Aquella reunión de hermosos y malditos
Se recupera un concierto único de Kevin Ayers con Brian Eno, John Cale y Nico


Hay discos que parecen estrellas fugaces: destacan brevemente y desaparecen antes de que podamos justipreciarlos, encajarlos en cualquier posible canon. Ocurrió con June 1, 1974,un directo concebido por Island Records, grabado en esa fecha en el Rainbow Theatre londinense y publicado un mes después. Fue bien recibido pero se desvaneció tras el seísmo del punk. El olvido debió ser general; se reedita ahora en un sello barcelonés, Elemental Music.
Conviene reconocer que se trata de un artefacto raro. Teóricamente, significaba la reaparición en Reino Unido del donjuán del sonido de Canterbury, Kevin Ayers (1944-2013), tras una de sus largas vacaciones en el sur de Francia. El papel de telonera recayó en Nico (1938-1988), otra amante del sol mediterráneo. A su vez, Nico llamó a su compañero de Velvet Underground, John Cale. Que decidió invitar al cerebrito de moda, Brian Eno. También se apuntaron dos antiguos socios de Ayers: Mike Oldfield, ya puesto en órbita por Tubular Bells, y Robert Wyatt, baterista en Soft Machine, tetrapléjico desde su accidente de 1973.
En realidad, debemos el disco a Richard Williams. Destacado periodista musical en Melody Maker (y, luego, deportivo en The Guardian), en 1973 fue fichado como cazatalentos en Island. Sin mucha fortuna: sus fichajes no vendían y la compañía reservaba sus recursos para Bob Marley. Como el director, Chris Blackwell, prefería el calor de Jamaica a los rigores de Londres, Williams aprovechó su ausencia para grabar el show del Rainbow y dar un empujón a sus artistas.
Williams tenía suficiente edad para recordar la época de las revues, giras excitantes donde media docena de grupos tocaban sus éxitos, sin más. El inconveniente: sus artistas eran figuras de culto, sin verdaderos hits. Solo Oldfield había entrado en las listas. Y, al igual que Wyatt, grababa para la competencia, Virgin Records. Otro asunto era si el cabeza de cartel estaba por la labor. Ayers encarnaba una bohemia dorada que anhelaba trabajar lo mínimo y disfrutar lo máximo. Se esforzó en montar una banda eficaz, con la fluida guitarra de Ollie Halsall (1949-1992) en primer plano. Pero olvidó aquel vulgar refrán de la olla: la noche antes del concierto, se enrolló con Cynthia Wells, esposa de John Cale. Accidentes del amor libre, me dirán, aunque no era la primera vez que el angelical Ayers daba esas sorpresas a sus amigos.

La tensión resultante se palpa en la agonizante interpretación de Cale. Eno evidenció que no tenía talla de vocalista, aunque sí organizó una vorágine de sonidos abrasivos. Nico está representada por su lúgubre versión de The End, de Jim Morrison (pudo ser peor: también cantó un himno nazi). Ajeno a tantas turbulencias, Ayers brilla en sus cinco radiantes temas, finamente arropado por Halsall y, en onda blues, por un Oldfield que parece invocar al sublime Peter Green de Albatross.No lo sabíamos pero sería un punto álgido en su carrera: al año siguiente, intentaría el asalto al estrellato pop con el apoyo de Elton John. No coló.
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