‘Damas de hierro’: Empoderamiento a sartenazos

Damas de hierro es una road movie finlandesa que arranca con el sartenazo que le propina una mujer de 75 años a su marido, al que cree haber matado. Lo que sigue no es Thelma y Louise, aunque pese a la lejanía geográfica y las canas algo se le parece: mujeres oprimidas que se van liberando de pesados lastres mientras en su huida en coche atraviesan sus recuerdos y su país. En este caso, el territorio geográfico y mental es Finlandia, donde tres hermanas ya ancianas se ponen al volante cuando la del sartenazo les pide ayuda. En la carretera, las dosis de aventuras se mezclarán con los resquemores del pasado y los peajes de una vida familiar que no ha dejado sitio para mucho más. Una de ellas es una exabogada fumadora con aspecto de femme fatale; otra se comporta como una niña grande disparatada y desdentada; y, la tercera, la que huye asustada, es una mujer que aparcó una brillante carrera.

Dirigida por la actriz finlandesa Pamela Tola, la película tiene momentos divertidos al lado de otros sin chispa alguna, especialmente cuando entra en juego el entorno familiar de la fugitiva. Ni la hija ni el marido, ni el eventual trastorno que achacan a la matriarca resultan demasiado interesantes en una mezcla de drama y humor negro que por momentos se vuelve excesiva. En el fondo, todo resulta bastante rocambolesco en esta reivindicación de segundas y terceras oportunidades en la vida, en la que, eso sí, los tópicos del sexo y el baile en la tercera edad son tratados con bastante más desenfado y falta de miramientos que de costumbre. Damas de hierro funciona cuando se centra en la relación entre las tres hermanas, que encierra la gracia y ternura que persigue una película que reivindica la vida más allá de la jubilación, pero el resto resulta bastante inane.