De Beruete y Sorolla a Pepe Baena: el realismo se hace fuerte en Almería
El Museo de Arte Realista Español Contemporáneo, que acaba de cumplir su primer aniversario, ofrece un recorrido por este movimiento artístico desde el siglo XX a la actualidad con Antonio López como gran referente


Pocos paisajes más almerienses que la Isleta del Moro, en Níjar, localidad formada por una lengua de tierra volcánica que se adentra en el Mediterráneo. Es justo el rincón que Antonio López y Andrés García Ibáñez eligieron pintar durante varias sesiones a finales del año 2017. Con sus caballetes instalados en un saliente en Los Escullos realizaron cuatro obras, tan parecidas como diferentes, que ahora dan la bienvenida a los visitantes del Museo del Realismo Español Contemporáneo (Murec) de Almería. Ejercen de aperitivo. Son una declaración de intenciones sobre lo que encontrar en este singular espacio que acaba de cumplir su primer aniversario. Su completa colección ayuda a entender la evolución del movimiento artístico desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. De las vistas de Beruete y las escenas cotidianas de Sorolla al grupo de Madrid o trabajos recientes como el de Pepe Baena. “La gran relación del realismo con la contemporaneidad es evidente”, explica Juan Manuel Martín, director del centro.
El museo se despliega en 13 galerías del viejo hospital Santa María Magdalena de Almería, que heredó la actividad que ya hacían antiguas instituciones en este inmueble desde el siglo XVI y cerró en 2011 por el mal estado del edificio. En 2017, aun sin saber exactamente cuál sería su destino, la Diputación de Almería proyectó una rehabilitación integral. García Ibáñez reaccionó rápido. Llevaba años soñando con un lugar donde mostrar los fondos de su fundación y, además, quería resarcirse del fiasco del museo sobre el realismo previsto en Albacete.
“Los políticos, con Cospedal a la cabeza, se hicieron la foto y nada más. Se quedó todo en agua de borrajas. Y esta era una oportunidad de recuperar aquella idea, pero ampliada y mejorada”, recuerda el artista. El acuerdo con el organismo provincial fue rápido. Hoy la Administración paga 2,1 millones de euros anuales al ente privado, que gestiona el museo y toda su actividad. “Ellos ponen el saber hacer, su colección, sus contactos. Y nosotros el inmueble y el apoyo financiero”, resume Pedro Asensio, jefe de servicio del Área de Presidencia del organismo provincial. El contrato tiene una duración de cuatro años y se extingue en 2027, aunque los firmantes prevén ampliarlo tras un exitoso primer año que sumó más de 60.000 usuarios y 300 actividades. “Hasta hacerlo realidad hubo mucho trabajo duro, pero ahora la sensación es la del deber cumplido”, señala García Ibáñez, que cree que Almería empieza así una senda museística inspirada en el éxito de ciudades como Málaga.

Adentrarse en sus instalaciones ayuda a sacar una conclusión muy evidente: Antonio López es el gran nombre del realismo español contemporáneo, porque el discurso está articulado alrededor de sus precedentes y sus influencias en generaciones posteriores. Pero hay otra más, que el movimiento va mucho más allá de lo que parece. Y para convencer de ello al visitante la Fundación Ibáñez Cosentino decidió formar una colección específica de 360 obras conseguida gracias a los acuerdos con 26 coleccionistas privados, entre ellos el propio López, que ha cedido 60 piezas. Todo ello permite remontarse hasta finales del siglo XIX y comienzos del XX de la mano de Beruete, Sorolla, Pinazo o Muñoz Degrain, del que se puede contemplar una bonita vista a Sierra Nevada. “Las pinceladas de esta época advierten el discurrir posterior del realismo y muestran cómo los artistas empiezan ya a salir al paisaje que les rodea y, también, a fijarse en temas cotidianos”, subraya Juan Manuel Martín, el director del Murec, el único museo dedicado en exclusiva al realismo de España.
Retratos, escenas íntimas o panorámicas van contando la relevancia de Barcelona y de su influencia en las escuelas regionales. Destaca un romero de torres de grandes dimensiones y trabajos de creadores cuyos nombres fueron denostados por el simple hecho de pintar durante o poco después de la Guerra Civil. La sandía abierta, realizada por Benito Prieto Coussent en 1945, es buen ejemplo. “Creo que el museo llena un hueco vacío y, además, palia una injusticia histórica. La mayoría de estos artistas y los posteriores no está en ningún otro museo de arte contemporáneo publico”, señala García Ibáñez.
El grupo de Madrid
La segunda planta arranca con trabajos de Antonio López Torres, quien tuvo una gran influencia en su sobrino, Antonio López, así como en buena parte de quienes formaron junto a él mismo el grupo de realistas de Madrid: Paco López, Julio López, Isabel Quintanilla, Esperanza Parada, María Moreno y Amalia Avia. Su órbita y su estela facilitan al museo proponer un recorrido cronológico para acercarse a finales del siglo XX y comienzos del XXI hasta prácticamente la actualidad, con la pintura como principal protagonista, pero también presencia de esculturas. Las piezas, además, advierten que el movimiento no ha contado con una línea única, sino que ha ido evolucionando no tanto en temas como en la propia mirada de los creadores a lo que les rodea.

En la última sala, dedicada a los más jóvenes, se encuentran obras de artistas nacidos entre los setenta y los ochenta. Muchos han pasado por los talleres que los grandes referentes de este centro, López y García Ibáñez, han impartido en el pueblo que vio nacer a este último, Olula del Río. En estos cursos —cancelados desde la pandemia, aunque se retomarán este verano— han formado durante una década los nombres que destacan en el arte figurativo más actual. Uno de ellos es el gaditano Pepe Baena, quizá una de las firmas más conocidas por su buen manejo en las redes sociales y la bendición recibida por los algoritmos. “Estuve allí dos años seguidos y fue una experiencia espectacular. Aprendí mucho tanto de ellos como de los compañeros”, rememora Baena, cuyo trabajo expuesto en el Murec, titulado El cumpleaños, retrata la celebración de un amigo de sus hijos en una plaza de Cádiz. “Esa es mi pintura, la del día a día. Pinto lo que me rodea”, añade quien comparte pared con otros realistas contemporáneos, muchos de ellos llegados desde Jerez de la Frontera, como es el caso de Ignacio Estudillo, Eduardo Millán y Cristina Mejías.
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