Stefan Zweig, una presencia viva en Salzburgo
La huella del escritor se mantiene en la ciudad austriaca entre polémicas urbanísticas, homenajes y nuevas lecturas de su obra

Peregrinar hasta la villa Paschinger Schlössl en Salzburgo, donde vivió el escritor Stefan Zweig (Viena, 1881-Río de Janeiro, 1942), es un auténtico vía crucis, y no en sentido figurado. El número 5 de Kapuzinerberg, donde se encuentra la residencia, exige ya desde el nombre —Monte de los Capuchinos— un acopio de fuerzas. Tras un discreto arco, la pendiente se empina sin contemplaciones y en sus márgenes comienza la secuencia de 13 capillas barrocas que marcan las estaciones del vía crucis, con esculturas del siglo XVIII que nos acompañan cuesta arriba hasta el monasterio que corona la colina. Entre jadeos para tomar resuello podemos imaginarnos al popular autor austriaco repitiendo esta subida —simbólica o literalmente— cada día, desde 1919 hasta 1934, cuando el miedo al antisemitismo lo empujó al exilio.
Hoy, sin embargo, los modos de acceder a la que fue la vivienda del escritor han cambiado abruptamente. Su actual propietario, Wolfgang Porsche, miembro de la familia de los constructores de automóviles de lujo de igual nombre y accionista de la empresa, tiene otros planes para acceder a su futura residencia: construir un túnel privado con ascensor directo hasta la casa, todavía en obras. Tanto en los mentideros salzburgueses como en la prensa internacional no se habla de otra cosa, dada la polémica que ha desatado en la ciudad el proyecto por su impacto ecológico. Mientras tanto, quien quiera rendir homenaje a Zweig ha de hacerlo a pie, como corresponde a la liturgia mitómana. La llegada se reconoce no por placas oficiales, sino por las stolpersteine, esas pequeñas losas doradas incrustadas en la acera que recuerdan a las víctimas del nazismo. Allí figuran los nombres de Zweig, su primera esposa, Friderike von Winternitz, y las hijas de esta, Susanna y Alexia, quienes compartieron casa y destino.

La ciudad, cuyos elementos urbanísticos más representativos son los campanarios de sus más de veinte iglesias, así como sus empinadas cuestas (que permiten, al final, gozar de unas vistas siempre impresionantes) y sus pasajes semisecretos que conectan unas calles con otras, es un punto neurálgico del turismo musical. Mozart gana la partida, si bien la película musical Sonrisas y Lágrimas también sigue atrayendo a peregrinos que, a su manera, siguen fieles a su particular vía crucis audiovisual, deteniéndose en cada una de las localizaciones del largometraje con una devoción que no tiene nada que envidiar a la religiosa.
Sin embargo, lejos del tumulto de selfies y audioguías, Zweig permanece. No tan ubicuo como Kafka en Praga o Pessoa en Lisboa, pero sí presente con elegante discreción. El Stefan Zweig Zentrum y el archivo de la Universidad de Salzburgo, donde se encuentra gran parte de su legado, compartirán sede en 2026, y lo harán en un lugar cargado de simbolismo: la Residenzplatz. Allí, el 30 de abril de 1938, los nazis llevaron a cabo una quema de libros, donde ardieron, como era de esperar, varias obras de Zweig. Instalar allí el centro dedicado a su memoria tiene algo de justicia poética, aunque él, con su conocida falta de entusiasmo por los gestos dramáticos, tal vez hubiera preferido menos rituales y más eficacia.
Mientras tanto, el Zentrum se congratula de su última novedad: un mapa ilustrado por Maroine Dib que localiza los puntos más zweigianos de Salzburgo. Entre ellos, la librería y galería de arte Mora, inaugurada en 1908 y hoy desaparecida. Muy cerca se encontraba la tienda de ropa tradicional Jahn-Markl, cuyos archivos guardan una imagen improbable: Zweig en Lederhose, los pantalones de cuero con peto que hoy se asocian más con festivales bávaros que con escritores de su linaje.

