Talant Dujshebaev: “De Horvat aprendí a mandar; con 19 años me cagaba en los pantalones”
El segundo mejor balonmanista del siglo XX recuerda su admiración por el croata, al que durante décadas solo vio jugar 15 minutos en una cinta VHS


“Ahora en la cuarentena, sería un buen momento para obligar a los jugadores a leer sobre la historia del balonmano mundial y que se aprendan 15 o 20 nombres de cada época. Sería de gran ayuda para los entrenadores”, desliza Talant Dujshebaev, un hombre educado en la disciplina soviética. “Solo controlan los de esta década. Si les hablas de Lorenzo Rico o Cecilio Alonso, de finales de los ochenta y principios de los noventa, no saben quiénes son. No les culpo, eh. Están saturados de tantos partidos y vídeos. Pero es un poco triste”, se lamenta.
Si alguien pudiera ejecutar esta idea, en esa lista seguro que no faltaba Hrvoje Horvat, campeón olímpico en 1972, la gran fascinación de Dujshebaev, su gran mito. Una historia de admiración curiosa porque durante décadas de él solo tuvo una cinta de vídeo de 15 minutos y las referencias que le daba su técnico de juventud del CSKA Moscú. Cuando el adolescente Dujshebaev empezaba a buscar un sitio en el balonmano, su ídolo ya se había retirado. Nunca se cruzó con él sobre una pista y hasta hace 11 años ni siquiera lo había saludado en persona. La prueba de que la mitología pertenece más a la mente y a su imaginario que a los ojos y al tacto.
“Yo tenía un entrenador en la URSS, Juri Kidiaev, que me hablaba mucho de él. Me decía que era una máquina, que no tenía un físico tan impresionante como otros [medía, 1,90] pero que técnicamente era muy bueno, con gran visión de juego para llevar la manija del partido desde la posición de central. ‘Horvat haría esto, Horvat haría lo otro’, me repetía. Y a mí se me quedó”, relata Talant Dujshebaev, elegido el segundo mejor jugador del siglo XX y desde 2014 en Polonia al frente del Kielce, donde dirige a sus hijos Álex y Dani, medallas de oro con España en el Europeo del pasado enero.
Efectivamente, Hrvoje Horvat, ahora con 73 años, no pasó de puntillas por las canchas. Nacido en Bjelovar (Croacia) a la vez que la Yugoslavia comunista, vistió más veces que nadie la camiseta de la extinta selección (231) y se convirtió en el tercer máximo goleador (621) de un equipo sepultado por la historia que llegó a reinar en los Juegos del 72 y se colgó dos bronces mundiales. En el día a día, triunfó en el club de su ciudad, el Partizan Bjelovar, con el que levantó siete ligas yugoslavas y una Copa de Europa antes de echar el cierre a su carrera en Alemania. [En el vídeo de abajo se le ve jugar con Yugoslavia -camiseta oscura, dorsal 7- contra Hungría en los Juegos de 1972].
“No destacaba por su altura ni por su fuerza, sin embargo, sabía dirigir a los compañeros”, recuerda. Y eso es lo que quería el entrenador en Moscú de Talant. “Fíjate en él”, me pedía. “Me dio una cinta VHS en blanco y negro de unos 15 minutos con un trozo de un partido de Yugoslavia con la Alemania del Este. Ahora esto es muy normal, pero antes era una señal de mucho poder. Se trataba de una persona privilegiada, contaba con vídeo y televisión. De todas las cintas que tenía, esta era la única en la que aparecía Horvat”, añade. “Hasta que hace tres años di en Internet con un rato suyo en los Juegos de 1972, esas fueron las únicas imágenes que había visto de él”, comenta.
Con esa vieja cinta, lo que buscaba el técnico de Dujshebaev era que aprendiera de la forma de mandar de Horvat. “Con 18-19 años, me daba todo el poder en la pista, pero yo, con perdón de la expresión, me cagaba en los pantalones. A mi alrededor tenía campeones olímpicos y mundiales. ¿Cómo les iba a gritar? A mí me salía tratarles de usted. Así que Juri Kidiaev me llevaba a una esquina y me pedía que chillara, que me desahogara. Cuando acababa, me decía: ‘ahora sales y haces lo mismo con tus compañeros’, aunque ellos tuvieran más rango y prestigio. Y por eso me pasó esas imágenes, porque se veía a Horvat dirigiendo y ordenando en un pabellón con 5.000 espectadores y mucha presión. También me ponía momentos de Michael Jordan o Isiah Thomas”. La enseñanza, desde luego, surtió efecto. El ex del Teka Santander y Ciudad Real, de 51 años, nacido en Kirguistán y nacionalizado español en 1995, construyó gran parte de su leyenda gracias a una jerarquía arrolladora.
El segundo objetivo del aquel vídeo VHS era seducir al joven Talant para convertirse en central, que por entonces no lo tenía tan claro. “También me desenvolvía como extremo, pero mi entrenador se empeñaba en que fuera central y así ser más polivalente. Y usó a Horvat para convencerme de que no solo los altos, grandes y fuertes podían jugar ahí”, apunta. Otro consejo bien aprovechado. Ganó un oro y dos bronces olímpicos, y una Copa de Europa desde esa posición. “Horvat fue mi ídolo, aunque, en realidad, quien me hizo creer y desarrolló mi juego fue aquel técnico del CSKA”, reconoce.
Esos episodios ocurrieron a finales de los ochenta. Dujshebaev solía preguntar por él a las gentes del balonmano, pero no le pudo poner cara a su mito hasta 2009. “Me lo presentaron en el Mundial de Croacia. Le dije que había sido mi gran referente sin conocerlo. Se quedó sorprendido. Charlamos un ratito, y fue muy agradable y agradecido”, recuerda. Un amor casi ciego.
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