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Ser gay en un deporte “de machos”: “Te pones una careta para intentar encajar”

Víctor Gutiérrez, Orlando Cruz y José María River cuentan sus vivencias como deportistas LGTBI en disciplinas masculinizadas y señalan la importancia de los referentes: “Mi único ejemplo era Fashanu, que salió del armario en el 90 y se suicidó en el 98″

Orlando Cruz
Víctor Gómez

Orlando El Fenómeno Cruz tenía 31 años y una mochila cargada de relaciones con mujeres, miedo e incertidumbre a su espalda cuando en 2012 decidió dar un giro a su vida. No sabía si para bien o para mal. Nadie antes lo había hecho en activo en un deporte como el suyo; “machista, rudo, de machos…”. Se encontraba en el puesto número 4 de la Organización Mundial del Boxeo cuando se declaró públicamente homosexual: “Llevaba años viviendo una mentira, una vida que no me pertenecía”, comenta a este periódico. Criado en uno de los barrios más humildes de Puerto Rico, Cruz representó a su país en los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 e hizo carrera en los rings hasta 2019. Desde su salto al vacío, se ha convertido en uno de los principales símbolos de la comunidad LGTBI en Latinoamérica.

Una situación similar experimentó en España una de las caras más conocidas del waterpolo nacional, Víctor Gutiérrez, al convertirse en 2016 en el primer deportista español de élite en deportes de equipo que reconocía públicamente su homosexualidad. “Decidí que tenía que compartir mi historia para transformarme en el referente que yo nunca tuve. Quise ser para alguien lo que nadie fue para mí”, explica. Hoy es secretario de Políticas LGTBI del PSOE y diputado en el Congreso, pero durante su adolescencia vivió su identidad con “mucho miedo” y con “rechazo” hacia sí mismo. Según Anna Vilanova, socióloga deportiva y coautora de un estudio colectivo en esta materia, esto es algo muy común. Especialmente, en deportistas que crecen bajo el yugo de disciplinas con “una masculinidad hegemónica muy marcada”.

“Intenté alejarme lo máximo posible de cualquier rasgo, gesto o forma que me identificase con lo que la gente tiene en la cabeza que es un homosexual”, detalla Gutiérrez. “Desde pequeño escuchas a diario el ‘no tires como un maricón’, así que te pones una careta e intentas encajar en eso que esperan de ti”, prosigue.

Según José María River, fundador del primer equipo de fútbol LGTBI de España después de haber integrado equipos con jugadores eminentemente heterosexuales, cuando estás en el día a día de un vestuario “asumes dichos comentarios como algo natural”. No obstante, Vilanova advierte de que este lenguaje hace una mella evidente en el deportista: “No es una forma de hablar; pone en una situación de inferioridad y debilidad a las personas homosexuales, que piensan: ‘Si eso es malo, yo no quiero ser eso”.

En el ámbito deportivo —que no personal— este problema no cobra tanto peso para los hombres que practican disciplinas históricamente feminizadas, pues “la sociedad da por hecho que son homosexuales”. “Los roles tradicionales de género provocan que esta situación sea distinta para un hombre que realiza patinaje artístico o natación sincronizada, por poner un ejemplo”, matiza Vilanova.

El mencionado constructo social se traduce a su vez en una diferencia notable en el tipo de actividades deportivas practicadas en función del sexo, dependiendo de si dichas actividades son percibidas como “de hombres” o “de mujeres”. Así las cosas, en la última Encuesta de Hábitos Deportivos en España (2022), publicada por el Ministerio de Cultura y Deporte, el 23,8% de los hombres afirmaron jugar al fútbol 11 o al fútbol 7, frente a un 3,8% de mujeres. En contraposición, actividades con música como la práctica de gimnasia suave reunieron al 41,5% de las mujeres, frente al 13,3% que representaron los hombres.

En cualquier ámbito, hacer pública tu sexualidad cuando esta no es la normativa requiere tiempo y un arduo proceso que Vilanova desgrana en tres fases: “fase de descubrimiento, fase de aceptación y fase de hacerlo público”. Según explica, en el caso de los deportistas que se han criado en un ambiente de alto rendimiento con una heteronormatividad muy marcada, es frecuente que la catarsis llegue pasada la adolescencia, al empezar a moverse en otros ambientes. “Es con el paso del tiempo y con la entrada en la universidad cuando veo que hay personas homosexuales y que se puede hablar abiertamente de ello. Comienzo a darme un abrazo a mí mismo y a comprender que no me pasa nada malo”, rememora Víctor Gutiérrez.

