El Archivo Bach de Leipzig desvela dos obras para órgano hasta ahora desconocidas del compositor alemán
Tras una investigación de más de treinta años, se publican dos chaconas para órgano de Bach compuestas en torno a 1702 y 1704 durante su etapa en Arnstadt, su primer destino profesional


¿Un cuadro desconocido de Johannes Vermeer, una nueva película de Carl Theodor Dreyer, una égloga hasta ahora oculta de Garcilaso de la Vega? Un milagro similar acaba de hacerse realidad esta tarde en Leipzig, donde, en un acto dotado de la mayor solemnidad, y en el imponente escenario de la Thomaskirche de Leipzig, se ha dado a conocer el descubrimiento de dos partituras compuestas por Johann Sebastian Bach cuya existencia se desconocía hasta ahora. Dada la magnitud del legado del compositor alemán, quizá sería más apropiado equiparar este hallazgo con el de una nueva pintura de Tiziano, una película que se creía perdida de Kenji Mizoguchi o un drama recuperado de Calderón.
La última edición del catálogo de obras de Bach (Bach-Werke-Verzeichnis), presentado también aquí en Leipzig en 2022, contiene nada menos que 1.177 entradas, cuyos números aparecen siempre precedidos del ubicuo acrónimo BWV, aunque pueden hacer referencia tanto a una pequeña Invención de poco más de un minuto de duración como a obras de las dimensiones de la Pasión según san Mateo o la Misa en Si menor. Felizmente, con la revelación de esta tarde, acaba de quedar desactualizado y, en su siguiente reimpresión, la editorial Breitkopf & Härtel deberá dar cabida a dos nuevas piezas para órgano (con pedal) que esta tarde han sonado en la iglesia en que Bach dio a conocer un buen número de sus composiciones, sin que los privilegiados fieles lipsienses fueran conscientes de que estaban escuchando en primicia la música del “más grande compositor que ha vivido nunca”, una afirmación tan irrefutable que, como ha recordado en más de una ocasión uno de sus mayores intérpretes actuales, el pianista húngaro András Schiff, “no necesita demostración”.
Un largo trabajo
El descubrimiento no surge de la nada, ya que los musicólogos del Bach-Archiv, que celebra este año su 75º aniversario, llevan décadas, cual auténticos sabuesos, peinando paciente y meticulosamente archivos, bibliotecas, iglesias y ayuntamientos de todo el territorio alemán en busca de nuevas partituras del genio alemán. Sabemos que, a pesar de la magnitud de su legado, es también mucho lo que se ha perdido y el ejemplo más clamoroso es, quizás, el de las cantatas sacras. Según el obituario (Nekrolog) redactado por su hijo Carl Philipp Emanuel y su discípulo Johann Friedrich Agricola poco después de su muerte, pero publicado por primera vez en el último número de la revista Musikalische Bibliothek en 1754, Bach compuso “cinco ciclos anuales de cantatas para todos los domingos y días festivos”, por lo que cabe colegir que alrededor de un centenar de estas composiciones no ha llegado hasta nosotros. A renglón seguido se da cuenta de la existencia de “cinco pasiones”, pero sólo conservamos las que toman como base los relatos evangélicos de Juan y Mateo.
En las últimas décadas ha habido varios grandes descubrimientos, como el de la colección de partituras de los antepasados de Johann Sebastian (Alt-Bachisches Archiv), que reapareció en 1999 en el Archivo Estatal de Kiev gracias a las pesquisas de Christoph Wolff, de quien se ha publicado recientemente en español su imprescindible El universo musical de Bach y que ya había atribuido al compositor al que ha dedicado toda su vida 38 de los 82 corales para órgano de un volumen compilado por Johann Gottfried Neumeister cuyo manuscrito localizó junto con Harold E. Samuel en la Universidad de Yale en 1984: 31 de ellos no aparecían en ninguna otra fuente. Una carta esencial para constatar la insatisfacción de Bach pocos años después de instalarse en Leipzig, y la más personal de las que se han conservado, es la que escribió a su compañero de instituto Georg Erdmann el 28 de octubre de 1730. Philipp Spitta dio con ella en el Archivo Estatal de Moscú en 1868 durante la preparación de su monumental biografía y la transcribió completa en el segundo volumen (1880), pero luego desapareció el original y volvió a salir a la luz, también en la capital rusa, a finales de 1950, el año en que se conmemoraba el segundo centenario de Bach, plagado de buenas noticias: se publicó por primera vez el Bach-Werke-Verzeichnis, se fundó el Bach-Archiv en Leipzig y comenzó a editarse la Neue-Bach-Ausgabe, la segunda edición —notoriamente revisada y ampliada— de las obras completas del compositor alemán.
