
En la novela corta Resurgam brilla el genio de José María Latorre (Zaragoza, 1945) al erigir una trama de andadura clásica, pero con elementos renovadores. El protagonista, joven bien criado en casa grande y con jardín (como no podía ser menos), cuenta su educación y su enamoramiento, pero falla al no ser capaz de reconocer las señales de la presencia vampírica que, en cambio, sí son evidentes en el texto para que goce el lector.
Después de algunos incidentes de refuerzo, la narración da un giro sorprendente y el resultado es una hermosa muestra de literatura fantástica con una honda significación humana. Que también se da en otro relato de tema vampírico especialmente bueno y original, El sacerdote suicida, en el que se dan la mano religión y satanismo, donde el vampiro reconoce que es víctima de "una situación que no es muerte ni es vida", aunque el portador del sentido es el narrador, personaje trágico y limítrofe.
Bien, estamos en el mundo de Latorre, autor de la novela Visita de tinieblas (Valdemar, 2008) y de La noche de Cagliostro (Valdemar, 2006), una colección de relatos considerada "un hito" por Fernando Savater. Y en ese mundo nunca hay tregua: un conjunto de seres en conflicto con los demás y consigo mismos, siempre cercados por la muerte en unas ciudades donde la vida civilizada es precaria y que, cuando sienten el impulso de encaminarse al exterior, no se encuentran con ningún paraje bucólico, sino con unos arrabales que preferirían no haber visto nunca.
La narración da un giro sorprendente y el resultado es una hermosa muestra de literatura fantástica
Sólo el arte, su cultivo o su disfrute, pintura, literatura, cine y, quizás principalmente, la música (nunca falta en sus narraciones) suponen un ancla de salvación. A ella va dedicada como un tributo más que merecido la historia titulada Música muerta. Al mismo tiempo que se halla inquieto por el acoso de un fantasma, el protagonista interpreta al piano sus temas preferidos (y el lector parece que los esté escuchando) y, cuando al correr del tiempo se desvela el misterio fantasmal, una sagaz conclusión lleva a la idea de la música como el mayor poder existente, por encima del mismo Dios en que creen los personajes, monjes de un viejo monasterio.
Latorre no olvida a sus escritores preferidos: así, presentimos a J. G. Ballard en una tensa narración llena de pájaros muertos en un rincón del mundo, leemos un texto que evoca los últimos momentos, dignos y crueles, del polaco Jan Potocki y nos emocionamos con un monólogo estupendo pronunciado melancólicamente por el doctor Frankenstein preguntándose conmovido por lo que sintió el monstruo compuesto de trozos reunidos por azar al regresar de "la negrura abisal de la no existencia".
Música muerta y otros relatos. José María Latorre. Valdemar. Madrid, 2014. 385 páginas. 13,20 euros
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