‘Harlots’, prostitutas y feminismo
De 'Harlots: Cortesanas' se podría esperar un drama de época más con tintes culebronescos, pero se las apaña para navegar en temas sórdidos y complejos de forma entretenida


Una guerra entre dos prostíbulos en el Londres de 1763. Mujeres atrapadas en el sistema pero que luchan desde dentro. Buscan encontrar la libertad a través del dinero que obtienen por la venta de su propio cuerpo. El choque entre la moral de la época y la mentalidad moderna hace que Harlots: Cortesanas, serie británica que COSMO emite en España, pueda desconcertar al principio. La mayoría de las mujeres parecen felices de dedicarse a lo que se dedican. La música moderna choca con la ambientación de época. Y ciertas dosis de comedia hacen más llevadero un asunto que, de otra manera, podría ser de lo más espeso.
Samantha Morton interpreta con la solvencia a Margaret Wells, la propietaria de un burdel. Sus propias hijas son objeto de comercio para ella. La mayor, Charlotte (la actriz Jessica Brown Findlay, lady Sybil en Downton Abbey), fue vendida por su madre a un político local que le ofrece un nivel de vida fuera de su alcance. La pequeña, Lucy (Eloise Smyth), es el bien más preciado de su madre, por cuya virginidad pretende sacar una buena suma de dinero en subasta. Y enfrentada a Margaret, Lydia Quigley (Lesley Manville), otra madama que opera en un barrio de clase social más alta y al que se quiere mudar la primera.
De Harlots: Cortesanas se podría esperar que fuera un drama de época más con tintes culebronescos, pero se las apaña para navegar en temas sórdidos y complejos como la prostitución o el papel de la mujer en el siglo XVIII de forma entretenida y ligera pero sin perder el norte. Detrás de esta ficción están dos mujeres, Alison Newman y Moira Buffini, algo que se nota en la mirada que ofrece. Porque, al final es una historia de mujeres que son víctimas de la sociedad en la que viven. Madama Wells traslada a sus hijas la idea de que el dinero les dará la libertad, pero no las da más opción para conseguirla que vender su cuerpo. Una doble moral que se convierte en una trampa para ellas y que plantea dudas a las protagonistas de una serie entretenida que puede animar el verano televisivo.
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