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La nicaragüense Patricia Belli, premio Velázquez de Artes Plásticas 2025: “La realidad simbólica es fundamental para aprender a convivir”

El jurado ha destacado “la repercusión de su obra en el contexto latinoamericano, específicamente en Centroamérica, y su compromiso con la educación en un contexto de fragilidad”

Carlos S. Maldonado

La artista nicaragüense Patricia Belli (Managua, 60 años) asegura que ha logrado “sublimar” sus heridas, convirtiéndolas en arte, en un proceso creativo que ha definido como “una experiencia de recuperación”. Belli ha explorado las cicatrices del miedo, la memoria y las preocupaciones que generan los problemas económicos, la migración y la violencia en una región, Centroamérica, en permanente tensión. Ese compromiso artístico con su entorno ha sido reconocido este miércoles con el Premio Velázquez, correspondiente a 2025, galardón dotado con 100.000 euros. “Estoy muy agradecida, superhonrada”, dice Belli en entrevista telefónica. “Es inesperado. Siempre hago mi trabajo con mucho espíritu deportivo, lo mejor que pueda, pero no espero nada. Y esto es como una bomba, pero una bomba bien alegre”, reacciona la artista.

El jurado ha destacado “la repercusión de su obra en el contexto latinoamericano, específicamente en Centroamérica, y su compromiso con la educación en un contexto de fragilidad”. Asimismo, considera que “su trabajo sobre la memoria de cuerpos vulnerables, la cicatriz que deja el miedo y la vergüenza, así como su activismo cultural, son referencia en diversas generaciones de artistas”. “Su trabajo involucra la sensorialidad del público para proponer reflexiones vinculadas a la subjetividad, el trauma, el desequilibrio y los mecanismos de poder”, apunta la nota del Ministerio de Cultura tras la concesión de su premio. “La unión de los opuestos es un eje transversal en su obra, en la que reflexiona sobre asuntos como opresor-oprimido, placer-dolor y naturaleza-civilización. Por otro lado, presta especial atención al inconsciente colectivo, del que obtiene referencias simbólicas".

Belli es una de las artistas plásticas más influyentes de Centroamérica. Su obra, que transita entre la instalación, la fotografía, el video y la performance, explora las tensiones entre el cuerpo, la vulnerabilidad, la memoria y la estructura social, siempre desde una mirada crítica y profundamente personal. “Veo la memoria no como herida viva, sino como cicatriz de lo vivido. Cuando descubrí que estaba haciendo cicatrices, que fue cuando empecé a trabajar con ropa usada, a romperla y a suturarla, vi que había un hilo conductor que tenían que ver justamente con la herida no solo cicatrizada por naturaleza, sino remendada. O sea, que hay una mano que cura, una voluntad curativa. Sentí que había dado con algo que me daba alivio, que me hacía sentir respirar mejor”, explica.

Belli viene de una familia de artistas. Sus recuerdos de primera infancia, ha contado, están marcados por la influencia creativa de sus padres: su padre pintando y tomando fotografías; y madre haciendo ropa y otras labores artesanales, experimentando con sus manos. Tras graduarse en Artes Visuales en 1986 en Loyola University de Nueva Orleans (Louisiana) y en 1997 en Artes y Letras en la Universidad Centroamericana (UCA) de Managua, Belli obtuvo una Maestría en Artes Visuales en escultura en el Instituto de Arte de San Francisco en 2001.

El jurado del premio ha destacado también su compromiso con la enseñanza del arte. Belli fundó EspIRA, una organización para la formación sensible y crítica de los artistas, que ha sido clave en el surgimiento de nuevas generaciones de creadores en la región. A través de talleres, residencias y programas de acompañamiento, la creadora ha impulsado una escena artística crítica y autónoma en contextos de gran fragilidad institucional. “Me siento muy honrada de que ese haya sido uno de los criterios para mi selección. Tengo ya muchos años de estar trabajando con jóvenes artistas. Y me siento muy afortunada de decir que muchos de estos artistas se dedican ahora también a la docencia”, cuenta. En una región donde la falta de recursos y el poco apoyo al arte de parte de las autoridades, Belli ha logrado crear una fuerte comunidad que de artistas. Recientemente, se presentó en Guatemala una exposición llamada Territorio doméstico, que reunió a 23 artistas que surgieron del proyecto académico que ella fundó. “Fue un enorme gozo ver cómo son artistas profesionales”, dice.

La nicaragüense participó en Mesótica II (1996-1997), Políticas de la diferencia (2001-2002) y Estrecho dudoso (2006), tres exposiciones de relevancia histórica para el proceso de visibilización del arte centroamericano en esos años. También fue invitada a las Bienales de La Habana (1989 y 2000), Centroamérica y el Caribe (Domingo Santo, 1994 y 2001), Lima (1997), Cuenca (2011), Irlanda (2018), Berlín (2018) y FEMSA, México (2020-21) y a la 58ª Carnegie International (2022), así como a diversas ediciones de la Bienal Nicaragüense y la Centroamericana. Una exposición antológica de su obra recorrió San José, Managua y Ciudad de Guatemala entre 2016 y 2017. “Creo que la realidad simbólica es fundamental para aprender a vivir y convivir. Indudablemente. El arte es parte de esa realidad simbólica”, asegura la artista.

En las últimas ediciones, los ganadores del premio Velázquez de Artes Plásticas han sido Francesc Torres (2024), Marisa González (2023), la argentina Elda Cerrato (2022), la cubana Tania Bruguera (2021) y Soledad Sevilla (2020).

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Sobre la firma

Carlos S. Maldonado
Redactor de EL PAÍS México. Durante once años se encargó de la cobertura de Nicaragua, desde Managua. Ahora, en la redacción de Ciudad de México, cubre la actualidad de Centroamérica, temas de educación, cultura y medio ambiente.
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