Más allá de ‘Las cuatro estaciones’ de Vivaldi: los compositores que inmortalizaron el verano
George Gershwin, Bach, Haendel, Chaikovski, Beethoven, Debussy, Mahler, entre otros grandes maestros, retrataron la época estival en sus obras

Summertime, la célebre canción de George Gershwin que nos sumerge en el dulce sopor veraniego, es una de las más conocidas páginas de alabanza al verano. Con ella, el compositor estadounidense iniciaba su más ambicioso trabajo: Porgy and Bess, ópera que tardó 10 años en completar. El verano está presente en muchas obras de los grandes compositores, no solo en las conocidas Las cuatro estaciones, de Vivaldi. Maestros como Haydn, Beethoven, Berlioz, Chaikovski, Debussy, Mahler, Schumann, Mendelssohn, Haendel o Bach también sellaron su vínculo con esta estación de diferentes maneras.
La llegada del verano tiene una fuerza transformadora en nuestras vidas, en nuestros hábitos y costumbres. Las ciudades cambian. Por ejemplo, Leipzig en tiempos de Bach. Durante todo el año había conciertos públicos en el Café Zimmermann ofrecidos por Bach al frente de su Collegium Musicum. En invierno eran los viernes por la noche en el interior del establecimiento, regentado por Gottfried Zimmermann. Pero al llegar el verano, los conciertos pasaban a celebrarse los miércoles a las cuatro de la tarde en los jardines del café. De manera que los ciudadanos lipsienses tuvieron durante años la fortuna de poder asistir, mientras saboreaban un buen café y acomodados bajo la fresca sombra de tilos y robles, a los conciertos ofrecidos por el propio Bach, tal vez con alguno de sus hijos y acompañado por estudiantes del Collegium Musicum, en los que se interpretaban obras como sus conciertos para dos claves, cuerda y continuo. ¿Acaso puede haber mayor placer para los sentidos?

El verano también fue cómplice de uno de los conciertos más sonados, nunca mejor dicho, de los ofrecidos por el otro astro alemán de la música, coetáneo de Bach: Georg Friedrich Haendel.
Según afirma el director de orquesta y musicólogo Christopher Hogwood en su libro dedicado a Haendel (Alianza Música, 1988), un diplomático prusiano en Londres contaba lo siguiente: “Hace unas pocas semanas el Rey expresó al barón Kielmansegge su deseo de celebrar un concierto en el río”. Pues bien, ese concierto fluvial tuvo lugar sobre las aguas del Támesis el 7 de julio de 1717 a partir de las ocho de la tarde. “A continuación de la gabarra del Rey —sigue contando el cronista— iba la de los músicos, unos 50 en total, que tocaban toda clase de instrumentos […] La música había sido compuesta especialmente por el famoso Handel, natural de Halle y principal Compositor de Corte de Su Majestad”.

Y así, en la noche de aquel verano de 1717 nació la Water Music o Música Acuática de Haendel, una de sus obras maestras. No volvería a celebrarse un concierto con tanta repercusión sobre las aguas del río londinense hasta el 7 de junio de 1977, cuando el irreverente grupo punk Sex Pistols, que tenía prohibido tocar “sobre suelo británico”, ofreció un concierto desde un barco sobre el Támesis, coincidiendo con el 25º aniversario de la coronación de la reina Isabel II. El escándalo fue mayúsculo y terminó con heridos, intento de abordaje por la policía y varios miembros del grupo en comisaría.
Pero regresemos al verano entre los grandes compositores. En 1876, la revista Nuvellist, de San Petersburgo, solicitó a Piotr Illich Chaikovski que escribiera piezas para piano que se publicarían mensualmente a lo largo de todo un año. Se cuenta que para no olvidarse de esta cita, el maestro ruso pidió a su criado que cada mes le diera un empujón recordándole que tenía que cumplir el encargo. Dio resultado y Chaikovski compuso 12 páginas reunidas bajo el título general de Las estaciones op. 37a. Las tres correspondientes al verano tienen nombres evocadores: junio, barcarolle; julio, canción del segador, y agosto, la cosecha.
Otro ruso, Alexander Glazunov, también compuso un ballet titulado Las estaciones. Pero sin duda Las cuatro estaciones op. 8 de Vivaldi representa la más popular de las descripciones del paso del tiempo a lo largo de un año. Vivaldi publicó estos cuatro conciertos para violín en Ámsterdam en 1725, dentro de su colección Il cimento dell’armonia e dell’invenzione. Cada estación es descrita, además de con música, con unos poemas cuya autoría se atribuye al propio compositor. El verano, en la tonalidad de sol menor, nos habla del poder del sol que a todos hace languidecer, del canto de las aves, del pastor y del combate de los vientos. La tormenta llega y todo se estremece hasta el regreso de la calma y del cielo límpido y brillante.

La tormenta, un clásico en las descripciones del verano, vuelve a aparecer en Las estaciones Hob. XXI.3 de Joseph Haydn, un oratorio compuesto tras su paso por Inglaterra y producto de su admiración hacia los oratorios de Haendel. Pero la tormenta mejor descrita en un ambiente campestre, sin duda, la hallamos en la Sinfonía nº 6 en fa mayor op. 68, Pastoral, de Beethoven. Su cuarto movimiento, Gewitter. Sturm (Relámpagos. Tormenta), describe, de manera magistral, todo el proceso de una impresionante tormenta estival, desde sus primeras gotas hasta que escampa. Algo que todos hemos vivido alguna vez cada verano. La sinfonía concluye con el “Canto de los pastores, sentimientos de júbilo y gratitud después de la tormenta”.
El verano no es solo descanso. Las faenas del campo, la siega, hacer gavillas con el heno, cosechar la mies, esquilar las ovejas… Todo ello se convirtió en un referente habitual entre escritores, pintores y músicos. Robert Schumann incluyó en su Álbum de la juventud op. 68 la pieza titulada Canción del segador, como hizo Chaikovski evocando el mes de julio en sus Estaciones.
Y, tras el esfuerzo del trabajo, o simplemente tras una alegre comida, no hay verano en el que no tenga cabida la siesta. Van Gogh tiene un lienzo así titulado que es absolutamente descriptivo. El calor y el ardor sensual de una siesta queda reflejado en el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy, autor que nos traslada también a un referente común de los meses de verano: el mar. La mer es una de las más logradas descripciones marinas y una obra maestra del genio francés.
“El verano hace su entrada. Es mi tercera sinfonía. Una enorme sonrisa a todo el ancho mundo”, escribía Gustav Mahler en 1895. Porque a veces el verano nos lleva a descansar, pero “trabajando”, como le sucedía a Mahler. Cuando terminaba la temporada como director de orquesta, se retiraba a una cabaña frente a un lago en los Alpes austriacos, rodeado de bosques, para dedicarse a la composición. Hoy, gracias a estos veranos, podemos disfrutar de sus sinfonías y del Adagietto de su Sinfonía Nº 5, una evocadora página del verano, del amor y de la búsqueda de la belleza transcrita por Thomas Mann en su novela La muerte en Venecia y traducida al lenguaje cinematográfico por Visconti. Las escenas de la playa del Lido nos recuerdan aquellos apasionados amores veraniegos, siempre fugaces o inalcanzables.
Hoy, merece la pena sumergirse en la belleza de estas y otras músicas de los grandes compositores, tan evocadoras de los dulces y suaves días del verano.
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