Si queremos revivir algo del espíritu lector de Zweig, podemos acercarnos a la Librería Anticuaria Weinek, en el número 14 de la Steingasse. Esta calle, al pie del Kapuzinerberg, alojaba en tiempos talleres de curtidores y tintoreros. En la librería —que también sirve café y expone pequeñas obras gráficas— es posible encontrar primeras ediciones de obras suyas como Castelio contra Calvino o La novela del ajedrez.
El escritor y artista Max Bläulich, fundador de la librería, también se animó a sacar adelante una minúscula editorial, Tartin Editionen, dedicada a rescatar textos olvidados. Entre ellos, un borrador de discurso de Zweig titulado Einigung Europas, un alegato a favor de una Europa unida que hoy, en su edición con cubierta lila, se muestra con orgullo en un expositor.
El editor de este breve llamamiento a la unificación europea, Klemens Renoldner, cofundador del Zweig Zentrum en 2008, cuenta cómo dio con el discurso: “Lo encontré entre los manuscritos inéditos de Zweig que conserva la Universidad Pública de Nueva York (SUNY) en Fredonia. Se trataba de siete páginas mecanografiadas. El manuscrito había permanecido en la casa de Bath donde vivió Zweig y, por lo que sabemos, él pretendía pronunciar este discurso en París o Estrasburgo.”
Otro punto señalado en el mapa es el Café Mozart, donde Zweig jugaba al ajedrez con Emile Fuchs. En su exilio en Brasil siguió haciéndolo, esta vez con Ernst Feder, periodista y amigo, quien revisó su último texto antes de ser publicado póstumamente. El texto era, en efecto, La novela del ajedrez. Hoy, en ese mismo café, y para honrar la memoria de Zweig —aunque quizá involuntariamente—, podemos ver a dos hombres frente al tablero, como si la escena hubiera permanecido inmutable. Un cartel nos anuncia que allí funciona el club de ajedrez más antiguo de Salzburgo.

En el centro dedicado al escritor se custodian también objetos tan personales como un sello con la firma de Zweig, las tarjetas de visita que usaba para excusarse de acudir a sus numerosos compromisos o un facsímil de su carta de suicidio, la Declaração, en la que se despide con un deseo sobrio y estremecedor: “Ojalá vivan para ver el amanecer tras esta larga noche. Yo, que soy impaciente, me voy antes que ellos.”
Entre los vínculos salzburgueses de Zweig, destaca su amistad con Max Reinhardt, el dramaturgo que fundó los Festivales de Salzburgo. Reinhardt vivía en el Leopoldskron Schloss, un palacio en las afueras donde organizaba cenas y veladas teatrales. Una lista manuscrita en forma de elipse conserva los nombres de los asistentes a uno de estos banquetes; entre ellos, Zweig y Friderike. No sabemos si acudieron o enviaron una de sus célebres tarjetas de excusa. Lo que sí se sabe es que Zweig visitó más de una vez la biblioteca barroca del palacio, inspirada en la de la abadía suiza de San Galo. Hoy, Leopoldskron funciona como hotel de lujo, pero quien acuda a uno de sus bares, el Meierhof, puede colarse a mirar los salones y la biblioteca.
Al preguntarle a Martina Wörgötter-Peck, directora del Stefan Zweig Zentrum, por una biografía de Zweig, no duda: “Recomendaría la de Oliver Matuseck (Las tres vidas de Stefan Zweig) para obtener una visión general de su vida. Zweig es particularmente célebre por El mundo de ayer, escrito en sus años salzburgueses, pero es revelador también entender las que él consideraba sus tres vidas, que incluyen sus años anteriores a la Primera Guerra Mundial, así como su exilio posterior en Inglaterra y Brasil,”. Para esta última etapa transatlántica, Wörgötter-Peck se decanta por la biografía del brasileño Alberto Dines, quien conoció a Zweig de niño, si bien esta obra no ha sido traducida aún al castellano.

Desde que su obra entró en dominio público en 2023, la producción editorial en torno a Zweig se ha intensificado. Entre las novedades, destaca una nueva traducción de El mundo de ayer, realizada por José Rafael Hernández Arias para la editorial Arpa, que incluye además imágenes inéditas digitalizadas recientemente, como el cuaderno de Zweig y un retrato del autor en la India, entre otras. Asimismo, para alegría de sus muchos lectores en España y Latinoamérica, contamos con Stefan Zweig. Vida y obra de un gigante de la literatura (Arpa, 2023), una biografía escrita originalmente en castellano por Luis Fernando Moreno que nos acerca todavía más a este europeo con mayúsculas que, a pesar de sus trágicas vivencias, no dejó de creer en la posibilidad una Europa unida.
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