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Myriam Rubio, la mujer que da forma a las exposiciones de los grandes museos españoles

La museógrafa lleva 15 años trabajando en el montaje de las exposiciones más punteras del país desde su estudio radicado en El Puerto de Santa María

Myriam Rubio, en uno de sus trabajos expositivos realizados en el Museo del Traje de Madrid.
Jesús A. Cañas

Para que Myriam Rubio (Madrid, 53 años) haya llegado a tener su habitación propia a lo Virginia Woolf ha tenido que pasar una crisis económica, una década y media y mucha paciencia. La museógrafa evoca el ensayo de la famosa escritora —“una mujer debe tener dinero y una habitación propia si quiere escribir novelas”— cuando relata el largo camino que le ha llevado a ser una de las principales especialistas en el desarrollo proyectos de museos y exposiciones del país. Desde una periferia lejana a los habituales círculos de poder culturales como El Puerto de Santa María (Cádiz), trabaja con su empresa Cuatroparedes para las principales instituciones culturales españolas, del Prado a la Biblioteca Nacional, con una máxima: “Dedicarle a cada proyecto tiempo y cariño”.

El último proyecto museográfico de Rubio ha sido el montaje de la exposición temporal Búcaros, en el Museo de América de Madrid, dedicado al consumo y simbolismo de estos objetos de cerámica y su relación con el agua. Pero el portfolio de Cuatroparedes es largo: desde la muestra Invitadas del Museo del Prado —que en 2020 reflexionó sobre el papel de la mujer en la historia de la pintura— a Jeans en el Museo del Traje —un recorrido sobre el devenir del tejido vaquero en la moda realizado en 2023—, pasando por 100 años contigo del Museo del Romanticismo en 2024 o la reciente Nuclear. Juan Haro en la Casa del Sol en Museo Nacional de Escultura de Valladolid, un diálogo entre la obra del escultor almeriense y la estatuaria grecorromana.

“Estamos en un buen momento de exposiciones. El sector cultural va a la par de la economía, cuando hay dinero, hay para cultura”, reflexiona Rubio, que actualmente organiza una media de 20 exposiciones al año. Pero no era así cuando dio el salto a crear su propio negocio en 2010. Lo hizo movida por “la constante angustia y presión” de estar empleada en una empresa del sector que trabajaba “como una fábrica”. “Esto es algo creativo, necesita su tiempo”, apunta la arquitecta de interiores. El salto empresarial, en plena crisis económica, llegó cuando Rubio se mudó a El Puerto de Santa María, justo cuando comenzó a gestionar con su entonces pareja un hostal familiar.

Exposición 'Invitadas', creada por Cuatroparedes en el Museo del Prado en 2020

“Se hacían muy pocas exposiciones así que me dediqué solo a proyectos especiales. A la larga, creo que eso me hizo tener un nombre. Lo que hace tener una habitación propia, tener las necesidades cubiertas y escoger proyectos con tiempo y cariño”, apunta Rubio. Así fue como a su cartera de clientes se sumaron instituciones como el Thyssen, la Comunidad de Madrid o el Museo Sorolla; la mayoría centros ubicados en Madrid, aunque la museógrafa no se plantea mover su estudio de la provincia de Cádiz. Con cada una de ellas, Rubio es la encargada de conceptualizar y materializar exposiciones habitualmente temporales y en las que su nombre suele quedar entre bambalinas: “Me gusta lo que se cuece detrás y la arquitectura efímera, en seis meses todo se destruye”.

Cada institución marca sus propios ritmos y patrones de trabajo, pero todas repiten unas pautas habituales. Hasta Cuatroparedes llega una solicitud de presupuesto en forma de dossier que se convierte en un plan de trabajo “de un mes o mes y medio”, en caso de que el museo lo acepte. En ese tiempo, a Rubio le toca zambullirse en la documentación del leitmotiv de la exposición, ya sea el origen de un icono publicitario como el icónico toro de las Bodegas Osborne —suyo es el recorrido expositivo permanente del Toro Gallery de El Puerto— o la obra de Luis Paret en el Prado. “Mientras, visitas la sala, mides el espacio, tienes reuniones con el comisario para saber qué quiere contar y diseñas en base a una dirección artística. Es como el guion de una película a desarrollar”, explica la museógrafa.

En ese camino, no son pocas las ocasiones en las que hay obras de arte a exponer que se quedan fuera o que incluso cambian su ubicación prevista en función del espacio, una vez se pasa cada pieza a dibujo para poder recrear cómo quedará expuesta. “Los comisarios siempre suelen querer más, así que suelo recomendar quitar algo”, explica entre risas Rubio. Y, de por medio, decisiones técnicas y estilísticas que marcan la diferencia de la exposición: “El textil quizás sea el patrimonio más difícil de exponer, la escultura es menos agradecida por las complicaciones de la luz o los soportes”.

Myriam Rubio, en el Museo del traje en Madrid.

El color de las paredes, ese fondo tan protagonista como medidamente discreto de una muestra, tiene un capítulo aparte, como razona la experta: “Es la clave, deben ser complementarios de las obras a exponer. Dedicamos semanas a la búsqueda del color, lo que funciona en el estudio, lo mismo no lo hace en la sala o al revés. En El Prado podemos llegar a trabajar con 20 muestras de color diferentes y pintan paredes al completo para valorar”. La museógrafa tiene claro que las muestras temporales no escapan a las modas: “Lo que funciona ahora, antes o después puede que no. Hoy quizás se demande más teatralidad, después del auge de las exposiciones inmersivas, se pide que haya más creatividad en las luces o las gráficas”.

Rubio no quiere quedarse con una institución, aunque reconoce que el Prado tiene “un nivel en calidad de piezas y de selección al que no puede llegar el resto”. También se resiste a elegir una muestra en concreto, pero recuerda con cariño el reto que supuso De gira por España, la exposición itinerante organizada por la pinacoteca por su 200 aniversario: “Conocí muchas ciudades y museos, fue un año entero”. Después de más de 15 años de experiencia con Cuatroparedes y 35 en el sector, Myriam Rubio asegura que “nunca” ha sentido impedimento alguno por ser mujer en un sector con claro predominio femenino. Otra cosa es si, como reflexionaba aquella muestra Invitadas, la mujer ostenta las cotas de representatividad merecidas, ahora en las altas esferas de decisión y poder cultural donde su presencia es aún es minoritaria. “Eso ya es otro cantar…”, remacha con media sonrisa.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.
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