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Colas para todo en la primera jornada de una Comic-Con a rebosar

La cita malagueña arranca con una multitud de asistentes y quejas por las esperas, pero también asistentes encantados con disfrutar de este paraíso de la cultura popular en España

Nacho Sánchez

Del asiento del copiloto de un Volkswagen Polo se baja el Capitán América, que acto seguido saca su escudo del maletero. Le acompaña, al volante, una geisha. Y en la parte de atrás viajan dos niños: un hobbit y una tortuga ninja que salen disparados del aparcamiento. Welcome Heroes, les recibe después el enorme arco que da acceso a la primera edición de la San Diego Comic-Con fuera de Estados Unidos y donde se funden con una multitud. La cita se celebra en el Palacio de Ferias de Málaga hasta el domingo con un aforo de unas 30.000 personas diarias. Las que han acudido este jueves han llenado el recinto, sobre todo el interior, donde no cabía un alfiler. “Esto es la Cola Con. Hay colas para todo. Pero bueno, veníamos preparados y con un poquito de paciencia, vamos consiguiendo todo lo que queríamos hacer”, señalaba Ismael Segovia, sevillano de 38 años, mientras esperaba en una larga fila para obtener su firma con el actor Taz Skylar, autógrafo que le costó 66 euros.

No hay duda de que las esperanzas generadas por el evento han calado. Desde que las puertas abrieron a las diez de la mañana, miles de personas han pululado por los 80.000 metros cuadrados destinados a la Comic-Con malagueña. Había gente allá donde alcanzara la vista, muchas disfrazadas. La ilusión era evidente. “Teníamos ganas de ir a la de Estados Unidos, pero es imposible. Y de repente la hacen aquí, así que no podíamos perdérnosla”, aseguraban Francis y Chema Casas, hermanos granadinos de 47 y 48 años. Uno funcionario de la administración de Justicia y otro comercial, miraban con ojos brillantes todo lo que ocurría a su alrededor. “Queremos pasarlo bien, ver gente, los disfraces. Lo que sea”, añadían. “Se nota mucho el toque americano. En Europa hay otros festivales parecidos, pero no tan grandes. Me gusta”, añadía el italiano Adriano Renzulli, de 22 años, mientras, a su lado, pasaba un variopinto grupo de amigos disfrazados de Gandalf, Lobezno, Mario Bros y Po, el teletubbie rojo. También estaba a su lado uno de los alrededor de 200 creadores de contenido acreditados, rodeado de cámaras y micros.

El recinto se hace, por momentos, inabarcable. Hay tanto por hacer y ver que cuesta elegir, con momentos en los que pueden coincidir hasta una veintena de actividades. La mayoría de los asistentes —de todas las edades— hacía su segunda cola del día —tras la del registro de acceso— para entrar al área donde se despliegan los estands y se puede participar en talleres. Entre estrechos pasillos donde era difícil caminar y faltaba espacio, había que esperar para casi todo. Había colas para comprar algunos de los cuatro funkos edición limitada a entre 20 y 22 euros —que se agotaron en minutos, como los 1.200 sellos especiales lanzados por Correos a euro cada uno— y también para acceder a otros muchos puestos de camisetas, objetos de cosplay o videojuegos. No las había para el de catanas de liquidación a 45 euros, pero sí para hacer fotos a un Delorean o para entrar a la tienda oficial, de reducidas dimensiones.

“Queremos una camiseta (19,90 euros), una gorra (de 19,90 a 24.90) y veremos si cae algo más”, decían durante la espera los hermanos Jesús y Jorge Barón, de 33 y 43 años, sorprendidos por las hileras de personas que había por todas partes. También había colas para las mesas de juegos de rol, para que Simon Bisley o John Romero firmaran —gratis— a sus fans. Colas para hacerse fotos en la moto de Tron o para entrar en la reproducción de la habitación de Andy, de Toy Story. Colas en el estand de Penguin a rebosar de cómics, en la máquina recreativa de El día de la bestia y para fotografiarse con un gigante Bowser —el malo de la saga de Mario Bros— de Lego. Colas para ir al baño y colas para llenar botellas de agua en una pequeña fuente, gratis. “Colas para todo”, resumía el venezolano Roberto Cañizales, de 50 años.

