Casi ni rastro de los campeones

El Atlético tomaba en 2010 el avión a Hamburgo con Quique Flores al frente y De Gea, Agüero, Reyes y Forlán como cabezas de cartel para ganar su primera Liga Europa. La expedición rojiblanca aterrizó ayer en Bucarest con Diego Pablo Simeone como responsable y con Diego, Arda Turan, Adrián y Falcao como las estrellas para tratar de derrotar al Athletic. Solo un par de años después apenas queda rastro del equipo que acabó con una sequía de 14 años sin levantar un trofeo.

El Atlético, un club complicado de descifrar en los despachos, se explica ahora desde la hierba: su situación económica le obliga a cambiar cada verano estabilidad deportiva por liquidez. De Gea, Agüero, Reyes y Forlán ya no están, como tampoco Ujfalusi, Jurado y Simão, que formaban con aquellos el espinazo de un conjunto que también disputó la final de Copa en ese curso. Para el próximo tampoco es seguro que Diego, Adrián y Falcao continúen por los mismos motivos Solo los jugosos réditos que da la Liga de Campeones podría evitar la marcha de alguno de los tres. Perea y Antonio López ya saben que no seguirán.

En la alineación titular que se está pensando Simeone no hay supervivientes de la noche de Hamburgo. Tampoco en el banquillo quedan muchos jugadores que puedan contar lo vivido en la final ganada al Fulham. Asenjo (lesionado), Perea, López, Salvio (jugó de suplente), Assunção y Domínguez (titulares) son las únicas reminiscencias en la plantilla.

El Atlético aterrizó en Rumanía con un objetivo que, al poco de su llegada, hizo dudar a Simeone sobre la conveniencia de exprimir al equipo para alcanzarlo. El club le contrató principalmente para meter al equipo entre los cuatro primeros y contar con la bolsa de 20 millones de euros que supondría la Champions. En los primeros días de marzo, antes de viajar a Estambul para defender el 3-1 ante el Besiktas, el argentino dio muchas vueltas a su once. No tenía claro si merecía la pena salir con todo lo mejor. Sentado en las gradas del Cerro Espino, observando las evoluciones del equipo filial, dejó caer en su entorno la incertidumbre que le inquietaba: darlo todo en la competición nacional para asegurarse una plaza en la Liga de Campeones o ir a por todas en la Liga Europa. “¿Qué hago? Si caes en las semifinales europeas, nadie se acuerda luego y el club necesita estar en la Champions”, se decía. Finalmente, decidió alinear su cuadro más potente y aquel partido marcó un punto de inflexión en la prioridad dada al torneo.