‘La violinista’: pasión amputada

La violinista, película finlandesa que aterriza en España tres años después de su estreno, es un interesante drama sobre una celebridad del violín condenada al silencio. La protagonista, interpretada por la estupenda actriz Matleena Kuusniemi, es una famosa violinista que pierde la sensibilidad de sus manos después de un accidente. Relegada a la enseñanza como única salida a su trauma físico, la violinista se embarcará en un affaire con un alumno mucho más joven que ella. Un idilio desesperado con un mitómano.

El actor y dramaturgo Paavo Westerberg convoca en su película una inquietante mezcla de pasión y ambición donde música, ego y sexo se enredan en una misma huida hacia delante. La violinista no es una historia de amor, no hay atisbo de romanticismo en ella, se adentra en el vacío existencial de una mujer mutilada incapaz de ser feliz fuera del escenario. Matleena Kuusniemi sostiene en todo momento un equilibrio complicado con su personaje y su carga de frustración. Con distancia, pero fascinado con su oscuridad, Westerberg se acerca a un personaje ambiguo, cuya fe y pasión por la música la convierten en una persona tan cuestionable como admirable. Desde su arranque, la película se estructura alrededor de un pasado y un presente de pequeñas mentiras y manipulaciones, solo el marido, el hijo y la novia del amante parecen ajenos a un pozo de deseos y poder desmedidos. Westerberg trata bien a sus personajes secundarios, víctimas del narcisismo de los “genios”.

Como es inevitable, la música será central en todo el filme: Dvorak, Veracini, Bach… Hay alusiones a Mozart y al Amadeus de Milos Forman. Pero la pieza central del filme será el Concierto para violín en Mi menor, de Félix Mendelssohn, todo el amor del que son incapaces en la vida real los personajes brota ante esta cumbre del romanticismo que concentra todo lo que anhela la malograda solista.