“Un duelo así hace grande el deporte”
El tenista español celebra el espectáculo de su pulso contra el serbio "Todo lo que siento es decepción", dice Nole


Esto es París, pero podría ser Pekín o Melbourne. Rafael Nadal persigue pelotas imposibles con la perseverancia del que cree ciegamente en sus objetivos. El español sabe que eso tiene premio, que no es una tontería, que obligar a Novak Djokovic a un esfuerzo más, a otro tiro, a un nuevo intento, siempre le ha dado sus frutos. Por ahí se deshilacha Nole. En el 4-3 de la quinta manga, falla un remate franco, toca también la red en una segunda pelota facilísima y acaba cediendo el break que tenía de ventaja. En el 8-7, con los nervios de punta, concede el 0-15 en otro smash que llevaba su nombre. Nadal aprieta el puño. Ya ha visto eso (en las semifinales de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 ganó así al serbio) igual que tiene otro recuerdo que le sirve de espuela para perseverar en el camino. “¿Por qué a mí no me puede pasar lo mismo?”, se pregunta en un descanso de la quinta manga, cuando va break abajo y recuerda que el número uno del mundo le remontó a él en esa situación en la final del Abierto de Australia 2012. “Genérate la oportunidad”, se dice.
Y Nadal busca sus opciones. Y Nadal las encuentra. Y remonta. Djokovic casi se queda mudo.
“Todo lo que siento en estos momentos es decepción”, concede luego Nole, tan peleón sobre la pista como en la sala de prensa, donde cargó contra el supervisor y los pisteros por no mojar la cancha (“estaba resbaladiza, el viento iba quitando tierra”) y contra el juez de silla por quitarle el punto en el que tocó la red siguiendo el reglamento. “Felicito a mi oponente porque demostró coraje, apostó por sus tiros e hizo algunos increíbles desde la línea de fondo cuando iba break abajo en el quinto”, añade el número uno mundial, que sabe que si Nadal levanta su decimosegundo grande habrá puesto las bases para arrebatarle el puesto y acabar 2013 como el mejor tenista del planeta. “Tocó las líneas con algunos ángulos increíbles. Por eso es un campeón. No veo muchas cosas que yo haya hecho mal en el quinto set”.
Djokovic, muy exigido por Nadal, sí que tuvo algún borrón en la manga decisiva. A Nole le escocieron esos remates fallados, revivir la pesadilla china de 2008. El español celebró su victoria en comunión con los suyos en el vestuario. Cuentan quienes lo vieron que hubo emociones desatadas, hombres de pelo en pecho deshechos por una tarde para corazones fuertes. El heptacampeón ha vuelto a una final grande justo un año después de la última y tras siete meses de dudas sufriendo con una lesión de rodilla.
“Me espera un rival del máximo nivel, no tengo el trofeo en casa”, avisa el mallorquín
“Ha sido un partido muy emotivo. Este tipo de partidos hacen grande el deporte. Perdí uno similar en Australia, hoy fue para mí”, valora el ganador, al que le quitaron un punto por tomarse más tiempo del reglamentario entre peloteo y peloteo.
“Estoy feliz de cómo jugué y más que feliz de cómo luché tras perder mi oportunidad en el cuarto set”, añade sobre el saque perdido con 6-5. “He aprendido a amar el sufrimiento de este tipo de partidos. Sufro, pero lo disfruto de verdad. Disfruto el sufrimiento. Cuando estaba en Mallorca el año pasado, veía estos partidos por la tele. Ahora, estoy aquí. Ahora, es real. Es algo precioso”, prosigue. “He ofrecido un nivel de crucero de media alto”, prosigue sobre su actitud mental. “En general he estado constante. Cuando juegas con jugadores como Novak o Federer, muy brillantes, tienes que saber que esos momentos [de inspiración del contrario] existen, que hay que aguantar el chaparrón, que el vendaval pase, y esperar a la oportunidad de desplegar tu juego”, argumenta.
“Como el partido estaba al límite físicamente, a cara o cruz, he soltado muchas derechas buenas, muchos golpes de muy buen nivel, de primeras, en posiciones medias he conseguido muchos golpes ganadores que en condiciones normales no los habría jugado ahí”.
Una de las cosas que distingue a los campeones es cómo digieren sus victorias y sus derrotas. El Nadal que aparece ante los periodistas una hora después de su épico triunfo no es un Nadal exultante, desatado, felicísimo, que siente que haya hecho algo que quedará para la historia. Es un Nadal que sabe que no ha ganado el trofeo, que aún tiene que ganar otro partido para hacerlo suyo, que se ve finalista y mantiene los pies en el suelo.
“Me espera un rival del máximo nivel. No tengo el trofeo en casa. El objetivo sigue estando ahí. Muy felices, satisfecho en cuanto a hoy… pero el torneo sigue”, avisa.
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