“El cine debe generar imágenes irrepetibles”

Hasta ahora, solo habían sido extras. Pero Christopher Murray (Santiago de Chile, 1985) puso la cámara justo frente a ellos. “Aparecían de fondo en muchas películas. Yo les invité a participar”, recuerda el cineasta chileno. Así, en los pueblos perdidos del norte de su país, en la Pampa del Tamarugal, encontró a los protagonistas de El Cristo ciego:en lugar de actores profesionales, indígenas que llenan el filme haciendo de sí mismos. La primera película de Murray en solitario —codirigió Manuel de Rivera— se presentó ayer en la competición oficial de Venecia, con una acogida positiva, aunque irregular.

“Imaginé la historia de un Cristo chileno. Quería llevar un relato tan universal a un contexto local. Y también lanzar un mensaje de empoderamiento social, de hacerse cargo de una realidad que es muy dura", afirma el director. Para ello, se centra en el joven Michael —el único actor del reparto—, quien cree que ha recibido una revelación divina y puede realizar milagros. Por tanto, empieza una travesía para ir a curar a un amigo. Por el camino se encuentra con escepticismo, fe, y con la extraordinaria y castigada humanidad que habita el desierto chileno. Todos los relatos y las parábolas del filme son vivencias de sus protagonistas. El sicario lo es de verdad y el amigo que Michael quiere salvar sufrió en serio un accidente. “Hicimos un trabajo de ensayo y construcción de diálogo, pero siempre trabajando con lo real. El cine consiste en generar imágenes irrepetibles”.

El Cristo Ciego habla de creer en uno mismo y lleva al público a un árido rincón olvidado. “Cuando se habla del desarrollo de Chile se enumeran las cifras, pero detrás hay historias humanas. Hay que desenmascarar un sistema construido sobre la concentración de la riqueza”, asegura Murray, militante del Partido Revolución Democrática, que surgió de las protestas estudiantiles en Chile. Y tiene un término para estos gobiernos: “Democracias cuestionables”.