Más kilómetros y más dificultades
La organización endurece las etapas ante el temor de que la prueba se ablandara


El competidor más joven tiene 18 años. Se llama Jeremías González y es argentino. Con 14 años empezó a competir. Estudia administración de empresas, pero probó suerte en el Desafío Ruta 40, una carrera que sabía que le abriría las puertas del Dakar. Terminó sexto. Y hoy es uno de los cientos de participantes que se encuentran en Rosario para tomar hoy la salida con el firme propósito de llegar a Valparaíso (Chile) dentro de dos semanas. Es solo una de esas historias que alumbra el Dakar, una prueba tan conocida por su dificultad como famosa por dar cabida a más aficionados que profesionales.
El Dakar es pura pasión. Y en esta vez se prevé más competencia que en años anteriores. Los profesionales están expectantes por dejar Rosario y que la aventura comience. Lo está Joan Barreda, que aspira a romper con Honda la hegemonía de KTM, equipo liderado por Marc Coma, tres veces ganador. Lo está Cyril Despres, vencedor en 2012 y 2013 y que hizo la apuesta más arriesgada: marcharse a Yamaha. Lo está Peterhansel, ganador en coche de las últimas dos ediciones, que representa el poderío del equipo Mini junto a Nani Roma. Pero les amenaza con la misma máquina y diferente equipo Nasser Al-Attiyah, el campeón de 2011. Y quiere asomar la cabeza Carlos Sainz, con un buggy en el que él confía más que nadie.
Un total de 439 vehículos llegados de 54 países salen con destino a San Luis para completar la primera etapa.
Un total de 439 vehículos llegados de 54 países salen con destino a San Luis para completar la primera etapa. Serán muchos menos los que lleguen a Valparaíso. Quizá menos que en años precedentes. La organización se vanagloria de haber endurecido la prueba y los pilotos más conocidos aplauden que el Dakar vuelva a sus orígenes: más kilómetros en un día menos (unos 9.000 en 13 etapas), mucha navegación, pruebas más técnicas para las motos y una carrera que ya no se correrá al sprint, como pasó en las últimas ediciones. La dificultad se define no tanto por el terreno (salvo la entrada en Bolivia) sino por el diseño de las etapas, que separará el recorrido de coches y motos en un 40% de la distancia total.

“El año pasado muchos pilotos pensaron que el último Dakar fue un poco fácil. Así que dijimos, vamos a hacerlo un poco más difícil. Los lugares y los países son conocidos. Había que encontrar una historia nueva: al separar el recorrido de coches y motos se pueden hacer cosas nuevas”, explica el director deportivo de la carrera, David Castera. Habrá cinco etapas en las que los caminos que seguirán unos y otros serán totalmente distintos, y habrá otras en las que las motos se desviarán durante algunos kilómetros. Nada mejor para probar la experiencia de los pilotos, sus capacidades y su pericia a la hora de escoger el camino correcto, sobre todo la de los coches, que ya no podrán seguir las roderas de las motos, siempre más madrugadoras. Las motos lo tendrán complicado pronto. La tercera etapa es un maratón. No habrá asistencias al final del trayecto. Habrá que confiar en los compañeros si surge algún problema. Lo mismo ocurrirá en la séptima etapa.
“Si uno comete un error lo arrastrará durante dos días”, apunta Castera, que señala a la jornada que les llevará de Chilecito a Tucumán como una de las primeras etapas clave (la quinta): fuera de pistas y un terreno, el argentino, roto. Tras las recientes lluvias se parece más a Marruecos. Bolivia, donde solo llegarán las motos por temas de logística, es terreno desconocido y presenta la dificultad añadida de la altura. Y Chile pondrá los puntos sobre las íes, con etapas muy largas en desierto abierto. Un nuevo Dakar, una nueva historia.
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