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Sónar +D 2025: el festival donde la IA se humaniza y las plantas charlan

La jornada inaugural reivindica una perspectiva humanista de la tecnología, alejada del catastrofismo y de la precarización laboral

Una asistente, al 'teléfono' que conecta a los visitantes con las plantas en 'Chemical Calls of care.2', de Yolanda Uriz Erízale.
Noelia Ramírez

Para qué seguir enfrentando a lo humano con la máquina si son dos agentes que se necesitan para el progreso. Tras doce años reflexionando sobre las luces y las sombras de la inteligencia artificial en las industrias creativas, el Sónar +D ha inaugurado su primera jornada del jueves sin protestas políticas en la puerta y con The machine is learning (La máquina está aprendiendo), una performance hipnótica que ha apelado a la fantasía cibernética que nos fusione con la tecnología. La ha llevado a cabo la artista, investigadora e intérprete Marije Baalman, ataviada con un mono de trabajo rojo y unos guantes conectados a sensores en los que establecía un diálogo teatral de código abierto con su ordenador. En alianza con el programa europeo AI & Music de S+T+ARTS, la mañana del jueves ha estado centrada en mostrar una perspectiva humanista de la IA, buscando enfoques y discursos alternativos alejados del catastrofismo y de la precarización laboral.

Antònia Folguera, comisaria del Sónar +D, ha sido la interlocutora de un foro abierto en el que distintos expertos han defendido la creatividad sonora mediante la tecnología. “Cada vez que me preguntan si la IA es buena o es mala, yo intento abrir la conversación”, apuntaba una veterana del certamen, Rebecca Fiebrink. Esta profesora de Informática Creativa en la Universidad de las Artes de Londres desarrolla nuevas tecnologías para personas discapacitadas. “Al hablar de IA con mis alumnos siempre vuelvo a su definición: máquinas para aprender. Si lo pensamos de esa manera, reconocemos que los algoritmos también pueden trabajar con nuestro cuerpo”, ha defendido. Más que replicar cosas vistas, usar la IA para descubrir nuevos caminos. Esa ha sido la vía que ha defendido la artista e investigadora Joanne Armitage frente a los perezosos usos hiperrealistas y de recreación que tanto triunfan en las redes. “Producir un sonido que no puedes imaginar, ¿no es algo increíble? Ese el poder. A mí, de la IA, lo que me gusta es su propio desorden en su respuesta a la interacción humana”, ha defendido.

'Earth-topia Luma: the Algaecoon', de Arts Korea Lab, en el Sónar +D

La IA se humanizaba en el SonarÀgora, pero en un piso más arriba se ha montado un aquelarre futurista. Lo perpetraban las analistas Berta Segura (DMentes) y Francesca Tur (tendencias.tv), donde han expuesto sus recetas frente a lo que han etiquetado como “la sociedad de los atajos”. Frente a una cultura acelerada, impaciente y adictiva, “la que toma Ozempic porque quiere adelgazar ya y que usa ChatGPT porque quiere una solución ya”, tanto Segura como Tur han apostado por un “pensamiento catedral” basado en la experiencia lenta, a largo plazo. Una reacción al escenario de consumo en el que hemos sacrificado la atención por la inmediatez. Encarando problemáticas como la turistificación y el boicot al propio festival, entre la dicotomía de “quemarlo todo” o “refugiarse en la melancolía”, las analistas han apelado la responsabilidad política de la cultura y de los agentes que la producen. “La clave es no rendir cuentas a nadie. ¿Vamos a ver más festivales como el Sónar? ¿O es el momento de la cultura independiente? ¿Qué es la cultura independiente? Démosle vueltas y pongamos cabeza. La minoría es la nueva mayoría”, ha dicho Tur.

Así es 'Chemical Calls of Care.2', el teléfono que conecta a los visitantes con plantas.

Mientras, en el centro neurálgico de Sónar+D, el Project Area, el espacio de exposición interactivo del que saldrán miles de historias de Instagram en los próximos días, el visitante puede ‘llamar’ a unas plantas que responden con olores o contemplar cómo las flores charlan entre sí. El peculiar teléfono que imagina comunicaciones no audiovisuales y que nos conecta con sistemas no humanos es Chemical Calls of Care.2, obra de la artista española Yolanda Uriz Elizalde. En la instalación se pueden elegir nutrientes de cuidado que enviar a unas plantas y estas —desde un terrario repleto de albahaca, lavanda, salvia, ruda y maría luisa— responden con olores específicos y sonidos en una cabina en la que puedes escucharlas y olerlas.

A pocos metros de esa obra, las plantas, directamente, discutían animadas. Así se podía comprobar en la investigación Otras inteligencias. Diálogos Interspecie Planta-Humana. Un proyecto de jardines robóticos que mediante sensores en un lirio de la paz mide su actividad y las señales que envía a las plantas que les rodean. “Las plantas son inteligentes y también tienen sus manías. Si metes una planta nueva en ese jardín, algunas tardarán en hablarle, porque hay patrones de amistad entre ellas”, defendía la investigadora del proyecto, María Castellanos.

Un joven con gafas de realidad virtual en el Sónar +D.

No solo de diálogos en la naturaleza vive ese espacio que lleva años convertido en la capital del mercado del sintetizador modular. Además de los videojuegos habituales y de los simuladores virtuales con los que trastear, destacan las instalaciones focalizadas en la música cuántica. Desde Berlín, Eigensound Lab ha convertido un boson sampler —un sistema de computación basado en la interferencia de fotones— en una instalación sonora interactiva. Y para selfis, los que la gente se hará con la camisa festivalera de Simon Weckert en colaboración con la Fundación Foto Colectania. Una llamativa prenda en colores flúor hecha de plásticos reciclados que te hace invisible a los sistemas de movilidad, los denominados algoritmos YOLO de las cámaras de hipervigilancia. Al ponértela, la IA no te detecta como humano y dejas de ser persona. Como muchos de los que, después, se perderán por otros caminos del festival.

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Sobre la firma

Noelia Ramírez
Periodista cultural. Redactora de S Moda desde 2012 y forma parte del equipo de Cultura desde 2022.
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