Darío Facal vuelve a sus orígenes con Joseph Conrad
Música en directo, ‘performance’ y vídeo documental para ‘El corazón de las tinieblas’


Entró en el teatro hace 20 años con un lenguaje propio que se ha ido asentando a lo largo de las obras, el dramaturgo y director Darío Facal (Madrid, 1978) utiliza todos los elementos del teatro experimental para llevar a escena El corazón de las tinieblas. Facal disecciona las distintas formas del mal e invita al espectador a intentar comprender la oscuridad del ser humano.
Interpretan esta pieza Ernesto Arias, Ana Vide, Kees Harmsen y José Luis Franco.La versión que realiza convierte la obra en un espectáculo total con música en directo, performance, poética visual, teatro documental y compromiso moral.“Todos esos elementos me han permitido abordar todas las capas de la novela para poner frente al espectador la lamentable intervención de Europa en África en la época de las colonias”, explicó ayer Facal.
La pieza se estrena hoy en los Teatros del Canal de Madrid y se representará hasta el 13 de mayo. En El corazón de las tinieblas, publicada c
omo cuento en 1899, el marinero Marlow va en busca de un misterioso personaje, Kurtz, jefe de una explotación comercial de marfil que se ha adentrado en la selva y del que no se tiene noticias. “La travesía de Marlow, un viaje a lo desconocido y a las profundidades del miedo, ayudará al espectador a vertebrar reflexiones cruciales sobre el papel de la civilización occidental en la situación actual del mundo y sobre la relación que establecemos con la propia moralidad”, indica el dramaturgo. La novela de Joseph Conrad, uno de los grandes libros del siglo XX, es una reflexión política con el continente africano como fondo en la que se cuestiona el mundo en el que vivimos y la sociedad que hemos creado. “Esta obra, lamentablemente de vigente actualidad, nos enfrenta con una de las grandes paradojas morales con las que tenemos que vivir en occidente. ¿Con qué derecho intervenimos en el resto de países y a qué precio?”, se pregunta Facal. “Me resulta espeluznante la capacidad de olvidar las tragedias del individuo, da la sensación de que no se quiere saber sobre las maldades cometidas contra otros seres humanos”, sentencia.
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