Un salto al vacío

No obstante, el periodo que va desde la aceptación hasta la fase de hacerlo público es uno de los caminos más difíciles de transitar. “Generalmente, por los escenarios catastróficos que el deportista imagina en su cabeza”, argumenta Vilanova. “Al final, cabe la posibilidad de que estés poniendo en riesgo tu medio de vida, tu trabajo”, corrobora Gutiérrez. Sin embargo, el estudio realizado por la socióloga catalana, Colectivo LGTBIQA+, salud mental y contexto deportivo: una revisión sistemática, concluye que la mayoría de los deportistas de alto nivel que salen del armario obtienen una reacción positiva por parte de su entorno deportivo. Fue el caso de Gutiérrez, pero también de Orlando Cruz: “Pensaba que iba a ir en mi contra, pero resultó ser al revés. Obviamente, fue difícil, pero estamos en el siglo XXI y hay más mente abierta. El mundo del boxeo me apoyó”, asegura desde Florida, donde actualmente reside junto a su marido.

Rinos F. C.

José María River vivió una situación radicalmente distinta en el fútbol amateur. A los 17 años, y dado su carácter abierto y desenfadado, decidió contar a sus compañeros de equipo, amigos íntimos en aquel momento, que era bisexual. “En un principio se lo tomaron bien, pero luego empezaron a dejarme de lado. Empecé a escuchar ciertos comentarios, a quedarme solo en los ejercicios…”. Ante esta nueva situación, decidió dejar el fútbol: “Fue un palo muy duro, porque con esa edad no comprendes las cosas. Para mí, de lunes a domingo era todo fútbol, fútbol y fútbol. Y esa vida te cambia de golpe. Llegué a pensar que no tendría que haber dicho nada”, reconoce. No es casual. Del estudio realizado por Anna Vilanova también se deduce que la mayoría de deportistas que dan el paso de contarlo son deportistas buenos, que destacan especialmente, pues “se sienten más seguros”.

Aunque en menor medida que hace unas décadas, la violencia que sufre el colectivo LGTBI sigue siendo notoria. Según datos del Ministerio del Interior, el 68,60% de los delitos de odio que tuvieron lugar en España en 2024 guardaron relación con la orientación sexual y la identidad de género de las víctimas. “La primera vez que me llamaron maricón fue con 8 años, y la última ayer mismo, en respuesta a un tuit que publiqué”, comenta Víctor Gutiérrez. También por redes, José María River recibe insultos homófobos con frecuencia: “Comentarios de: ‘Sois unos maricones’, ‘os tendrían que matar a todos’, ‘deberíais dejar de existir…”. Pese a todo, valora positivamente su decisión de contarlo, pues le permitió ser él mismo y se convirtió en el germen de todo lo que vino años después: la fundación del Rinos F. C. —primer equipo de fútbol LGTBI de España— en 2020 y con ella, la creación de un “espacio seguro” en el que jugar.

“Los clubes consideran la visibilidad LGTBI un tema político”

Junto a otros deportes mediáticos como el baloncesto o el tenis, el fútbol masculino es una de las disciplinas en las que menos visibilidad se da a la homosexualidad. “Al final los jugadores representan a clubes que son marcas internacionales y tienen que vender en todo el mundo. No se meten en temas religiosos, en temas políticos… Y consideran, por desgracia, que la visibilidad LGTBI es un tema político”, opina Gutiérrez. Esto deriva en una falta de referentes que, según Vilanova, es una de las razones principales por las que ningún futbolista profesional en activo ha dado el paso recientemente en España. “Cuando yo dije que era homosexual, el único referente que existía en el mundo del deporte era el jugador de fútbol Justin Fashanu, que salió del armario en el 90 y se suicidó en el 98″, esgrime Gutiérrez. Pero en los últimos años esta tendencia ha comenzado a virar. Principalmente, en deportes de competición que no tienen tanto foco mediático. “Empieza a haber un cambio, una creación de nuevas masculinidades. Si tú buscas por internet, encuentras estos role-models”, explica Anna Vilanova.

Víctor Gutiérrez

Orlando Cruz, a quien frecuentemente escriben hombres homosexuales dándole las gracias por su valentía, coincide en la necesidad de dar un paso adelante: “Tenemos que tener más agallas, tenemos que decir: ‘Soy esto, ¿y qué?‘, ‘es mi vida, ¿y qué?”. No obstante, Gutiérrez advierte de que la responsabilidad no debe cargarse a los hombros del atleta: “Muchas veces se pone el foco en los deportistas cuando realmente son las federaciones, los clubes, desde la política, los que tienen que engrasar esa maquinaria para que nosotros, de manera natural, nos sintamos arropados a la hora de dar el paso”, sostiene.

Y para ello, aún queda camino por recorrer. A José María River le faltan manos para contar las veces en que instituciones deportivas u organismos políticos les han tendido la mano para dar voz a su proyecto inclusivo y han acabado reculando. Desde ofertas de filialidad por parte de equipos amateurs hasta actos de concienciación con clubes profesionales: “Es la tónica a la que nos enfrentamos continuamente. Te das cuenta de que a la hora de la verdad siempre se echan para atrás. No quieren problemas”, asegura. Por ello, el incremento de referentes en el deporte, según Gutiérrez, “debe estar respaldado por apoyo institucional, por una educación previa en los clubes, por políticas preventivas, políticas sancionadoras…”. “No es malo amar, no es malo querer”, concluye Orlando Cruz.

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