Desiderátum
España ha cambiado muchísimo desde la Ley Orgánica de 1995. Sus códigos encajan con el pasado, pero han quedado claramente oxidados.


Pocas veces el oportunismo político ha sido tan exhibicionista y torpe. Sus portavoces comparecieron de inmediato en el juicio de la tele reprobando la sentencia contra La Manada, sin haber leído sus 371 folios. Opinaron con los avances informativos. No hacía falta más. Lo importante era que la calle había recurrido en casación.
Como la sociedad maneja munición de grueso calibre contra los cinco cerdos, y su empuje es arrollador, a la verdad judicial se opone la verdad social. Defender la ponderación de la causa, sin expurgarla a conveniencia, es tarea de tutores cualificados, no de oportunistas.
Sobran los episodios protagonizados por una portavoz socialista haciendo la ola a un desnortado ministro de Justicia que ataca al tribunal, y cuelga de una pica la cabeza del magistrado discrepante. Más oportuno hubiera sido el análisis de las causas de un divorcio tan sonado entre judicatura y sociedad.
Intentando un acercamiento a la verdad, subrayé, vi, escuché, y leí desiderátums, triles y petulancias sobre la sentencia, hasta toparme con una realidad: la verdad social es tan contundente porque España ha cambiado muchísimo desde la Ley Orgánica de 1995. Sus códigos encajan con el pasado, pero han quedado claramente oxidados.
En su actualización, el ministro, la portavoz socialista y un Legislativo que languidece pueden aportar mucho. Los magistrados trabajan con las herramientas legales disponibles, con tamices ideológicos y culturales que impregnan la valoración de la prueba. Quizá ha llegado el momento de dotarles de aperos diferentes.
La opinión, a favor del juez discrepante, del comunicador de Antena 3 que se ha leído la sentencia, los siete tomos del sumario, escuchó las declaraciones de la denunciante, de los policías y de los psicólogos es encomiable pero insuficiente. Hubiera sido necesaria una audiencia pública, televisada, transparente, compatible con la salvaguarda de la intimidad de la joven. La sociedad necesita formar su propia opinión. La trascendencia de la vista exigía su máxima divulgación. La puerta cerrada fue un error.
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