El último disco de Julia Holter

“Pues la persona que hizo la entrevista después cuenta que se oía fatal, entrecortado”, informan horas después de la conversación mantenida con la artista desde el sello que edita en nuestro país el tercer largo de Julia Holter (Los Ángeles, 1984), Loud city song. Rebobinando los 20 minutos de charla compartida con esta exprofesora de instituto que, como cualquier autora underground contemporáneo que se precie, ha sido comparada con Kate Bush, celebrada como la nueva Joanna Newsom e incluso emparentada con la poesía de Frank O'Hara —último poeta adoptado por la modernidad—, es inevitable pensar que lo que parecían pausas dramáticas en su suave discurso tal vez eran solo interferencias.

Cuando reía, el interlocutor se preguntaba de qué. Cuando el interlocutor amagaba una chanza, ella ensayaba una pausa dramática. “No soy una persona difícil. Por ejemplo, ahora que tengo presupuesto para trabajar con otra gente (risas, o un claxon, imposible discernirlo) me he vuelto mucho más relajada que cuando pensaba que todo debía arrancar y terminar en mí. Tengo otros que llegan donde yo no, y eso se nota en el álbum. Hay una relajación fruto de sentirme más arropada y segura de mí misma”, comenta la autora, quien en este disco salta de creadora de alcoba a animal de estudio. O casi. O no. “No, no, no… Sigo siendo técnicamente inepta. No he aprendido nada en este aspecto. Mi sensibilidad está volcada en otros terrenos”.

Se la ha comparado con Kate Bush, Joanna Newsom y el poeta Frank O'Hara

Loud city song —que presentará esta semana en Madrid, Barcelona y en La Mar de Músicas de Cartagena—, aun manteniendo trazos del minimalismo apocado que se ha convertido en marca de la casa, contiene también momentos luminosos y, sobre todo, llenos de música. “Soy la misma”, responde a esta inconclusa afirmación la Holter, confirmando una vez más que a los seres humanos —y a las obras de los mismos— no hay que entenderlos para poder disfrutarlos. Aquí estamos hablando de una mujer que ha lanzado versiones de temas de Arthur Russell, Fleetwood Mac o Paolo Conte y que debutó con un disco grabado en casa e inspirado en Hipólito de Eurípides. Una mujer que afirma buscar una coherencia temática en todo lo que hace.

Esta vez, Julia, ya dedicada a la música a tiempo completo, ha tomado como punto de partida Gigi, la obra que editara en 1944 Colette. Dice que a partir de ahí ha creado una disertación al respecto de la fama, la intimidad y el ruido. “Vivo en Los Ángeles y el hecho de tener un espacio propio, único y amplio hace que sientas que no vives en una ciudad. Igual solo habitas en tu cabeza, no sé (risas, esta vez, confirmadas). Me interesaba pensar que a pocos kilómetros de mi habitación se desarrollaba una cultura que menosprecia la intimidad de la que yo disfrutaba mientras pensaba en ella”, dice Julia, quien en estos momentos, como es habitual en su devenir creativo, está trabajando a la vez en varios álbumes. El que más ilusión le hace concluir es una pieza “que desprecia el formato canción. Es como una especie de banda sonora compuesta por un continuo, igual se parece más a un audiobook. Pero, bueno, tal vez nunca vea la luz (posiblemente, risas)”.