

El Atlético gana en plena emergencia
Los rojiblancos se imponen al Granada con un tanto de Correa, pero vuelve a decaer tras un inicio prometedor

Veinte minutos de fútbol volcánico y más de una hora viviendo del gol de Correa le dieron al Atlético tres puntos que le oxigenan, pero no le hacen despejar las dudas que despierta. En plena crisis de resultados y de juego, al menos la victoria le dio para hacer sentir que el equipo está vivo como deseaba su entrenador. Aunque los síntomas ofrecidos ante el organizado y peleón Granada siguen apuntando más a un superviviente en estado comatoso que a un conjunto en recuperación.
El himno a capella y las redes sociales del club alentando a la presencia de la hinchada desde el calentamiento confirmaron el estado de emergencia declarado en el Atlético. Y lo corroboró la salida de sus futbolistas. A todo gas. Con Koke y Thomas opositando a la omnipresencia; Lodi y Vrsaljko comiéndose la línea de fondo y Llorente en plan turbina como interior derecho. Una vez más, alejado del balón. De alguna manera, Simeone parece haber fichado más a aquel extremo infantil que al mediocentro en el que se transformó después. El exmadridista representó de salida que el partido primero se jugaría a lo físico y a lo táctico, y lo técnico cuando fuera posible. Si hay un futbolista capaz de subir las revoluciones de este Atlético alicaído ese es Llorente, que cerró el cuatrivote en el que este curso no se ha prodigado todavía mucho Simeone.
Sin la contratación de Cavani, sin el tríptico de lesionados Diego Costa, João Félix y Morata y con Saponjic de nuevo carne de banquillo, el técnico rojiblanco tuvo que inventarse una delantera Vitolo-Correa. A la primera rosca de Lodi saltó Correa para advertir que las soluciones debían estar más por abajo que por arriba. Y así fue. La zaga del Granada se comió un saque rápido de banda de Saúl a Koke y este se giró para presentar a Correa ante el inesperado Aarón. Correa ejecutó con un toque suave de interior al suplente de Rui Silva. Esta fue la concesión de Diego Martínez con la vista puesta en las semifinales de Copa. Un gol a los seis minutos es noticia en el Atlético más sufrido y sufridor de la era Simeone. Parecía que por fin los rojiblancos tendrían un partido tranquilo. Pero no.
En el fragor de ese fútbol de rompe y rasga, fue curioso ver a Vitolo ejercer con éxito de hombre-boya en los balones largos. Escorado a la izquierda ganó los que le fueron al pecho o podía controlarlos en altura con alguna superficie de sus botas. Estiró al equipo unas cuantas ocasiones y provocó varias faltas que desahogaron la salida de la pelota. Frente a ese arranque pujante del Atlético, el Granada se manejó sin perturbarse. Pareció sentirse cómodo cuando el partido ya se fue de manera descarada a los empujones, los atropellos, y el exceso de faltas tácticas. Y ahí, como sucedió en Los Cármenes, Soldado ejerció de maestro de ceremonias. Un codazo a Correa pudo costarle el penalti y la expulsión. Eteki y Yangel Herrera también se encontraron muy integrados en ese fútbol pizarrero en el que una falta en campo propio la saca el portero para dar paso a un manual de maniobras posicionales, para ver quién gana el rechace o el que mejor hace la cama o afila más el codo en el salto. En ese contexto el Granada siempre se sintió muy vivo con un solo gol de desventaja. Y se fue al descanso consciente de que aún podía decir algo.
Y lo dijo. Adelantó líneas, cerró las vías de escape a la contra del Atlético y se puso a mandar ante el repliegue del Atlético, que jugó a sobrevivir con el gol de ventaja y a esperar un agujero claro que le permitiera cerrar el partido. Los movimientos de ficha de Diego Martínez, dando entrada a Puertas y Gil Días acrecentaron el dominio del Granada. Eso dio paso a la irritación de parte de la hinchada, que cada vez soporta menos esos bajones de fútbol de su equipo. Los pitos se recrudecieron cuando Soldado remató de espuela en las barbas de Oblak y Puertas y Gil Días desperdiciaron los rechaces. No había rastro del conjunto que salió desbocado a resolver el partido.
Simeone tuvo que maniobrar tratando de potenciar la salida del equipo en velocidad metiendo a Carrasco por Lodi y situando por enésima vez a Saúl como lateral izquierdo. Pocas veces encontró el Atlético al extremo belga en situaciones claras para explotar su zancada y su dribling. Y cuando lo encontró generó más expectación que solvencia. Tampoco enhebró el Granada una jugada que inquietara a Oblak. El partido murió en su área. Como reflejo de que Simeone y sus futbolistas aún tienen mucho margen de mejora si quieren competir con garantías por la tercera y la cuarta plaza y ser dignos ante el Liverpool.
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