En 1977, en el reverso de un ejemplar de la primera edición de la cuarta entrega de la Clavier-Übung (la obra conocida con el título espurio de Variaciones Goldberg) conservada en la Biblioteca Nacional de Francia, se encontraron catorce cánones sobre las primeras ocho notas del bajo del Aria, de mano del propio Bach, catalogados trece años después como BWV 1087. Y Michael Maul, brillante musicólogo y director artístico del Festival Bach de Leipzig desde 2018, es el responsable de los dos grandes hallazgos más recientes, ambos en la biblioteca de la duquesa Anna Amalia de Weimar. En 2006 identificó dos manuscritos en tablatura de órgano que contenían música de Dieterich Buxtehude y Johann Adam Reincken copiados en 1698 y 1700 para su uso personal por un jovencísimo Bach (a los trece y quince años) en Ohrdruf y Lüneburg, que dan fe no sólo de la precocidad de la formación musical y el virtuosismo técnico de aquel adolescente, sino que la copia de Reincken permite también verificar que estudió en esta segunda localidad con Georg Böhm, cuyo nombre aparece citado al final de la copia de la fantasía coral Am Wasserflüssen Babylon en una breve inscripción en latín: “A Dom[ino] Georg Böhme, descriptum anno 1700, Lunaburgi”. Antes, en 2005, Maul había sacado a la luz un aria para soprano y bajo continuo (“Alles mit Gott und nichts ohn’ Ihn”, BWV 1127), de mano asimismo del propio Bach, en dos hojas en blanco en un poema del sobreintendente Mylius de Buttstadt impreso en 1713: en un gesto muy bachiano, las 52 notas del preludio instrumental se corresponden con la edad que cumplía ese año el duque Wilhelm Ernst de Sajonia-Weimar, cuyos dos nombres se completan en un acróstico formado por las iniciales de doce palabras repartidas a lo largo de otras tantas estrofas del poema.
Un acontecimiento excepcional
Así las cosas, lo vivido hoy en Leipzig ha tenido todos los visos de un acontecimiento verdaderamente excepcional y el descubrimiento ha sido presentado en una conferencia de prensa por el ministro de Cultura del Gobierno alemán, Wolfram Weimar; el alcalde de Leipzig, Burkhard Jung; el presidente y el director del Archivo Bach de Leipzig, Ton Koopman y Peter Wollny; el presidente de la Academia de Ciencias de Sajonia, Hans-Joachim Knölker; y el director de la editorial Breitkopf & Härtel, Nick Pfefferkorn, que ha ejercido de moderador. Lo más parecido que se recuerda al solemne acto de hoy es cuando, hace ahora diez años, el retrato de Bach pintado por Elias Gottlob Haussmann en 1748 regresó oficialmente a Leipzig después de varias décadas en Estados Unidos, en una copia mucho mejor conservada que otra anterior, de 1746, que puede verse en el Antiguo Ayuntamiento de Leipzig. El cuadro se desveló el 12 de junio de 2015 en la Nikolaikirche, con el mismo alcalde de la ciudad, el socialdemócrata Burkhard Jung, el entonces presidente del Bach-Archiv, John Eliot Gardiner, quien sigue siendo su director, Peter Wollny, y la viuda y la hija de su propietario hasta entonces, el filántropo William H. Scheide, en cuya mansión privada de Princeton había estado colgado durante más de sesenta años. En la actualidad forma parte, como uno de sus grandes tesoros, de la colección permanente del Museo Bach de Leipzig.
