‘Warfare: tiempo de guerra’: así es una ratonera, corto y cambio
Alex Garland dirige junto al exmarine Ray Mendoza una película que reconstruye de forma cruda y casi en tiempo real la emboscada a un pelotón estadounidense en Irak

Warfare: tiempo de guerra es la historia de una amistad en principio improbable, la del director británico Alex Garland y el exmarine Ray Mendoza. Este último asesoró al novelista, guionista y director británico durante el rodaje de su anterior película, Civil War (2024), y ahí empezó a gestarse la relación y la película que Mendoza y Garland han coescrito y codirigido. El resultado es un filme frío y aséptico que reproduce de forma hiperrealista, casi en tiempo real, la emboscada que sufre un pelotón estadounidense durante una misión de vigilancia en Ramadi, Irak, en noviembre de 2006. Mendoza lo vivió, y el guion lo han escrito a partir de sus recuerdos y los de los otros militares que compartieron misión con él.
Pese a sus derrapes, Garland se atrevía en Civil War a mostrar la posibilidad de un enfrentamiento fratricida en Estados Unidos. El resultado era una distopía que se sentía demasiado cercana, que asomaba al espectador a una especie de guerra de guerrillas que, pese a resultar confusa, mostraba el abismo de un país sembrado de odio y de milicias supremacistas. El corazón de Civil War tenía la forma de una road-movie de periodistas, jóvenes y veteranos unidos por el cordón umbilical de un oficio apasionado.
En la nueva película de Garland el volantazo hacia el género bélico más crudo es directo y preciso: todo está narrado desde el punto de vista de los militares estadounidenses, entre ellos, el mejor amigo Mendoza, el francotirador Elliott Miller, uno de los personajes centrales de una película sin personajes. El único protagonista de Warfare es el grupo, un puñado de hombres conectados entre sí por su pesado uniforme. La primera secuencia es a lomos del videoclip de un hit de 2004, Call on Me, del dj Eric Prydz, basada en un sample de la ochentera Valerie, de Steve Winwood, que conecta, entre aullidos de euforia, la testosterona armada del grupo.
A partir de ahí, Garland y Mendoza parecen rozar el esquema de un videojuego bélico, pero la frialdad de Warfare va por otro camino. Su latente tensión resulta muy real. La claustrofobia es la sensación que prevalece en una puesta en escena que hace sentir al espectador dentro de una ratonera sin escapatoria. En su misión de vigilancia, el grupo accede a una casa familiar que invade y destruye sin más. Son apenas dos pinceladas que aportan algo de contexto. Aunque el único contexto que le importa a la película es el del propio uniforme, esa pesada segunda piel por la que los hombres matan y mueren. Una armadura hecha de tela de camuflaje que no les permite ni mear en condiciones. Una vez más, Garland muestra su don para crear imágenes desde el trabajo de sonido. Warfare no es una película hecha de diálogos sino de códigos, gestos, silencios, explosiones, disparos y gritos.
Por momentos, remite a El francotirador (2014), filme de Clint Eastwood inspirado en la autobiografía del marine Chris Kyle, también centrada en su misión en Irak. Pero Garland y Mendoza se alejan de cualquier tentación clasicista para ofrecer otro tipo de dispositivo. Warfare juega a la miniatura desapasionada —sin aparente discurso político ni antibelicista, ni nada— para lograr una extraña pirueta que propone entender la reproducción mecánica del trauma como una forma de terapia.
Warfare: tiempo de Guerra
Dirección: Alex Garland y Ray Mendoza.
Intérpretes: D'Pharaoh Woon-A-Tai, Will Poulter, Cosmo Jarvis, Kit Connor, Michael Gandolfini, Taylor John Smith, Finn Bennett.
Género: bélico, Estados Unidos, 2024.
Duración: 95 minutos.
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