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Tom Daley: “Sin salir del armario no habría ganado el oro olímpico”

El saltador inglés, que presenta el documental de su vida, ‘1,6 Segundos’, reflexiona sobre su carrera de 23 años en la máxima competición

Tom Daley
Diego Torres

“Si no hubiera salido del armario, habría entrado en un bucle descendente”, dice Tom Daley. “No habría sido capaz de ganar el oro olímpico”.

Muchos deportistas ocultan su homosexualidad hasta que se retiran, si es que dejan de hacerlo. El saltador de natación más popular de todos los tiempos, el único en desafiar el monopolio de China y el primero en conquistar cinco medallas olímpicas en la plataforma de 10 metros, prefirió hacer pública su orientación sexual cuando todavía no alcanzaba el pico de su potencial competitivo. Tenía 19 años en 2013 cuando rechazó la consigna de su agente comercial y le dijo que le importaba un bledo si los fans y los patrocinadores de Oriente Medio se disgustaban. Su vídeo en Youtube provocó una conmoción en el comité olímpico del Reino Unido.

“Camino de los Juegos de Londres me sucedieron muchas cosas”, explica. “Mi padre, que había sido mi gran apoyo en todas las competiciones, acababa de morir. Tenía que competir en unos Juegos ante la afición de mi país al tiempo que intentaba descubrir mi sexualidad... Cuando tienes 17 años todavía estás descubriendo quién eres. Tener que hacerlo bajo el escrutinio público y bajo tanta presión hizo que para mí los Juegos de 2012 supusieran un gran desafío”.

Daley aparece sonriente, cordial y articulado en la pantalla de la entrevista telemática. Viste un jersey de lana bermellón que él mismo ha diseñado para su marca de ropa de punto. Habla en el marco de la presentación de 1,6 Segundos, el documental sobre su vida que acaba de producir HBO Max y que se emite en Movistar. “Sin haber salido del armario no habría sido capaz de competir, ni de ser yo mismo, ni de pensar con claridad”, dice. “En el momento en que pude sentir que era sincero conmigo mismo, sentí que por fin podía vivir. Fue muy liberador. Si hubiera esperado a terminar mi carrera, todo se me habría hecho muy difícil. No habría podido seguir saltando. No me gustaba mentir porque nunca quise que la gente pensara que yo me avergonzaba de ser quien era. Me gusta pensar que hacerme visible y seguir compitiendo al máximo nivel ayudó a muchos chicos a sentirse menos solos”.

Daley, durante la final de equipo mixto de la Copa Mundial de Natación en abril del 2024.

Dustin Lance Black, ganador de un Oscar por el guion de Mi nombre es Harvey Milk, es junto a Daley la presencia más recurrente en el documental. Ambos comenzaron una relación en 2013. Se casaron tras los Juegos de Río en 2016 y tuvieron dos hijos, Robbie y Phoenix, mientras el saltador preparaba los Juegos de Tokio para intentar conseguir el primer oro olímpico de su carrera.

Saltaba desde los siete años, cuando su padre, Robert, su gran mentor, lo llevó al club de saltos de Plymouth, su ciudad de nacimiento. Pero no fue hasta la pandemia, en pleno confinamiento, cuando le asistió una paz interior que hasta entonces no había conocido. “En Tokio mis tics desaparecieron”, dice, evocando el ritual de gestos que repetía antes de lanzarse al vacío. “No fue fácil porque se había convertido en un hábito. Yo siempre había sido muy supersticioso. Creía que si no repetía una serie de gestos antes de saltar, tendría mala suerte. Y cuando suspendieron los Juegos por la pandemia en 2020 me di cuenta de que no podía controlarlo todo. El afán de control me quitaba muchísima energía. Una vez que comprendí esto, el tic desapareció”. En Tokio, por primera vez, se subió a lo más alto del podio olímpico.

“El matrimonio me liberó”, asegura. “Iba a los entrenamientos sin preocupaciones añadidas. Cuando eres un deportista de alto nivel tienes que afrontar las competiciones lo más enfocado posible. Dejé de distraerme. Me subía a la plataforma siendo yo mismo, con el apoyo de mi marido, de mis hijos, como la persona que realmente era y no como la versión que los demás creían ver. Comencé a saltar como si no tuviera nada que esconder”.

Lance y sus dos hijos acudieron a los Juegos de París el verano pasado, a jalear a Daley mientras lograba la plata en el campeonato de saltos sincronizados desde plataforma de 10 metros. Fue la última vez que el campeón inglés se puso un bañador de competición. La última vez que ganó una medalla desde que se colgó el oro en los Mundiales de Roma en 2009 con apenas 15 años y, probablemente, su momento de mayor plenitud.

Durante la final de saltos sincronizados desde 10m de los Juegos Olímpicos de París, en 2024, Daley mostró una toalla arcoíris.

“Saltar siempre fue algo aterrador para mí”, dice. “Me daba miedo. Me preocupaba hacerme daño. Me golpeé dos veces la cabeza. Es peligroso. A medida que creces, el miedo aumenta porque comienzas a examinar y a comprender más las consecuencias de los posibles errores. Y es una de las razones por las que saltar me encantaba: por la emoción. La adrenalina hace que lo ames y también lo odies, porque genera preocupación antes y después de los entrenamientos. Tu cabeza no se libra de esa voz que te repite ‘tengo que hacer esto, tengo que hacer aquello…’. Ahora que me he retirado me he librado de la preocupación, pero siento que me han arrancado una parte importante de mí. Ahora estoy intentando descubrir en qué consiste esa nueva vida. Estoy muy ocupado con el diseño de moda y con los programas de televisión. Pero nada será comparable a pararme en una plataforma en unos Juegos Olímpicos para intentar ganar una medalla. Nada puede hacerme sentir así”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.
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