La primera pista de las dos nuevas composiciones formalmente atribuidas a Bach llegó en 1992, cuando a Peter Wollny le llamaron la atención varios manuscritos de música de órgano dentro de un volumen conservado en la Biblioteca Real de Bélgica en Bruselas en los que adivinó su procedencia turingia. Dos obras en concreto, sendas chaconas en Re menor y Sol menor, en copias que es posible fechar hacia 1705, presentaban llamativas concomitancias con la posterior Passacaglia en Do menor (BWV 582) de Bach, como el posterior uso del motivo repetido en el bajo como sujeto de fuga (un procedimiento presente únicamente en la Chacona en Re menor, mucho más extensa). Muchos años después, la localización del copista, Salomon Günther John, un organista en activo en Turingia, que afirmaba en una carta recientemente descubierta por Bernd Koska haber estudiado con Bach en Arnstadt, ha sido posible gracias a un proyecto conjunto del Archivo Bach y la Academia de Ciencias de Sajonia, que rastrea todas las fuentes archivísticas imaginables relacionadas con la familia Bach: no sólo con Johann Sebastian, sino también con sus antepasados y sus descendientes, con decenas de músicos entre ellos. La música refleja con claridad lo aprendido por Bach durante sus años de formación y la influencia decisiva de Johann Pachelbel (cuyas obras copió en secreto en su adolescencia en casa de su hermano mayor, Johann Christoph, tras la muerte de sus padres) y de Dieterich Buxtehude, a quien fue a escuchar hasta Lübeck precisamente durante sus años en Arnstadt. Ambos dominaron, por supuesto, el arte de la chacona, una forma musical consistente en una serie de variaciones sobre un bajo que se repite incesantemente.
El ministro de Cultura alemán se ha referido a Wollny —que ha asegurado que hace unas semanas tenía “un grado de certeza del 95%” de que ambas chaconas son realmente composiciones del joven Bach, pero que ahora ha aumentado hasta el “99’9%”— como casi un “detective criminológico”, aunque el principal factótum del descubrimiento ha querido compartir el mérito con todo el equipo de musicólogos que trabaja en el Bach-Archiv, que el alcalde de Leipzig ha definido como “el centro mundial de la investigación musicológica sobre Bach”. Las dos chaconas ya tienen número asignado en el catálogo: BWV 1178 (Re menor) y 1179 (Sol menor), y su primera interpretación moderna en la Thomaskirche, por partida doble (después de la rueda de prensa y como cierre de la ceremonia oficial de presentación en la Thomaskirche, precedida de varios discursos), a cargo de Ton Koopman, ha podido seguirse en directo esta misma tarde por YouTube, donde seguirá disponible para todos aquellos que deseen escuchar ambas obras. Para los curiosos, en este moderno estreno mundial, la Chacona BWV 1178 ha durado 6 minutos y 35 segundos; la BWV 1179, 3 minutos y 26 segundos. El próximo sábado, el organista titular de la Thomaskirche, Johannes Lang, volverá a interpretar las dos obras en el servicio religioso habitual con los Thomaner, el centenario coro asociado a la iglesia lipsiense, del que fue responsable Bach durante los 27 años que vivió en la ciudad. Esta tarde muchos espectadores tenían ya entre las manos la partitura editada por Breitkopf & Härtel.
Esta misma semana, y después de haber hecho hoy partícipe al mundo de este histórico descubrimiento, la efeméride del Bach-Archiv va a celebrarse también con una jornada conmemorativa el jueves seguida de un congreso de dos días (viernes y sábado) dedicado al “joven Johann Sebastian Bach y la cultura musical en Turingia a comienzos del siglo XVIII” y un concierto final el domingo, actos por los que desfilarán todos los grandes de la musicología bachiana actual, incluidos el gran patriarca, Hans-Joachim Schulze, editor de los imprescindibles Bach-Dokumente y ya nonagenario, sus dos sucesores al frente del Archivo, Christoph Wolff y Peter Wollny, la extraordinaria investigadora Christine Blanken (coeditora junto con ambos de la tercera edición del Bach-Werke-Verzeichnis y la gran artífice de esa maravilla al alcance de todos llamada Bach Digital), Hans-Joachim Hinrichsen, Andreas Glöckner, Daniel R. Melamed, el citado Michael Maul e intérpretes de la talla de Jean-Claude Zehnder y Pieter Dirksen, entre muchos otros: una fiesta de principio a fin. No es difícil imaginar que estas dos nuevas composiciones de Bach recién desveladas en la Thomaskirche serán el tema de conversación en todos los corrillos. Habrá quizá quien piense que tampoco es gran cosa un par de piezas breves que añadir a un corpus vastísimo que ya superaba de largo el millar de entradas. Pero un poco de Bach –por joven que fuera cuando alumbró estas dos chaconas– es mucho. Muchísimo.
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