España alcanza las semifinales del Mundial de waterpolo tras vencer a Holanda en los penaltis
La selección se adelanta 7-2 pero no logra resistir la rebelión de Lieke Rogge, que mete seis goles y empata 11-11 a falta de 30 segundos para el final


Fuera del agua es un sueño de Johannes Vermeer. La sonrisa de Zaandam, los molinos de colores, el cielo primaveral de una pintura inmortal. Sumergida bajo el gorro de látex se transfigura en depredador de las profundidades. Su nombre es Lieke Rogge, tiene 25 años, y este sábado se convirtió en una catapulta humana capaz de emerger, encontrar apoyos en el líquido, y arrojar nueve misiles contra la portería de España. Seis fueron dentro. Un estropicio que no solo frenó en seco la embestida inicial de las españolas, sinfonía de creatividad y orden, que se habían puesto 7-3 en el segundo cuarto. Los goles de Rogge llevaron el partido a un empate 11-11 que a falta de 30 segundos resultó irrompible. España solo pudo alcanzar las semifinales del Mundial de Singapur después de la tanda de penaltis: 4-2 gracias a un palo y a la parada de Martina Terré, que se quedó con el tiro de Maartje Keuning.
Como en las semifinales de los Juegos de París, otra vez Holanda empujó a España al embudo de los penaltis. “Ha sido un flash-back de los Juegos”, dijo Paula Camus, que lloró con la cara entre las manos, sentada junto a Paula Leiton, que también lloraba de tanta rabia acumulada por haberse dejado remontar. “Las que llevamos más tiempo en la selección sabíamos que Holanda lucharía hasta el final. Pero nosotras no nos rendimos nunca”.
“Al principio parecía que íbamos viento en popa…”, dijo al salir de la piscina Martina Terré, la portera, a la fuerza transformada en heroína del pase a la semifinal, que se disputará contra Hungría, el próximo lunes (15:45, Teledeporte). Con viento en popa comenzó a jugar España cuando Nona Pérez le puso un balón a Paula Cresí, su compañera del San Andreu, para que atravesara una línea de tres holandesas y marcara el 1-0 como si la oposición no existiera.
Hasta el segundo cuarto, España se aprovechó de la timidez de los ataques de su rival. Holanda fue imprecisa en los pases y se distrajo en los repliegues. Terreno propicio para un recital de las españolas, dirigidas por la joven Elena Ruiz en una marea inagotable de combinaciones y dinamismo que casi siempre culminaban con éxito en la mano derecha de Bea Ortiz. Y Bea no fallaba. Giros de muñeca, amagues, lanzamientos sutiles, recital de globitos sobre la cabeza de Buis. El contragolpe que desembocó en el 7-2 tras medir frente a frente a la portera holandesa fue un reflejo del genio de la nadadora de Tarrasa lo mismo que del desconcierto de la oposición.
Solo el descanso y la intervención del entrenador, Evangelos Doudesis, cambió el rumbo del partido. La portera titular, Buis, fue reemplazada por Britt van den Dobbelsteen, y aferradas a una nueva sensación de seguridad, ilusoria o real, las holandesas se lanzaron a nadar con más energía. La desesperación las hizo más ágiles y los árbitros colaboraron con 14 expulsiones de españolas por cuatro holandesas. En superioridad, contra unas adversarias que daban señales de agotamiento, contra brazos más hundidos, Lieke Rogge se volvió implacable.
Bola patinadora
Ani Espar y Nona Pérez no consiguieron cerrar el hueco por el que Rogge les coló un balón tocado por un efecto de bola patinadora. La bala rebotó en la superficie y sorprendió a Martina Terré para inscribir el 11-10 en el marcador. En el siguiente ataque, la 14ª situación de superioridad numérica a favor de Holanda, al cabo de un tiempo muerto de Doudesis, Rogge empató el partido y en el banquillo español las chicas se agarraron la cabeza.
La angustia, la desesperación, el dolor de tener que volver a casa en el primer partido eliminatorio del Mundial, atormentó el orgullo de las campeonas olímpicas y brindó a Holanda una gran oportunidad de revancha. España se puso en manos de Martina Terré. La portera de 22 años, que paró un total de nueve tiros de 20, no perdió la extraña serenidad con la que vive estos dramas. Sus compañeras lloraban en la esquina, frustradas por haber permitido la remontada, apelotonadas en el banquillo, mirando el show o tapándose la cara. Ella, como si todo fuese anecdótico, se quedó con la pelota de Keuning y esperó a que Ariadna Ortiz metiera su gol. Las semifinales esperan el próximo lunes.
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