La Biblioteca de Mujeres: cuarenta años sin disponer de un espacio propio
Más de 30.000 libros y publicaciones de escritoras o dirigidos al público femenino de los siglos XIX y XX cedidos al Instituto de la Mujer acumulan polvo en emplazamientos provisionales de Madrid

Caminamos sobre palabras que estuvieron antes e inventamos otras nuevas. Cuando Virginia Woolf escribió que una mujer necesita una habitación propia (y dinero, dijo también) para dedicarse a la literatura, ya reconoció que eso “deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de las mujeres y la verdadera naturaleza de la literatura”. Como han demostrado muchas escritoras, disponer de ese cuarto propio no es necesario para escribir (y tampoco el dinero), pero si la idea de la habitación propia perdura es porque se ha convertido en un símbolo que trasciende el mero espacio físico. Es, sin embargo, un espacio físico, una sede estable y permanente, lo que necesita la Biblioteca de Mujeres, que supera los treinta mil volúmenes. Hace ya más de cuarenta años que su impulsora, la documentalista Marisa Mediavilla (Palencia, 80 años), empezó a adquirir todo tipo de libros y de publicaciones de mujeres, y sobre mujeres.
La biblioteca, cedida en 2006 al Instituto de la Mujer, está repartida por varios emplazamientos provisionales. Desde 2012, la mayoría de los libros están en el Museo del Traje de Madrid; y otras doscientas cajas, sin abrir, se guardan entre los locales del número 4 de la calle Bravo Murillo de Madrid, pertenecientes al actual Instituto de las Mujeres, y unas dependencias del Ayuntamiento de Coslada. “Alemania, Francia, Italia, Bélgica, los países nórdicos, todos tienen su Biblioteca de Mujeres, ¿por qué aquí no?, ¿por qué aceptamos no tener memoria?“, se pregunta Marisa Mediavilla, cuya labor profesional, como bibliotecaria, estuvo ligada al servicio central de la red de bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid.

“A veces me dicen, ¿y para qué una Biblioteca de Mujeres si la Biblioteca Nacional tiene todo? Y yo digo que, siguiendo ese criterio, entonces sobran todas las demás bibliotecas. Y además no es cierto que la Biblioteca Nacional tenga todo. En la Biblioteca de Mujeres hay cosas que no están en otras bibliotecas. Yo entré a trabajar en el año 1975, cuando murió Franco, y entonces un montón de editoriales empezaron a publicar. Tuve la suerte de tener una directora de bibliotecas públicas extraordinaria, Alicia Girón, y lo que se publicaba de mujeres en esos años se compraba todo para las bibliotecas“, explica la documentalista.
Cuando Mediavilla se jubiló, ya no había ninguna de esas publicaciones, “porque las bibliotecas públicas no son bibliotecas de conservación. Cuando hay novedades y las ingresas, tienes que expurgar y vaciar, y se empieza por los libros que menos se han prestado. El fondo de las mujeres solía ser de los que menos se consultaban y por eso se expurgaba, pero no por misoginia, sino sencillamente porque se había consultado poco”, aclara.

Esa falta de interés por los libros de escritoras o las publicaciones para o sobre la mujer contrasta con la difusión y reivindicación que se está produciendo en los últimos años de muchas autoras injustamente olvidadas. Sobre todo las del siglo XX, que son, precisamente, las que nutren en mayor medida la Biblioteca de Mujeres creada por Marisa Mediavilla, ayudada por colaboradoras como la escritora Lola Robles y Ricarda Folla, con la que Marisa Mediavilla ha realizado un Tesauro de mujeres que lleva ya ocho mil descargas.
Otra muestra del interés por las creaciones de las autoras es la numerosa asistencia y seguimiento que tuvo el pasado mayo el I Encuentro Estatal Mujeres y Literatura, celebrado en la sede central del Instituto Cervantes, en Madrid, y promovido por la Asociación de Mujeres Escritoras e Ilustradoras (AMEIS) y la Asociación Colegial de Escritoras y Escritores (ACE).
Uno de los puntos del manifiesto resultante de ese encuentro reclama precisamente “una sede digna para la Biblioteca de Mujeres” que se concrete en un espacio permanente y accesible en el centro de Madrid. AMEIS y ACE proponen además que la gestión de esta sede se realice de forma conjunta entre el Instituto de las Mujeres, dependiente del Ministerio de Igualdad, y la Dirección General del Libro, del Ministerio de Cultura, para que esta colaboración sirva para desbloquear la situación de la Biblioteca de Mujeres. “Lo que no se nombra, no existe; y lo que no se ve, tampoco existe. Y esta biblioteca, que ya está formada y que es el trabajo de toda una vida, un trabajo de investigación impresionante, es valiosa para todas y para todos, para que quien quiera investigar en ella pueda hacerlo”.

“La Biblioteca de Mujeres existe en otras ciudades europeas y también en Barcelona hay una Biblioteca de la Dona [la Biblioteca Francesca Bonnemaison], así que no se está pidiendo nada extraño y creo que ahora es un buen momento para este proyecto", dice Carmen Peire, presidenta de la asociación AMEIS. “Todavía hay una deuda pendiente con lo que toda una serie de mujeres aportaron al mundo literario”, añade, y recuerda que por eso le concedieron a Marisa Mediavilla el primer AMEIS de plata, el principal galardón de la asociación. Mediavilla ha recibido también el Premio Leyenda del Gremio de Libreros de Madrid.
“El Ministerio de Cultura tiene una sección de bibliotecas especializadas, así que no se trata de crear nada nuevo. Esta es una biblioteca especializada, igual que hay otras de otros temas. Lo importante es que tenga un espacio propio, una identidad diferenciada”, subraya Marisa Mediavilla. Fue en los años setenta cuando Mediavilla empezó a comprar libros de autoras o referidos a las mujeres, aunque los ochenta fueron el inicio de un trabajo más sistemático de recopilación. Entre los volúmenes de la Biblioteca de Mujeres predominan los libros y publicaciones del siglo XX, pero también del XIX, como la revista La ilustración de la mujer. Y destaca la colección de tebeos dirigidos a mujeres, como Florita, Azucena, Mis Chicas, Ardillitas, Golondrina y Quinta Avenida, entre otros. Hay también revistas de todo el mundo, “feministas y antifeministas”, destaca Mediavilla, porque la biblioteca también recoge publicaciones y libros que se han referido a las mujeres de una manera denigrante o paternalista. “Al ser una biblioteca especializada en mujeres, se recoge cualquier opinión ideológica y política. Aparece todo lo que se refiere a la mujer y cómo ha sido vista”, apunta.
Sobre sus preferencias, Mediavilla destaca a las autoras del primer tercio del siglo XX: “Son todas extraordinarias. Han sido un descubrimiento para mí y para muchas mujeres que en los setenta y en los ochenta empezamos a despertar y a querer conocer la historia de las mujeres que nos habían precedido. Y eso que nos prohibieron estudiar hasta 1910, que casi no te lo puedes ni creer. Pero estas autoras eran buenísimas, tenían mucha calidad. Podemos citar a Victoria Kent y a Clara Campoamor, pero había un montón". La idea de Marisa Mediavilla es que la biblioteca recoja también donaciones, porque hay muchas autoras y libros valiosos por descubrir. Pero eso será si la Biblioteca de Mujeres consigue salir de los sótanos y de las cajas y logra por fin su habitación propia.
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