Quejas por la agenda

“Esto es la Comic Con Cola”, afirmaba tirando de ironía otro asistente mientras aguardaba junto a su grupo de amigos y amigas llegados desde Sevilla para la firma de Dafne Keen. Entre ellas, Marina Mazuelo: “Hay mucha gente y hay que esperar bastante en general, pero es lo que ya imaginábamos”, decía, antes de asegurar que pagar 55 euros por el autógrafo de la actriz de la saga de Lobezno era también algo previsible. “En Estados Unidos es mucho más caro”, apuntaba. Y no solo allí. A su lado, Ramón Pérez y José Miguel Cárdenas recordaban que para el autógrafo de Carrie Fisher —la mítica Leia de Star Wars— en una convención en Alemania pagaron 220 euros. “Aquí no es el mismo nivel de actores, pero bueno, algo es algo”, apuntaban. “Lo que es regular es la agenda: no tiene sentido que todos los que firman lo hagan hoy. ¿Y qué pasa con los que tienen entrada el sábado?”.

“Yo solo compré la del jueves y tuve mucha suerte, porque entonces no se conocía nada de la programación”, celebraba Ángela Martín, de 21 años, mientras esperaba para su foto con Taz Skylar. “Es mucha tela pagar 90 euros por una foto, ¿no?”, se preguntaban los malagueños Toni Vega, de 22 años y Alba Romero, de 30. “Para algunos son precios caros, para otros está bien. Aunque creo que personalidades como Schwarzenegger deberían firmar también, porque al final son pocos los que lo hacen”, añadía Aida Triviño, de 30 años y que viajó desde Barcelona para vivir la Comic-Con en primera persona. “Estuve en la de San Diego y, claro, era gigante comparado con esto. Tengo sentimientos encontrados, porque aquí hay cosas buenas, pero también malas: a nivel organizativo hay bastante que mejorar”, subrayaba. “Está muy bien, pero falta algo de chicha. Quizá se jugó mucho con las expectativas y los que venimos pensábamos que esto iba a ser más grande… pero está bien”, resumía otro venezolano, Raúl Navas, de 31 años.

Ellos hacían cola —algunos de más de una hora— y a su alrededor la expectación crecía en la zona exterior para ver a las caras más conocidas de la Comic-Con, que en casos como el de Natalia Dyer —Stranger Things firmaron durante escasos minutos, tras unas gafas de sol y sin perder la sonrisa de quien cobra 66 euros cada vez que estampa su firma (la organización aclaró que la tarifa es íntegra para los artistas). Mientras, numerosos aficionados sudaban al sol andaluz de finales de septiembre con temperaturas cercanas a los 30 grados para verla de lejos. A un paso, en todo el recinto externo —bautizado como Village— un asistente vestido de Aquaman posaba para las cámaras con su tridente, otro bajo la piel de Pikachu descasaba a la sombra y un pequeño Han Solo bailaba al ritmo de la sintonía de Los Simpson. Más allá un gladiador romano bebía cerveza en otra fila para acceder a los puestos de comida —3,15 euros un café, 17 euros una hamburguesa y 20 euros el poké de salmón— y cientos de personas se formaba otra hilera para intentar acceder, sin reserva, al primer gran panel del día centrado en héroes y villanos con Luke Evans, Aaron Paul y Pedro Alonso. Más tarde, tocó el titulado Mujeres Guerreras con la participación de Dafne Keen, Gwendoline Christie y Natalia Dyer para el que, por supuesto, había que hacer cola.

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Sobre la firma

Nacho Sánchez
Colaborador de EL PAÍS en Málaga desde octubre de 2018. Antes trabajé en otros medios como el diario 'Málaga Hoy'. Soy licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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