29s. Especialista en los 400m vallas, ha batido el récord de la especialidad en las tres grandes finales que ha ganado: 51,46s en los Juegos de Tokio; 50,68s, en los Mundiales de Oregón 22, y 50,37s, en los Juegos Olímpicos de París. Sibarita de las pistas, planificadora extrema, ejecutora perfecta de lo estudiado, este año, de acuerdo con su entrenador en Los Angeles Bob Kersee, el hombre que guio a Florence Griffith y Allyson Felix, entre otras, ha decidido perfeccionar todos los detalles para convertirse en la mejor de la historia también en los 400m lisos.
McLaughlin es la favorita de los especialistas como Valentín Rocandio, velocista de 10,45s en los 100m hace 40 años y actual entrenador en San Sebastián de dos de los jóvenes con más futuro de la velocidad española, Ander Garaiar (10,28s a los 18 años) y Aitana Rodrigo, que forma parte del relevo español en Tokio. “Sydney lo tiene en las piernas”, dice en Rocandio, que hace que los números hablen, la biomecánica y la anatomía, el cogollo del asunto, mientras los aficionados se emboban sinestésicos con su deslizar sedoso, silencioso, como si corriera flotando en las nubes, el envoltorio que los magnifica. “Sydney tiene un tobillo prodigioso que es lo que le da esa sensación de deslizar sobre la pista sin esfuerzo. Su ciclo de carrera es fluido y circular. Las zapatillas de placa de carbono tienen al final efecto catapulta, con lo que se está viendo una tendencia a correr más equilibrados los dos 200m. Así (21,22s y 21,96s) batió el récord Michael Johnson (43,18s), mientras que Wayde van Niekerk (20,58s y 22,45s) fue su antítesis en su 43,03s”.
La clave fisiológica es no alcanzar nunca un pico exagerado de velocidad que precipite la subida del lactato y genere una pájara antes de acabar: la progresión progresiva. “No creo que se cebe en el primer 200m. Johnson en Sevilla ganó e hizo su 43,18s siendo el tercero en cuanto a velocidad pico de esa carrera, pasó por el 200m casi dos segundos por encima de su marca en 200m (19,32s)”, explica Rocandio, que encuentra la ventaja fundamental de la californiana en su rígida educación de vallista. “Ella no es tan rápida, pero el 400mv le obligaba a ser más conservadora en la primera parte y creo que sabe que esa distribución le va a funcionar también en el liso”.
Marita Koch siguió un patrón similar al del sudafricano van Niekerk para su 47,60s (22,47s y 25,13s), con un segundo 100 (10,77s lanzado) exagerado. En la semifinal de Tokio, para su récord norteamericano de 48,29s, McLaughlin corrió bastante equilibrada (23,42s y 24,47s). “Pero para batir el récord no tiene que pasar mucho más rápido el 200m. Con pasar sobre 22,60s/22,80s puede valer. Incluso podría hacerlo pasando a 23,00s”, analiza Rocandio. “Según un modelo basado en datos estadísticos de otras carreras femeninas para hacer 47.50, los tiempos de paso de cada 100 serían: 11,64s – 11,07 (22,71s) – 11,78s - (34,49s)- 13,02s. Sin embargo, creo que va a intentar más una distribución del esfuerzo más propia de hombres, en parte porque nunca ninguna mujer ha corrido a ese ritmo, y que los parciales serán de este estilo: 11,92s - 11,02s (22,94s) -11,64s (34,58s)-12,92s, con un paso del 200m y del 300m más controlado que el de Koch”.
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